1 COMENTARIOS 20/01/2014 - 06:41

"El humor es lo que me ha salvado de la locura", explica Julio Viera, haciendo como un guiño inconsciente a aquel glorioso filme titulado "Leolo", cuyo protagonista se repetía a sí mismo sin descanso una frase preclara: "Porque sueño no estoy loco. Porque sueño no estoy loco".

Julio Viera es oficialmente pintor aunque también puede ser definido como ilustrador insaciable, parrandero de tronío, rutilante cantante y actor, coleccionista caótico de anécdotas, canario universal que recorrió mundo y vivió de la osadía… Pero sobre todo, Julio Viera parece haber comprendido hace mucho tiempo que la línea con la que el ser humano diferencia entre la locura y la cordura es tan culebresca y fina como la que separa el recuerdo y el sueño. El mismo linde brumoso que pretende dividir la realidad cotidiana y la realidad que crea el arte.

Las vidas de Julio Viera empezaron en su barrio de San Cristóbal de Las Palmas, donde creció intimando con gran parte de la mejor intelectualidad canaria del s. XX: los Millares, Néstor Álamo, los poetas de la generación de posguerra… Con uno de esos seres -el escritor lanzaroteño Leandro Perdomo-, el pintor se fue a iniciar otra vida en Centroeuropa. Fue un periplo corto para Julio Viera porque sólo estuvo tres meses "viviendo como un gusano" en las minas de Bélgica donde sí permaneció su amigo Leandro.

De emigrante minero español, en 1958 Viera pasó a la verdadera vida que buscaba con su viaje a Europa: vividor del espíritu bohemio de París. Durante diez años deambuló por las calles de la Ciudad de la Luz. Actuó tanto de pintor callejero como de prometedor artista de la periferia, se codeó con Dalí, vivió con los emigrantes latinos y africanos, cantó en los bares...

Como buen conversador, Julio Viera cuenta hasta las vidas que no vivió, como aquella que perdió cuando un padre estricto rechazó los planes de boda que el pintor tenía con una rica y hermosa heredera estadounidense a finales de los cincuenta: "hubiera sido un gran golpe". Hombre de buena planta y bien parecido, Viera encontró algunos años después su verdadera vida con Hannelore, una pintora alemana que enamoró a nuestro protagonista, quien para festejar su boda decidió irse solo de luna de miel a México en 1968 para conocer a Cantiflas y regalarle un cuadro. La lógica del loco cuerdo.

Entre sus vidas también hubo una corta vuelta a Canarias, territorio que dice no pisar desde hace cuarenta años: "No pienso volver a Canarias. Volveré sin pensarlo". En los setenta estableció su residencia en otra ínsula, Mallorca, isla más propicia para sus viajes por Europa y donde sigue residiendo. Pero en ninguna de sus múltiples vidas, Viera parece haber convencido al ‘establishment’ cultural; o es posible que en su compromiso de fusionar arte y vida no hiciera falta planificar trayectorias; o quizás él mismo no pudo ni quiso triunfar; o puede que ya la vida bohemia y artística de Europa no fuera como antaño y el destino pusiera a Viera en la época equivocada… Qué más da eso para quien ha hecho de la irregularidad una forma inspiradora de creatividad.

Al calor de la palabra y de varios whiskies, Viera cuenta y testimonia muchas historias: la decisión de autoproclamarse "Genialísimo" imitando al "Generalísimo" de Franco, el reto público contra Picasso, la entrega de dos cuadros al Museo Vaticano… Y entremedias de tanta aventura y desventura, cientos de cuadros, ilustraciones, libros y ediciones de todo tipo, siete discos, varias participaciones en películas, proyectos sin acabar y mil rarezas inclasificables.

Ni maldito, ni vividor. Ni mitómano, ni perdedor. A punto de cumplir ochenta años, Julio Viera serpentea la locura con la risa perpetua, el juego de palabras constante y el humor surrealista. Hasta reírse de su propia trayectoria vital, algo que no es poco para quien sabe que su vida es su mayor creación, su obra más grande. Y la más sinuosa también, la más parecida a esa delgada, quebrada y huidiza línea que separa la cordura de la locura.

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Julio viera también hizo la excelente portada del libro de poemas, ELIDiR, editorial Marte de Barcelona, su autor es el poeta de ascendencia lanzaroteña, Reinaldo Aparicio Viera, que en realidad es un hijo no reconocido de Don Claudio Toledo Cabrera, creador del Hotel Oriente, etc.

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