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María Mingorance: Una heroína sobre puntas

La joven persigue el sueño de profesionalizarse en el ballet clásico, con la única ayuda de su familia y el maestro Reinier Alfonso

María y su maestro, Reinier Alfonso, en una de las clases.
Lourdes Bermejo 0 COMENTARIOS 24/06/2019 - 07:42

Solo tiene doce años, pero ya emociona cuando habla del amor que siente por el ballet clásico. “Cuando bailo me siento libre, es como si volara, me olvido de todo. Me encanta bailar”, dice María Mingorance, apenas una niña, con la determinación de una heroína, ya que, a su corta edad, ya ha experimentado los sinsabores de luchar contra los elementos en su sueño de convertirse en bailarina clásica profesional.

“Tiene unas condiciones excepcionales: empeine, piernas largas y, en general, mucha elasticidad”, asegura su maestro y patrocinador, el bailarín y coreógrafo Reinier Alfonso, que la prepara a contrarreloj para la prueba de acceso al conservatorio. “En Lanzarote no hay oportunidades”, asegura Reinier, que reivindica “un espacio en la Isla como sí hay para la música”, en referencia al conservatorio elemental, donde los estudiantes acceden a enseñanzas regladas, orientadas a futuros profesionales de la música.

María comenzó a bailar a los tres años, ha pasado por las escuelas de Fide Parrilla y Hanna Falkowska y desde hace dos años recibe clases en la Sala Cúrcuma. Sin embargo, su formación, por motivos obvios, no ha podido ser la ideal para una futura bailarina clásica. “Con dos horas semanales es imposible llegar a las exigencias del ballet clásico”, explica Reinier. “No se puede adquirir las herramientas adecuadas en repertorio, puntas, danza, carácter y otras muchas disciplinas que se dan en las enseñanzas regladas elementales”, aduce el maestro. Por ello, María ha de luchar contra el tiempo para adquirir las habilidades necesarias para incorporarse a los estudios oficiales.

Desde el mundo de la danza se viene pidiendo más atención en la Isla a este arte escénica. Hasta la reciente apertura de Cúrcuma, no existía siquiera un suelo perfectamente acondicionado a la actividad, por no hablar de la poca promoción pública del ballet. La consecuencia de todo ello es “la imposibilidad de hacer carreras profesionales, ya que la formación debe comenzar a muy temprana edad y es imposible realizarla en la Isla”.

María tendrá, sin ir más lejos, que separarse durante cuatro semanas de su familia, ya que ha sido aceptada en el curso internacional Cuballet, promovido por Laura Alonso (hija de la mítica Alicia Alonso) y dirigido a estudiantes de nivel intermedio y avanzado a partir de los diez años, que se realiza por primera vez en Europa en Barcelona, en julio.

La oportunidad es a la vez un sueño cumplido para la pequeña, cuya referencia en la danza es “la elegancia de Alicia Alonso” y una preocupación para su madre, Guadalupe Rodríguez, que, a pesar de apoyar a su hija en su vocación, le cuesta separarse de ella. “Ni siquiera podré estar en Barcelona todo el mes, por motivos de trabajo”, se lamenta.

María: “Cuando bailo me siento libre, es como si volara, me olvido de todo”

No obstante, los padres de María y su hermano han apostado por dar una oportunidad a sus dos hijos, mellizos. “En el caso del chico es más fácil, ya que le gusta el deporte”, dice Guada, pero para la niña ha habido que hacer un gran esfuerzo que pasa, incluso, por construir una tarima apropiada para los ensayos en un local propiedad de la familia. “Antes, el Casino Club Náutico nos cedía una sala, pero ya no se nos permite usarla”, explica la madre de María, socia del citado club. La tarima se ha montado siguiendo un tutorial de internet y consiguiendo la amortiguación reglamentaria con una base de flotadores de espuma, cortados en pequeños cilindros y colocados bajo las tablas de DM.

El aspecto económico es otro hándicap con el que han de luchar quienes desean profesionalizarse en la danza en Lanzarote. A la sala y los viajes fuera de la Isla, se añade la formación, “aunque lo que Reinier está haciendo por María no está pagado”, dice la madre de María, llena de gratitud. Y es que el bailarín y coreógrafo cubano afincado hace años en Lanzarote no solo traslada su técnica y conocimientos a la pequeña, junto a Lucía Hernández, otra de las profesoras de Cúcuma, sino que se preocupa por que entre en contacto con profesionales que desarrollan grandes carreras internacionales. “Yo, como profesor, no puedo familiarizarla con estos aspectos de la profesión, así que acudo a contactos”, dice Reinier. De esta manera, la niña suele hablar on line con Yusleimy Herrera, primera bailarina del Aalto Ballet Essen de Alemania. “Se trata de que María tenga referencias reales de una artista en lo más alto de su carrera”, apunta.

María está siguiendo la escuela cubana de ballet, una de las siete existentes junto a la inglesa, rusa, francesa, italiana, danesa, norteamericana y el llamado método Balanchine. “Los cubanos incorporamos al ballet nuestra manera de caminar, la sensualidad y coquetería de la mujer, la virilidad y hasta el machismo del hombre”, describió Fernando Alonso, uno de los creadores de la escuela.

En términos técnicos, el método cubano concibe la clase con una estructura formativa, cuidando la limpieza y la calidad del movimiento y no con una proyección coreográfica; estudia separadamente cada una de las posiciones y pasos básicos; la barra y el centro se estructuran alternando un ejercicio que desarrolle control y fuerza con otro que desarrolle velocidad, con el fin de lograr una respuesta muscular óptima; establece la realización de dos o tres ejercicios de tendus y algún levantamiento de piernas antes de realizar grand pliés, para evitar lesiones; el relevé es siempre alto, lo mismo que la elevación de piernas; no existen port de bras fijos; y la acentuación de los saltos es siempre arriba, insistiendo en los demi-pliés, el balón, la sustentación del torso y el uso de los pies.

La preparación física en el ballet clásico es la base de la disciplina. “En el escenario se ve una creación artística, pero la fuerza y elasticidad de un bailarín es la de un deportista de alto rendimiento”, asegura Reinier. La pequeña María está respondiendo a esta exigencia y pone todo de su parte para ello. “Es muy trabajadora, esforzada y disciplinada”, indica el maestro, que ha preparado a los padres de María para suplir su supervisión en casa, cuando María sigue haciendo sus ejercicios, ya que es importante que se ejecuten con la técnica exacta.

La pequeña se priva de muchas actividades propias de su edad, como hacer vida social con sus compañeros cuando no está en clase. Acude al colegio Nuestra Señora de Los Volcanes, donde casi nadie conoce su doble vida. Algunas amigas y allegados sí la han visto bailar en un escenario, empezando por su tía, Carmen, que forma parte de la familia que la apoya sin ambages, pero su sacrificio no trasciende fuera de su círculo.

Es muy conocida la anécdota del padre de Tamara Rojo, directora artística del English National Ballet en Londres y, anteriormente, bailarina principal de The Royal Ballet. Su progenitor, portero del edificio Lima de Madrid, solía hablar del talento de su hija a los vecinos. De las dificultades del mundo que había elegido, de su enorme sacrificio y dedicación. “Quédense con su nombre”, les decía. En Lanzarote, muy lejos de la capital, donde todas las posibilidades de estudio de danza están abiertas, otra joven lucha por abrirse camino en el ballet clásico. Quédense con su nombre: María Mingorance.

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