Cuesta asimilar que la muerte de 655 personas en un solo día pueda ser una buena noticia., Y sin embargo, sí lo parece, porque el día anterior fueron 738, y es la primera vez que la cifra baja desde que empezó el confinamiento. La muerte, reflejada en cifras, no significa nada. Cobra significado cuánto más cerca está, en el tiempo y el espacio, y lo va perdiendo a medida que se aleja. En España, cada día, en circunstancias normales, mueren algo más de mil personas, por motivos muy variados. Así que el del coronavirus no parece un problema cuantitativo, sino moral.

Sabemos que vamos a morir pero debemos intentar alejar el momento. Quizá lo que nos pase es que tenemos poca tolerancia a lo evidente. Permitimos que muera gente de desnutrición, siempre que no lo veamos, de soledad y de tristeza, siempre que no lo veamos, de enfermedades provocadas por la contaminación o por motivos cuyo desencadenante sea indirecto y por tanto soportable. Convivimos con una tasa altísima de suicidios porque son silenciosos o silenciados y con una insoportable estadística de muertos por accidente de tráfico, como si fueran una plaga bíblica.

La peste bubónica dejó entre el siglo XIX y el XX 120 millones de muertos. La gripe española se cobró más de veinte millones hace cien años. Las pandemias del siglo XXI suman, todas juntas, unos 40.000 muertos a los que hay que sumar ahora los 22.000 del coronavirus más los que vengan.

Si el objetivo es que no colapse el sistema sanitario es porque queremos curar a todos los enfermos, tengan la edad que tengan. Si sacrificamos la sacrosanta economía por una cuestión de salud pública es porque no queremos que mueran nuestros vecinos. Si nos quedamos en casa es porque no queremos colaborar a expandir el virus.

Eudald Carbonell, arqueólogo y codirector de Atapuerca, señala hoy mismo que “con la pandemia del coronavirus nos encontramos ante una crisis que será definitoria sobre cómo encaramos el futuro. En este proceso, la conciencia crítica de especie debe estar por encima de cualquier otro interés”. Dice que la Humanidad tiene que saber comportarse de manera consciente sabiendo que todos los humanos de la Tierra son homo sapiens y que forman parte de “una misma especie, de una cultura y de un momento histórico”. “La próxima revolución será el éxito de la especie gracias al desarrollo de la conciencia crítica de especie y operativa, y si no, nos espera el colapso de especie y la extinción”.

Quién sabe. Puede que aún tengamos futuro como especie (siempre y cuando el enemigo sea visible) pero tampoco estaría mal que además de preocuparnos por la muerte de unos, hagamos algún avance por la vida de todos.

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