OTRA HISTORIA DE CANARIAS

Otras crisis internacionales que sacudieron el turismo

En el último medio siglo el turismo de masas ha pasado en Canarias por distintas etapas de turbulencias antes de la COVID

Imagen del hotel Atlante del Sol, en Pechiguera, abandonado en la crisis de los 70. Foto: DIARIO DE LANZAROTE.
Mario Ferrer 2 COMENTARIOS 21/03/2021 - 07:56

El ansia de viajar es tan vieja como la humanidad. Desde los primeros homínidos hemos estamos pendientes del traslado de un lugar a otro como especie. Nacimos nómadas y nos costó millones de años hacernos sedentarios, pero no fue hasta la Era Contemporánea que industrializamos nuestro apetito por el viaje. Así que vamos a dejar a un lado siglos y siglos de desplazamientos por ocio, descanso o curiosidad en etapas anteriores para centrarnos en el turismo de masas, un fenómeno relativamente nuevo, que nació con fuertes genes internacionalistas y tecnológicos.

Como todo fenómeno típicamente contemporáneo, el turismo ha dependido en gran medida de los procesos geopolíticos mundiales y de los cambios en la tecnología. Así, una de las raíces directas del turismo de masas estuvo en la revolución industrial, a partir de 1780, la cual, en sus diferentes fases históricas, no solo dio alas al desarrollo de los medios de transportes masivos (primero el tren, luego el automóvil y finalmente la aviación), sino también a la larga batalla laboral y sindical que permitió la instauración del periodo vacacional como derecho de los trabajadores.

Aspectos claves para el nacimiento del turismo de masas como la aeronáutica comercial, el descanso laboral obligatorio en los países occidentales, el sistema fordista en el mundo de la empresa (turoperadores principalmente para este sector) o de la sociedad de consumo no llegaron a la madurez suficiente hasta la segunda mitad del siglo XX. El turismo de masas es un fenómeno global, que afectó especialmente a Canarias al resituarla como tierra de inversión, ya que poseía condiciones perfectas para convertirse en un destino ideal para Europa: clima, cercanía, precios bajos, tranquilidad, estándares occidentales en muchos aspectos...

A partir de 1960 comenzó un fuerte movimiento financiero y urbanístico ligado al turismo, que cambió por completo el panorama tradicional del Archipiélago, dándole un protagonismo nunca visto a las zonas de playas y al sur de las Islas, áreas que históricamente habían carecido de interés, por su escaso valor agrícola y ganadero. Los visitantes europeos empezaron a llegar a Gran Canaria y Tenerife, para luego sumarse con más lentitud Lanzarote y Fuerteventura. El necesitado abrazo que dio la economía canaria a la nueva industria no solo trajo una época de engorde financiero, sino que deparó muchísimas transformaciones laborales, territoriales, políticas, sociales, culturales. Muy levemente se oyeron algunas voces críticas pioneras, como la de César Manrique, especialmente enfadado por la mediocridad estética y arquitectónica de muchas intervenciones. El turismo mundial movía todavía bastante menos de 100 millones de viajeros al año, muy lejos de la cifra de 1.500 millones de turistas que se registró en 2019.

El momento del gran despegue del turismo de masas en Lanzarote fue en los 80

En esta primera fase se desarrollaron grandes planes, pero algunos tropezaron con la primera gran depresión turística, la derivada, principalmente de las sucesivas crisis del petróleo de los años 70. La primera y más fuerte estalló a partir de 1973 (hubo un segundo episodio similar aunque más ligero a finales de la década), cuando los países de la OPEP, en su mayoría árabes, decidieron recortar la exportación del preciado combustible a muchos países occidentales por su apoyo a Israel en la guerra de Yom Kipur. El resultado fue una inflación galopante y una grave recesión económica internacional, que afectó a muchas de las naciones que nutrían de turistas a los aviones que empezaban a venir en masa a Canarias.

Los problemas en los setenta no solo eran internacionales, España se encontraba en medio de una transición política delicada, que se complicó con problemas financieros, monetarios y de desempleo de diferente tipo. Además, Canarias y, sobre todo, Fuerteventura y Lanzarote se enfrentaron a las negativas consecuencias de la alocada descolonización española del Sáhara, la cual, entre otras dificultades, desató un enfrentamiento bélico entre fuerzas marroquíes y saharauis a pocos kilómetros de las costas canarias.

El turismo mantuvo un ritmo de crecimiento muy pausado, mientras las grandes inversiones se frenaron. Paradójicamente, este relativo parón no provocó consecuencias serias en las islas más orientales de Canarias, básicamente porque ambas economías insulares estaban centradas en otras actividades y el turismo tenía un peso pequeño aún.

Las aguas internacionales se calmaron parcialmente en la siguiente década, la de 1980, al mismo tiempo que la larga cadena de la industria turística perfeccionaba su estructura mundial y España se incorporaba plenamente a la entonces Comunidad Económica Europea (CEE). Fue el momento del gran despegue de Lanzarote y Fuerteventura, cuando realmente ambas islas se convirtieron en destacados destinos internacionales. El boom hizo que la población creciera rápidamente y, por primera vez, en su historia, dos islas que habían sido tradicionalmente cuna de emigrantes, se convirtieron en tierra de acogida. La llegada de turistas no paraba de crecer, provocando una gran explosión de la construcción y el comercio. Dinero fácil y rápido corría por dos ínsulas ancestralmente muy pobres. Fue también el momento del nacimiento de los grupos ecologistas locales, cuando las voces críticas con los excesos del turismo de masas se empezaron a escuchar más.

El turismo es de los primeros sectores en notar las perturbaciones geopolíticas

Aquel calentón económico se paró a principios de la década siguiente y esta vez sí que se notó en Lanzarote y Fuerteventura, ya muy dependientes del turismo. Internacionalmente afectó la Guerra de Irak y otros factores, pero ya antes la escena local había dado señales de una excesiva oferta de camas, justo cuando la economía nacional decaía tras los fastos de la Olimpiadas y la Expo 92. Además, España había vivido un pequeño episodio de crisis por la fortaleza de la peseta frente a la libra y el marco.

No todas las turbulencias mundiales han sido completamente desfavorables para el turismo de Canarias, aunque su impacto sea difícil de cuantificar y, aún más delicado de comentar públicamente, parece claro que fenómenos como la Guerra de los Balcanes en los 90, las caídas de varias economías asiáticas a finales de esa década o los problemas de distintos países de Sudamérica en el siguiente decenio hicieron destacar a Canarias, como destino seguro y cercano a la UE, ganando cuota de mercado. El ejemplo más claro de cómo este tipo de crisis internacionales que puede haber repercutido indirectamente a Canarias fueron las llamadas “primaveras árabes”, que estallaron hace una década y que debilitaron los mercados de sol y playa del norte de África con los que el Archipiélago suele competir en invierno.

El turismo es de los primeros sectores en notar las perturbaciones geopolíticas, del tipo que sean, acelerando el “efecto mariposa” tan propio de estos tiempos globalizados, que se ha vinculado a la teoría del caos y que hace referencia al supuesto proverbio chino que dice aquello de que: “El aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo”. Un hecho aparentemente lejos de los grandes titulares, la inmolación de un joven vendedor callejero tunecino, Mohamed Bouazizi, en protesta por los abusos policiales en 2010, dio inicio a una gran ola de revoluciones populares que hicieron caer varias longevas dictaduras del norte de África, alejando el turismo casi por completo de esa zona durante varios años.

Los países occidentales vivieron esos años (2008-2014) sumidos en la Gran Recesión, iniciada por una gigantesca crisis financiera (hipotecas subprime y demás) de proporciones mundiales. No fue igual para todos, mientras Estados Unidos. y el norte de Europa remontaron poco a poco, el sur del continente, con España a la cabeza, tardó mucho más. El archipiélago, y especialmente Lanzarote y Fuerteventura, sufrieron una profunda crisis socioeconómica, debido sobre todo al desplome de la construcción y a los problemas de la banca. Las cifras de turistas, sin embargo, apenas vivieron una ligera y coyuntural bajada, siendo el turismo el sector refugio en esta etapa, aunque no tenía capacidad de asimilar las gigantescas cifras insulares del paro que habían dejado los años de desenfreno de cemento y crédito basura. Las protestas ante la dependencia turística de Canarias se hicieron escuchar, pero los intentos reales y exitosos de diversificación fueron escasos.

Que el turismo es un fenómeno paradigmático de la globalización también se nota en su hipersensibilidad a los cambios tecnológicos o a las novedades en los modelos de negocio. La primera llegada del mundo digital provocó inmediatas y profundas transformaciones en el sector a principios de este siglo XXI, como la caída de las tradicionales agencias de viajes, en beneficio de los portales especializados de internet. De la misma manera, la aparición de las aerolíneas low cost, como Ryanair y Easyjet, cambiaron las reglas del juego de un sector clave como la aviación.

Recordemos otro ejemplo de “efecto mariposa” proveniente de estos terrenos. En 2008, ante la subida del precio del alquiler del apartamento en el que vivían, tres jóvenes de San Francisco (Brian Chesky, Joe Gebbia y Nathan Blecharczyk), decidieron poner un anuncio en un foro de internet para subalquilar una habitación durante los días que duraba un congreso en el que participaban. Fue el inicio de Airbnb y de la revolución del turismo vacacional que tanto ha afectado a Canarias, y a medio mundo, en los últimos años.

Los fuertes cambios dentro de la industria provocados por la llegada de novedades tecnológicas y empresariales no son nada nuevo. Casi dos siglos antes, el padre de los turoperadores, Thomas Cook, había sentado las bases del negocio usando los trenes para programar viajes organizados dentro de Inglaterra y a países vecinos como Francia, o reutilizando los barcos que transportaban las tropas británicas por el Nilo para ofertar cruceros.

Crisis y cambios ha habido de distintos tipos en el último medio siglo turístico de Canarias. Hubo, también, un pequeño episodio de cierre casi total del mercado europeo, que afectó mucho a Canarias, cuando el volcán islandés Eyjafjallajökull, entró en erupción durante varias semanas en 2010, expulsando millones de toneladas de cenizas y provocando la cancelación de más de 20.000 vuelos. Pero nada realmente se puede equiparar a la COVID. Y es que uno puede jugar a hacer comparaciones con lo sucedido en el pasado, pero nunca puede prever la creatividad con la que es capaz de sorprendernos la Historia.

Comentarios

La ruina de la foto lleva ahí ... 40 , 50 años ? Esto sería alucinante en cualquier rincón civilizado del mundo . Aquí estos esqueletos y demás excrementos son normales.
Buen artículo, bien documentado y trabajado. Me gustó.

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