CULTURA

Javier Ferrer ya no es un “pato mareado” en la danza

El bailarín lanzaroteño, que actualmente reside en la ciudad alemana de Berlín, actúa este año en el Festival Traslación, que cumple cuatro ediciones

Saúl García 0 COMENTARIOS 10/11/2022 - 06:34

La primera vez que Javier Ferrer Machín (Lanzarote, 1984) actuó en el Teatro Víctor Fernández Gopar El Salinero, fue poco antes de la pandemia. Sintió “algo extraño” porque, de repente, se dio cuenta de que muchos de sus familiares y de sus amigos no le habían visto nunca sobre un escenario. Y, sin embargo, hacía mucho tiempo que había iniciado en esta misma isla su carrera como bailarín.

En su familia, cuenta Javier, nadie se dedica a las artes, a la cultura o a la actuación. Se crio entre Caleta de Famara y Playa Honda y, en el mejor de los casos, pensaba en poder estudiar Turismo o Enfermería. “Vengo de una familia humilde y no pensaba que pudiera estudiar fuera de Lanzarote”, dice.

Su madre trabajaba en una lavandería y su padre, de celador en el Hospital. “Bailar, actuar o simplemente irme a estudiar fuera de la isla yo lo veía imposible”. Así que todo empezó “por casualidad”. El primer paso fue apuntarse, junto a un amigo, a una comparsa de carnaval, para probar. “Me gustaba y me lo pasaba bien, pero yo era un pato mareado”, dice.

En la agrupación, con la que participó en tres carnavales, había “cuerpos de todo tipo”, pero a una de las chicas se le daba especialmente bien. “Daba gusto verla, me contó que había hecho danza clásica y me quedé con eso”.

Un día, cuando salía de clase en la Escuela Pancho Lasso, se topó con una sesión de danza clásica. Ese día se quedó a observar. Y al siguiente, y al otro. Hasta que la profesora le invitó a sumarse. Se trataba de Julia Olmedo, que había sido bailarina de grandes compañías, como la de Maurice Béjart y que se encontraba en la Isla de forma temporal.

Empezaron las clases, congeniaron bien, se hicieron amigos e incluso ella se hizo amiga de la familia. Y a Javier, el mundo de la danza, empezó a llamarle desde dentro. “Me contaba mil historias de la danza, las giras, conocer mundo… me embelesó”, señala.

Mientras tanto, su cuerpo se fue amoldando y fue aprendiendo los rudimentos básicos de la danza. Pero no era suficiente. Julia le dijo que si se atrevía, le recomendaría una buena escuela en Madrid y que incluso se podría quedar en su casa durante un tiempo. La respuesta fue rápida: “Yo se lo dije a mis padres y me dijeron: olvídate, es una locura”.

Pero el cambio de opinión también fue rápido. Javier y sus compañeros hicieron una coreografía de fin de curso que convenció a los padres de que su hijo tenía posibilidades. Fue a Madrid. Comenzó en la escuela de danza clásica de Carmen Roche. “El primer año me lo tomé muy en serio, daba clase seis horas al día y cogí muy buena técnica”. Pero había empezado con la danza clásica a los 17 años, y el tiempo jugaba en su contra.

Veía que muchos alumnos habían comenzado a los seis años y que él nunca iba a llegar a ser así: “Eran muy buenos bailarines y yo seguía siendo un poco pato mareado”. Así que empezó a probar con la danza contemporánea. Al año siguiente hizo las pruebas para el Real Conservatorio Profesional de Danza. Las pasó y entró ya en tercer curso.

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A sus 38 años, aún le queda carrera por delante, en un trabajo en que el cuerpo es la única herramienta. En la danza contemporánea, esa carrera se puede “estirar más” 

Mientras trabajaba de camarero o de lo que saliera comenzó a hacer un espectáculo con los de sexto curso. Poco después entró en una compañía y tuvo que dejar el Conservatorio. “Fue un disgusto, pero en realidad ya estaba trabajando como profesional”, que era lo que quería.

Así empezó su carrera. Estuvo en dos compañías con las que interpretó una decena de coreografías. Después volvió a Canarias, a Tenerife, donde se unió al laboratorio Tenerife Danza Lab. En todo este tiempo ha colaborado en numerosos proyectos de danza, teatro, cine y música, con coreógrafos como Pedro Berdaiyes, José Reches, Tino Fernández, Faizal Zeghoudi, Emma Martin y Ester Ambrosino, entre otros.

Hace años se hizo autónomo y empezó a llevar a cabo sus propios proyectos, además de colaborar en los de otros. Ahora vive en Berlín, pero tiene pensado volver el año que viene a Lanzarote. Su currículum dice que “la política y la antropología social y cultural son claves y base para el desarrollo e investigación de sus proyectos coreográficos”.

El Festival Traslación le parece “fantástico, lo mejor que le ha pasada a la danza en la isla”. Dice que esta disciplina “la tienes que dar como opción, porque si la gente no la conoce, no la pide”. Hay que ir creando un público.

A sus 38 años, aún le queda carrera por delante, en un trabajo en que el cuerpo es la única herramienta. En la danza contemporánea, esa carrera se puede “estirar más” y ayuda el hecho de tener un trabajo detrás. La carrera, en danza clásica, suele ser más corta. Señala Javier que para esta modalidad, la cuna es Bruselas, y que en Berlín no hay tantas compañías, pero es un buen punto intermedio.

FESTIVAL TRASLACIÓN

El Festival de danza Traslación llega a su cuarta edición, que se extiende por cinco de los siete muncipios, Teguise, Tías, Arrecife, San Bartolomé y Haría y por trece localizaciones, casi todas poco habituales, con la excepción del Teatro insular. Este año hay 22 obras distintas de compañías canarias, españolas o internacionales, de países como Costa Rica, Nicaragua o Cuba. Se celebra principalmente durante dos fines de semana consecutivos, aunque hay actuaciones hasta el 13 de noviembre.

El proyecto nació con la finalidad primordial de contribuir al desarrollo no sólo físico y artístico de los bailarines (amateur o profesionales) residentes de la isla de Lanzarote, sino para potenciar al colectivo desde el ámbito social, creando relaciones necesarias para que crezca la danza contemporánea en la Isla.

También pretende revalorizar el patrimonio natural y arquitectónico de la Isla y fomentar el acercamiento del público residente y visitante a esta manifestación artística, haciéndola tan necesaria como otras. A la oferta de este año se añaden propuestas que pretenden consolidar el Festival con actividades paralelas de otras disciplinas relacionadas con la danza. Para ello cuentan con la colaboración de otros certámenes como Arrecife en Vivo y Across Hip Hop Lanzarote.

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