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De los aborígenes hasta nuestros tiempos: así se recuperan las tradiciones en Lanzarote

“Cualquiera que quiera defender las tradiciones es bienvenido”, destaca Pedro Lemes, colaborador de la asociación Pueblo Maho

María José Lahora 0 COMENTARIOS 15/08/2018 - 08:26

Un grupo de amantes de las tradiciones y la cultura aborigen ha ido rescatando costumbres y prácticas ancestrales de los moradores de Lanzarote como forma de recuperar la esencia de la misma.

Pedro Lemes, colaborador de la asociación Pueblo Maho, se convierte en improvisado portavoz y comenta su experiencia personal. Su motivación es querer empaparse de las tradiciones. Hace poco aprendió silbo, practica el salto del pastor, el juego del palo… pero también quiere difundir entre los jóvenes estas costumbres.

Lemes asegura que el juego del palo está más arraigado de lo que se piensa y duda de que se encuentre en peligro de extinción, en gran parte, gracias al maestro Cristín Feo y el legado que transmitió a sus discípulos y que estos, a su vez, han conseguido que se practique entre los jóvenes.

Asegura que los chavales lo reciben con los brazos abiertos, aunque hay que esconder la “lata”-como se denomina a la vara del salto- si quieren que se centren primero en el juego del palo. “Es más teórico y, si ven el palo para saltar, enseguida se quieren lanzar a por él, porque lo consideran más animado, un reto”. Es sólo al final de la clase cuando saca la lata para que los niños salten.

Una pequeña contribución a las costumbres canarias es la tienda de artesanía que ha abierto recientemente en Arrecife en la calle Cienfuegos, bajo el nombre de ‘El bucio’, en la que, entre otros artículos hechos a mano, se pueden encontrar camisetas que confecciona con los grabados que existen en parte del patrimonio lanzaroteño, porque es consciente de que primero se debe conocer para defender y “todos esos sitios están desprotegidos”.

Asegura que él mismo está ávido de conocer nuevas costumbres, como el silbo, que hasta hace poco no practicaba y que en cinco meses ha pasado a formar parte de su acervo cultural. “Como yo hay mucha gente, pero no siempre hay lugares donde aprender y ahora muchos que nos ven silbar están deseando practicar también”.

El curso lo ofreció en Lanzarote yosilbo.com y cada semana disponían de un nuevo monitor. El coste fue tan simbólico como una cuota mensual de diez euros para abonar los viajes a los monitores que en ocasiones pernoctaban en el domicilio de algún miembro del colectivo. “Venían con todo el corazón del mundo desde La Palma, de El Hierro, Tenerife, Gran Canaria…”.

El grupo se reúne los fines de semana y con sus latas o garrotes, dependiendo de si saltan o juegan al palo, acuden a los encuentros en riscos o escenarios en contacto con la naturaleza. Cualquier barranco es bueno para practicar el salto del pastor. Dice este aficionado que es la única actividad física que realiza, así que se dedica a fondo. No hay edad para participar en el colectivo: “Cualquiera que quiera defender las tradiciones es bienvenido”.

Así, junto a su pareja se dedica al salto de pastor en las ocasiones que pueden con el grupo de amigos con los que quedan para practicarlo. El risco de Famara parece ser el más idóneo para esta actividad, pero sin embargo cualquier zona con barranco donde pueda darse un salto de entre tres cuatro metros es bienvenida.

Cuenta la anécdota del Rincón de la Paja, donde ellos bajan por una cresta de hasta dos metros de altura. Esa vertiginosa experiencia no hizo que superara su vértigo, pero sí le permitió “soltar mucha adrenalina”. Es un salto que recuerda con mucha emoción y del que dice que lo importante es que “aprendes que el palo te protege”.

El colectivo con el que practica el salto del pastor en la actualidad suma una treintena de aficionados, “pero estamos abiertos a la participación y quien quiera aprender que venga”, invita Pedro. Realizan una loable labor de divulgación. Normalmente les llaman para ofrecer talleres o cursos y a donde van son bien recibidos.

“Cada vez que se nos presenta la ocasión, allí estamos y, sobre todo, cuando se trata de la juventud, porque ellos son el futuro”. Es, como muchos, de los que piensa que ciertas prácticas como el juego del palo y otras tradiciones deberían ofrecerse como actividades extraescolares.

Recuerda cómo de niño había una cancha de bolas y un terrero de lucha en su colegio. “Hoy día sólo ves que se utiliza en fechas señaladas, como el Día de Canarias, y el resto del año se olvida por completo”.

Lata y garrote

Palo chico, medio y largo. Son los tamaños para el garrote con el que se desempeña el juego. El más pequeño recibe el nombre de macana o tolete, que se ha recuperado hace una década desde Venezuela o Cuba, a donde los emigrantes lanzaroteños lo llevaron.

El palo medio es el empleado en el juego de Lanzarote y ha sido bautizado con el nombre del juego conejero del maestro Cristín, quien recuperó esta tradición y formó su propia escuela. El palo largo es el denominado garrote, usado antiguamente y que ahora se ha reservado para Gran Canaria.

La mejor madera que se puede encontrar en Lanzarote es la de acebuche y de ahí el dicho: “Contra el acebuche nunca luches”. Se puede localizar en jardines de barrio o en hoteles, la fecha de corte idónea debe ser la luna menguante de febrero, a ser posible marea baja. “Al parecer tiene que ver con la savia del árbol”, explica.

En los talleres que imparten enseñan también a los menores la elaboración de los palos como el que se ha hecho de almendro, pero recuerda que también puede emplearse el pírgano de la palmera. La “lata” es la versión de la vara para el salto del pastor. Pedro cuenta con dos palos o latas, de 3 y 3,20 metros y explica que, dependiendo de la Isla, así serán las dimensiones del mismo. De este a oeste se va alargando, dado que las zonas se hacen más montañosas.

En Lanzarote la longitud más apropiada solía ser el de metro y medio o los dos metros, no hacía falta más por la orografía del terreno. En cambio, en La Palma llegan a medir cuatro metros. También el regatón de hierro de la punta de la vara suele ser más o menos largo dependiendo del terreno.


Pedro Lemes. Foto: Manolo de la Hoz.

Asegura Pedro que a día de hoy, en Islas como La Palma, La Gomera o Tenerife, aún hay pastores de avanzada edad que emplean el salto para manejarse entre los barrancos. Antiguamente, el mismo garrote del juego del palo se usaba para pastorear.

Sin embargo, esa costumbre se perdió y ahora se usan las latas. Lo importante es que están elaboradas con maderas ligeras para arquearse y que no astillen. También el salto requiere su técnica. A veces no es tan necesario dar un gran salto como bastonear, que consiste en deslizarse por la pared con el apoyo del palo en el suelo. “Incluso a veces es más bonito ver el bastoneo”, comenta.

Weñesmed

En la celebración del Weñesmed se comparten tradiciones, gastronomía y se parrandea. Cada uno aporta su granito de millo y representan el rito aborigen en el que pedían a los dioses guanches que la siguiente cosecha fuera bendecida. Weñesmed o Bellesmén significa “cuando el sol está más cerca de la tierra”, según recuerda Pedro.

En esa fecha se recoge la cosecha y antaño la celebración duraba hasta nueve días. Incluso tribus enfrentadas acordaban una tregua para los festejos. Todos participaban con sus aportaciones. Y aunque a día de hoy “no se pueden matar cabras como entonces -ríe Pedro- todo el mundo lleva algo”. En torno a sesenta personas se reúnen para conmemorar esta tradición. “Una fiesta familiar y amistosa” donde también se realizan demostraciones del juego del palo, del salto del pastor, y de otras tradiciones.

En ese evento llevan un molinillo para realizar su propio gofio, aunque primero se prepara la tafeña con el tiesto. También sirve de escaparate para los artesanos del grupo, y se trabaja el barro o el cuero. Tampoco faltan los parranderos y todo el que se preste con una guitarra y timple.

El pasado año tuvo lugar en la cueva de Ortiz en Tinguatón (Tinajo), que se llenó en la víspera del 15 de agosto, una festividad más antigua que la de tradición católica. Esa noche realizan el rito aborigen de ofrecer a los dioses una vasija de barro llena de leche de cabra para pedir una tierra fértil y una mejor cosecha.

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