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Insumisos: pregoneros de la paz

Cinco antimilitaristas de Lanzarote recuerdan hoy ese movimiento, que nació hace 30 años

De izquierda a derecha, Juan Antonio de la Hoz, Tino Medina, Juan Montelogo y Carlos Álamo. En la foto falta Casto Caraballo, que prefiere no salir. Foto: Manolo de la Hoz
Saúl García 0 COMENTARIOS 13/03/2019 - 07:13

Juan Montelongo (Arrecife, 1967) fue el primer insumiso de Canarias en entrar en prisión por negarse a realizar el servicio militar y la prestación social sustitutoria. Lo condenaron a un año de cárcel pero la Fiscalía apeló y le aumentaron la condena. Entró en Tenerife II en el verano de 1992 y salió de forma definitiva un año después. El pasado 20 de febrero se cumplieron 30 años del nacimiento de la campaña de insumisión y el 9 de marzo se cumplen 18 del decreto que eliminó la ‘mili’.

Cuando Montelongo llevaba un mes en la cárcel, el Gobierno del PSOE decidió, ante la presión social y la acumulación de casos, otorgarles el tercer grado penitenciario: salían por la mañana de la cárcel y volvían por la noche.

Pero el movimiento de insumisos era de acción-reacción, así que decidieron no volver a prisión. En ese tiempo, hasta que fue detenido el 30 de diciembre, Montelongo, que había estudiado Psicología en La Laguna, volvió a Lanzarote y eso sirvió para impulsar el nacimiento de la Coordinadora Antimilitarista de Lanzarote (CAL), que fijó su sede en la calle Cienfuegos.

Él mismo resalta que lo individual no tiene importancia. “Siempre que cuento esto digo que se trató de una cuestión colectiva”, señala. “Cuando fuimos a registrar la declaración de insumisión en la Delegación del Gobierno éramos ocho”, dice.

Además, el mismo día que él entró en prisión en Tenerife, otro compañero lo hizo en Gran Canaria. Así pues, Montelongo fue el primero pero no el único. En Lanzarote hubo cerca de una docena de insumisos y Diario de Lanzarote ha reunido, muchos años después, a cinco de ellos.

Los otros cuatro no tuvieron que pasar por juicio ni por la prisión y no sufrieron ninguna represalia. Tres de ellos son de Guatiza: Carlos Álamo (1971), Casto Caraballo (1969) y Juan Antonio de la Hoz (1966), y el otro, el más joven, de Arrecife, Tino Medina (1974). Todos firmaron y registraron una declaración de insumisión, que hicieron pública. Se negaron a incorporarse a la prestación social sustitutoria, que les había tocado, en unos casos, en el Ayuntamiento de Tías y en otro en El Cribo.

Sobre ellos sobrevoló la amenaza de una inhabilitación o de lo que se llamó la “muerte civil”. “Todo se hacía público”, recuerdan. Dicen que primero se creó el Movimiento de Objeción de Conciencia, después, cuando se creó la Prestación Social Sustitutoria, nació la insumisión, y así se siguió dando un paso tras otro.

“No se trataba solo de eliminar la mili, lo que nosotros decíamos era otra cosa -dice De la Hoz-, había detrás una filosofía de desobediencia civil y menos gasto militar”, además de la campaña contra la OTAN o la militarización de Canarias.

En Lanzarote coincidió esa época con la instalación de otra base militar en las Peñas del Chache. Se creó la coordinadora Salvar el Risco a la que sumaron colectivos de otra índole y se intentaron parar las obras militares.

La CAL organizó un primer encuentro en Haría y hacía actos públicos, asambleas, charlas en institutos, concentraciones en los cuarteles, conciertos… Hubo muchas muestras de apoyo. “Había gente que se autoinculpaba”, recuerda Montelongo. También se hizo un acto de quema de cartillas militares de aquellos que ya habían hecho la mili.

En Lanzarote hubo cerca de una docena de insumisos y Diario de Lanzarote ha reunido, muchos años después, a cinco de ellos. Cuatro no tuvieron que pasar por juicio ni por prisión

En La Laguna, recuerda Carlos, “las mujeres se implicaron mucho”. El claustro de esa universidad también se mostró a favor, igual que algunos cargos públicos. Cuando estaba en prisión, a Juan le dieron un reconocimiento (no recuerda si fue el Cabildo) por votación popular y un exmilitar se encargó de declarar públicamente que eso “era un error”. El reconocimiento lo recogió su madre.

Esa parte, la de la familia, no fue fácil. Tino dice que ni su padre ni su madre lo llevaron bien. Él era conocido porque era jugador de fútbol, un ambiente en el que tampoco recibió mucho apoyo “aunque tampoco críticas”.

“En el pueblo tampoco te apoyaban mucho”, dice Casto, aunque en el acto que se hizo en Guatiza para apoyar a Carlos, cuyo hermano también fue insumiso, su madre se levantó y le apoyó públicamente. “Lo de la falta de apoyo nos pasó a todos al principio -dice Juan- por desconocimiento, pero cuando veían que había mucha gente detrás se iba tolerando más”. Creen que en Lanzarote el movimiento fue “más virgen, “más espontáneo”, porque en otros lugares era más variopinto: había anarquistas, nacionalistas...

En Lanzarore, recuerdan, no se despreciaba a nadie, hubiera hecho la mili o la objeción. Cada uno aportaba lo que podía. “¿Mereció la pena?” Dice Carlos que sirvió a los jóvenes a nivel educativo y de participación y que hoy en los colegios los valores sobre la paz son troncales, así como la resolución de conflictos sin violencia y que se trabajan planes de convivencia. “Hoy la percepción de la necesidad del ejército es otra, está en declive”.

“Los jóvenes que estaban entonces en el instituto lo valoraron mucho –dice Casto-, después quizá ya no lo conozcan tanto”. Juan dice que personalmente está muy orgulloso de aquello y que la insumisión produjo que mucha gente se hiciera eco del movimiento por la paz y el antimilitarismo. Dice que el movimiento no iba a llegar al nivel de las multinacionales del armamento pero que la batalla social se ganó y cree que hace treinta años ni se planteaba la devolución de los cuarteles para uso público y ahora seguro que la mayoría de la gente estaría de acuerdo.

Por último, Juan Antonio reconoce los avances pero dice (algo que reconocen todos), que el movimiento se desinfló cuando quitaron la mili y que quedaron muchas cosas en las que avanzar, como el impacto de las instalaciones militares en Canarias, el gasto militar o la objeción fiscal. También reconoce que se ha avanzado algo en la transparencia en gastos militares.