LA MEMORIA DE LOS CENTROS

Luis Morales y la importancia histórica de Vías y Obras

En el 90 aniversario de su nacimiento recordamos a una figura clave en la creación de los Centros de Arte, Cultura y Turismo

Mario Ferrer 3 COMENTARIOS 04/08/2022 - 06:49

Hace cinco años, en agosto de 2017, falleció Luis Morales Padrón, la última figura que quedaba viva de Los cinco magníficos, el grupo que fue llamado así porque probablemente fueron las personas más decisivas en la gestación de los Centros de Arte, Cultura y Turismo (CACT).

Desde áreas distintas, pero complementarias, César Manrique, José Ramírez, Antonio Álvarez, Jesús Soto y Luis Morales marcaron el discurrir de un capítulo clave en la historia contemporánea de Lanzarote.

Si César Manrique fue el gran autor y líder estético del proyecto, José Ramírez Cerdá y Antonio Álvarez como presidente y vicepresidente del Cabildo de Lanzarote entre 1960 y 1974, ejercieron como fundamento político, mientras Luis Morales (Arrecife, 1932-2017) y Jesús Soto personificaron la labor esencial que desempeñaron los trabajadores del Cabildo en todo el proceso.

Famosas eran sus visitas a las obras de los CACT los sábados, rutas de trabajo que se hicieron rutinarias y que sirvieron también para controlar eficazmente la creación de los Centros, que nacieron sin un programa predestinado pero sí con un espíritu común que se mantuvo íntegro.

El cometido de Soto y Morales, dos funcionarios ejemplares con larga carrera en puestos de responsabilidad en el Cabildo, tenía ciertas semejanzas, porque estaban encargados de ejecutar lo que el trío Manrique-Ramírez-Álvarez designaba, pero también es cierto que cubrieron ámbitos muy diferentes, de la misma manera que respondían a perfiles personales muy distintos.

Jesús Soto, como maestro artístico, se encargó principalmente de la parte creativa, mientras que Luis Morales, que pasó más años al lado de César, fue el ‘hombre orquesta’, la persona que tenía hilo directo y continuo con Manrique y Ramírez, al tiempo que coordinó el trabajo de hasta 300 empleados que participaron en la creación y gestión de los CACT. Una gran responsabilidad para una persona de orígenes modestos.

Durante décadas, Luis Morales fue el jefe del departamento de Vías y Obras, el ‘brazo ejecutor’ de un Cabildo que hizo grandes reformas, no solo por la creación de los CACT, sino también por realizar carreteras, obras hidráulicas, edificaciones sanitarias, construcciones en puertos y aeropuertos, junto a todo tipo de infraestructuras que cambiaron por completo la cara de Lanzarote en un periodo muy corto de tiempo.

Como contaba en la película Las manos (Miguel G. Morales, 2015), Luis Morales tenía un cartelito en su oficina que decía lo siguiente: ‘Aquí, en Vías y Obras, las cosas fáciles las hacemos sobre la marcha, lo difícil tardamos un poco, y, si quiere usted que hagamos milagros, tiene que avisar con tiempo’. Y sí, efectivamente, Luis Morales y su equipo hicieron milagros.

Luis Morales en el centro, junto a dos de sus colaboradores en el Cabildo: Santiago Hernández, a la derecha, y Federico Padrón Morales, a la izquierda. Imagen del rodaje de ‘Maestro de obra’ (Miguel G. Morales, 2014).

Ramírez y Manrique

El 24 de julio de 1932, hace 90 años, nacía en Arrecife Luis Morales Padrón. En lo más duro de la posguerra, como otros jóvenes de la época, Morales dejó la escuela temprano para empezar a trabajar, con 14 años, como aprendiz con su padre, el encargado de mantenimiento del Ayuntamiento de Arrecife, Manuel Morales Martín.

Maestro Manuel fue una figura determinante para su hijo, puesto que le enseñó todas las claves de la construcción y de la ética del trabajo. Estando con el equipo de Maestro Manuel, Luis Morales empezó a colaborar en 1948 con César Manrique, con motivo de la ejecución del plan de embellecimiento de la Plaza de Las Palmas, junto a la Iglesia de San Ginés, en Arrecife, en la que el artista intervino.

En las siguientes décadas, Morales participó en otras intervenciones de Manrique en Arrecife y, sobre todo, en los Centros de Arte, Cultura y Turismo, de manera que en la nota de prensa de la presentación del libro Luis Morales Padrón, escrito por Mario Alberto Perdomo, la propia Fundación César Manrique manifestaba que Luis Morales “llegó a convertirse en una referencia de confianza imprescindible para el artista en el campo de la obra pública paisajística, constituyéndose en su más fiel intérprete”.

Otro momento clave se produjo en 1955, cuando José Ramírez Cerdá llegó a la alcaldía de Arrecife por un periodo de cinco años que sirvió como ensayo general de lo que luego haría como presidente del Cabildo entre 1960 y 1974.

Ramírez y Manrique eran amigos íntimos desde la infancia y compartían un compromiso en la visión y el desarrollo de Lanzarote que luego les llevó a idear juntos los CACT. Licenciado en Derecho y Técnico de Hacienda, José Ramírez Cerdá se empeñó en usar el Cabildo como motor para ampliar el futuro de la Isla, modernizando sus infraestructuras y diversificando su economía.

Como político fue una figura reformista y seria, que además tuvo una especial psicología para seleccionar a su personal de confianza, facultad que le permitió tener un gran equipo profesional a su alrededor en el Cabildo. Ya en la etapa previa en Arrecife, José Ramírez contactó con Luis Morales, aunque su padre era el encargado del Ayuntamiento. Sin embargo, Ramírez se decantó por un todavía muy joven Luis Morales para ponerlo al frente de Vías y Obras, cuando llegó a la presidencia del Cabildo en 1960.

Imagen tomada durante un acto organizado por la finalización del Jardín de Cactus en marzo de 1990, el mismo mes en el que se inauguró el centro. De izquierda a derecha: Marcial Calero (consejero del Cabildo), Honorio García Bravo (consejero del Cabildo), César Manrique, Juan Ramírez de Lucas (crítico de arte), Julio Romero (consejero del Cabildo), Luis Morales (técnico del Cabildo) y Pepe Dámaso (artista). Fotografía cedida por Honorio García Bravo a Memoria Digital de Lanzarote.

Vías y Obras insulares

La creación de los CACT fue fruto de unas condiciones históricas y humanas muy singulares. Una de sus claves menos conocidas fue Vías y Obras insulares, una empresa constructora que creó el Cabildo de Lanzarote a la llegada de José Ramírez.

El objetivo era poder ejecutar muchas infraestructuras básicas para la Isla que se promovían desde las instituciones públicas, pero que no conseguían salir adelante porque sus licitaciones se quedaban desiertas.

Hay que ponerse en las coordenadas históricas de la época para entender el contexto. Cuando Luis Morales entró en el Cabildo, la red de caminos vecinales, perteneciente a esta institución, no tenía ni un solo kilómetro asfaltado. En 1960, Lanzarote ofrecía poco atractivo para el mundo empresarial, de manera que muchas veces no se presentaban constructoras a los concursos públicos de infraestructuras, con lo cual, la Isla perdía esa financiación.

La idea de Ramírez fue crear una empresa ligada al Cabildo que se pudiera encargar de esas obras tan necesarias. El resultado fue brillante, porque no solo se pudieron asumir muchos proyectos que eran esenciales para una isla muy poco desarrollada (carreteras, aeropuerto, obras hidráulicas, polideportivo, etcétera), sino que la fórmula permitió al Cabildo adquirir más fondos para sus intervenciones.

Las obras tenían gran calidad y al tener costes menores, los beneficios se reinvertían en nuevas infraestructuras, como las destinadas a mejorar los enclaves turísticos, que más tarde se conocerían como Centros de Arte, Cultura y Turismo.

La buena gestión de los recursos económicos estuvo acompañada de una acertada diplomacia de la dirección del Cabildo en Canarias y Madrid para conseguir más fondos públicos. En un contexto nacional e internacional de clara apuesta por el turismo, José Ramírez fue ganando reconocimiento como gran gestor, una fama que se incrementaba con la apertura de cada nuevo CACT.

Pero, además de la sagacidad en los contactos políticos, era imprescindible que la maquinaria de Vías y Obras funcionara correctamente y ahí el jefe era Luis Morales. Al comenzar la etapa de Luis Morales en Vías y Obras, apenas había unas pocos trabajadores y escasa maquinaria en el Parque Móvil, aunque pronto empezaron a subir los números al mismo ritmo que aumentaban los encargos: galerías de Famara, red de carreteras, aeropuerto, polideportivo, Casa Cabildo, escuelas, Granja Agrícola Experimental, Hospital Insular, etcétera.

Durante jornadas laborales larguísimas, Luis Morales llegó a dirigir a más de 300 personas, en un recorrido que fue desde una época en que no había ni ingeniero ni arquitecto en el Cabildo, hasta los años 90, cuando ya se retiró en un contexto muy diferente.

Reconocido como uno de los funcionarios más relevantes de la institución, Luis Morales también fue asumiendo el ideario estético y ético de Manrique, de manera que hasta en las carreteras se trasladó una especial sensibilidad por el respeto al paisaje de la Isla.

La conexión Manrique-Ramírez-Ávaréz se expresó en su máximo sentido en la creación de los primeros CACT. Entre 1960 y 1974, durante los años de presidencia de Ramírez, Luis Morales fue clave en la puesta en marcha de la Cueva de los Verdes, los Jameos del Agua, el Monumento al Campesino, Timanfaya y el Mirador del Río.

Jardín de Cactus. Foto: Adriel Perdomo.

Se ha hablado de Luis Morales como ‘las otras manos de Manrique’

A partir de mediados de los setenta, ya con José Ramírez fuera del Cabildo y en medio de una etapa de cambios, Morales también participó en otras dos obras claves de Manrique: el Castillo de San José, Museo Internacional de Arte Contemporáneo (1976) y finalmente el Jardín de Cactus (1991).

La construcción de los CACT supuso un enorme desafío en muchos aspectos, desde la coordinación de los equipos humanos (los Jameos, por ejemplo, conllevó años de labores de varias cuadrillas al mismo tiempo), hasta el aspecto técnico de trabajar en espacios delicados y con maquinarias muy rudimentarias.

Pero, en los CACT, que fueron construcciones en gran medida artesanales, hechas a mano, el gran reto estaba en armonizar al máximo las intervenciones humanas con la naturaleza del entorno, paisaje y arquitectura en diálogo y sintonía, tal y como pregonaba Manrique con pasión a través de su concepto arte-naturaleza.

En este sentido, Luis Morales fue un aventajado discípulo de la manera de ver de Manrique, quien trabajaba sin planos detallados, ni proyectos precisos, por lo que necesitaba tener confianza en las personas que plasmaban sus ideas.

Esa fue otra de las claves mágicas de la creación de los CACT, la gran capacidad que demostró Luis Morales y todo su equipo de trabajo para traducir en piedra, hierro, madera o plantas, las visiones de Manrique. En el documental que le dedicó el cineasta tinerfeño Miguel G. Morales, el subtítulo de la película lo describía con claridad: Luis Morales: las otras manos de Manrique.

Comentarios

Políticos de verdad.
Y a todo esto y sabiendo lo que este hombre ha aportado a su ciudad natal ¿No tienen ni el más mínimo detalle o resquicio y al menos Nominarle una Calle en su Municipio?
Buen artículo

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