Nicolás Martín Barrera

"Lo nuestro". Nacionalismo y exclusión

Vaya por delante que una cosa siempre implica la otra, y si se es nacionalista no se es otras muchas más cosas que tienen que ver con lo  integrador, con el acogimiento, con el sentido de comunidad global. Si en Méjico, pongo como ejemplo, hubieran tenido la ocurrencia de contratar sólo profesorado mejicano, ninguno de los intelectuales españoles exiliados durante la contienda civil española, habría ejercido su magisterio, ni habrían trasladado sus  conocimientos ni experiencia  al pueblo mejicano. No digo ya de los investigadores españoles que hasta el día de hoy realizan una labor esencial en todo el mundo. O de los enfermeros españoles, tan bien considerados en el Reino Unido. Si en los países en  que desarrollan una labor educativa, formadora o investigadora, les hubiera dado por "lonuestrismo" no dudo de que no se habrían obtenido importantes beneficios para esta comunidad que conformamos en el planeta.

Si hiciéramos caso al artículo "Sobre la identidad canaria" firmado por Nieves Rodríguez Rivera, nos estaríamos cociendo a fuego lento en su idea de ser canario, y no es que estemos muy alejados, a la vista de los modos de los nacionalismos regionales y periféricos.

No sé cuántas veces han aparecido personas de otros lugares para hacernos entender la importancia de los valores culturales propios, de los testimonios arquitectónicos, de la relevancia de la cultura vinculada a los antiguos pobladores de las islas, del valor de que, lo que hoy somos, es fruto del mestizaje; personas que han investigado nuestros yacimientos y hasta en nuestra huella genética y han puesto unos ladrillos para la consolidación de nuestra dignidad como pueblo y de su identidad. 

En la misma medida, en un perfecto ejercicio fratricida, nuestros hermanos canarios hicieron lo que les vino en gana asumiendo los riesgos de las ilegalidades hasta que accedieron a la política o a sus cercanías para que se urdieran leyes para provecho propio y para determinada casta, y, por qué no, para vender las islas a terceros o comprarlas ellos a precio de ganga. Ahora, todo lo que era ilegal dejaba de serlo en un ejercicio de malabarismo impresentable.  Para hacer “sus cosas” ahora habría normas con  apariencia de legalidad.

Para quien tenga flaca la memoria le hablaría de canarios de muy parecido pelaje, idéntico modus operandi,  pero de variada militancia en el espectro político, como Casimiro Curbelo,  Domingo González Arroyo, Honorio García o Dimas Martín, para que quien tenga interés bucee en el navegador a la búsqueda de sus hazañas. Y no hablo de los destacados empresarios canarios que depredan el territorio sin miramientos, de los cuales, cada isla tiene los suyos.

Le hablaría a Nieves Rodríguez de la Ley de Islas Verdes para que tenga consciencia de lo que somos capaces los canarios; para que sepa de los canarios que se confabularon para aprobar en nuestro Parlamento una Ley de Patrimonio Cultural redactada al dictado de terceros. Ambos documentos legislativos no son más que el testimonio de un latrocinio, la fórmula de la destrucción de nuestro patrimonio devenida en ley que da apariencia de corrección a la destrucción de nuestros valores naturales y culturales. Todo ello con nacionalistas metiendo mano, cuando no, proponiendo algunas otras lindezas. Nos tenemos que aguantar con nuestros hermanos canarios de gobiernos nacionalistas urdiendo planes insulares, planes generales, leyes del suelo, planes de ordenación de espacios protegidos y otras por el estilo donde la directriz pasa porque lo nuestro sirva  para engordar lo de ellos.  Pero, no podemos perder de vista que desde todos los ámbitos de la política canaria, absolutamente todos los partidos han dado su aprobación a estas fórmulas de andar por lo público.

Con el nacionalismo, ciertamente,  pasan cosas, y con el nacionalismo canario pasan de una manera muy particular. Se es nacionalista desde un sentido de control de lo de dentro, de gestión de lo propio, de exclusividad, pero no en la demanda de un paraguas para todos los canarios de una forma igualitaria, sino desde una visión caciquil del asunto. Esas actitudes conducen, en un territorio fragmentado como el del archipiélago, a la apuesta por nacionalismos provinciales como defensa de los abusos del regional, y de ahí a los nacionalismos insulares por lo mismo, luego municipales. Para llegar a ellos solo basta descender dos escalones y así generar proyectos nacionalistas -más excluyentes aún- a pequeña escala para defenderse del abuso de los nacionalismos insulares que se defendían a su vez del nacionalismo provincial, que se desgajaba del otro nacionalismo regional que surgió para huir del control del gobierno español. Ahí, todo hay que decirlo, a veces, aparecen proyectos de servicio público muy honorables. 

La visión reduccionista y ombliguista de estos nacionalismos más se parece a aquella afirmación de cantina de un destacado líder nacionalista conejero: "para que nos roben otros que lo hagan los de aquí". Es "lonuestrismo" llevado a su máxima expresión y en una cascada perfecta, pues el concepto “ser de aquí” le vale a todos ellos, al regional, al provincial, al insular, al del pueblo, y, si me apuran, hasta al del proyecto nacionalista del barrio, de la calle o el del quinto. Y así están desde entonces, ellos y los demás, instalados en el asalto permanente a las arcas públicas, en el reparto de nuestros recursos materiales y naturales, en la golfería, vamos. Ya entiendo por qué les parece tan bien a los nacionalistas  lo de la exclusión. Para que los de fuera, ya sean de muy fuera o de poco fuera, no metan la mano en los asuntos de los de dentro. El nacionalismo, el canario, no es que tenga, por tanto, mucho poso ideológico, sino un profundo sustento economicista, y así nos va. Para destrozar el territorio no necesitamos a nadie de fuera, sea esto lo que sea, sino que con nosotros mismos nos bastamos a todas las escalas posibles, en el quinto, en la calle, en el barrio, en el municipio… 

Si tienen un rato para leer los planes -entiéndanlo en  su doble acepción- o un poco de paciencia, esperen a que se apruebe todo lo que está por sacar adelante para que comprueben en lo que está el Gobierno de Canarias y sus compinches en ayuntamientos y cabildos. Con su juguetito que se llama GESPLAN nos la están metiendo doblada, en Arrecife, en La Geria, en Lanzarote y en La Graciosa. Y ni se cortan ni disimulan los muy pedazo de cabrones. Y de cabronas.

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