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De cuando el Charco pudo convertirse en un aparcamiento

El Ayuntamiento de Arrecife llevó a votación en los años 70 un plan para urbanizar el Charco de San Ginés, hacer edificios de cinco plantas y cubrir un tercio de su superficie para conseguir plazas de aparcamiento

Foto: Manolo de la Hoz.
Saúl García 6 COMENTARIOS 17/06/2018 - 09:16

En los últimos años el Charco de San Ginés se ha transformado. Se ha llenado de bares, de terrazas y de gente. Es la zona de ocio y restauración de la ciudad. Los vertidos prácticamente han desaparecido del Charco, y sus aguas, también por un proceso natural, han dejado de ser el lodazal que fueron por la cercanía de las conserveras de pescado. Evidentemente, no siempre fue así, y pudo ser mucho peor. A principios de los años setenta se planteó un proyecto que suponía cubrir casi un tercio de su superficie para construir aparcamientos y edificios de cinco plantas. El proyecto, como es obvio, no se hizo. Esta es la historia.

El proyecto tenía, según se publicó en el periódico La Provincia, en una crónica de Guillermo Topham, una triple política de acción: la apertura de accesos a la ciudad “no sólo físicos sino de vistas”, conseguir una fachada de la ciudad al Charco y con ello nuevos espacios edificables, y la ganancia de terrenos al mar, que conllevaría a su vez varias ventajas: crear suelo en la zona más próxima al centro urbano, concentrar la densidad de espacios para aparcamientos y áreas para peatones y obtener un capital para el Ayuntamiento para los gastos de urbanización.

El proyecto se inicia en 1970 con Ginés de la Hoz en la alcaldía, tiene su apogeo durante el mandato de Rogelio Tenorio, hasta 1974, y se entierra ese año con el alcalde Jaime Morales. Formaba parte del plan parcial zona 6polígono del Charco de San Ginés y lo presentó, con un presupuesto de 390.000 pesetas, la empresa Cinam, que el 13 de agosto de 1970 enviaba una carta al Ayuntamiento: “Estamos muy interesados en este plan parcial porque completaría toda la futura fachada de la ciudad hacia el mar”, terminaba la carta.

El Ayuntamiento acuerda por unanimidad su contratación. Además de reducir la super ce del Charco en todos sus lados, hasta un tercio de su superficie, se preveía levantar edificios de cinco plantas, hacer un aparcamiento subterráneo para 450 coches y otro en superficie para 182, ampliar la calle Juan de Quesada, construir un paseo marítimo, hacer parques, instalaciones deportivas y espacios libres.

No era la primera vez que había proyectos para el Charco. Lo relata Agustín de la Hoz en El Eco de Canarias. En el inicio del Siglo XX, Antonio María Manrique propuso que el Charco se convirtiera en una mareta pública de agua dulce. Otro proyecto de 1924 propone sellar el Charco y crear un parque del estilo de San Telmo o García Sanabria.

En 1965, el entonces delegado del Gobierno, el señor González García, inicia un expediente para la urbanización del Charco que se puede resumir en cambiar agua por solares y que, en opinión del periodista, “invita a la rebelión del buen sentido estético”. Y en septiembre de 1966, en lugar de intentar cambiar el aspecto, quisieron cambiar el nombre. El Ayuntamiento aprobó que al Charco se le llamara Lago, porque Charco se consideraba peyorativo. La iniciativa no tuvo ningún éxito.

Pero volvamos al proyecto de Cinam. La opinión pública ya hablaba de él. Leandro Perdomo escribe en La Provincia que no le convence porque considera que en Arrecife hay suelo de sobra y pide, eso sí, que limpien el Charco. En junio de 1973 hay un encendido debate en el Ayuntamiento y la Corporación pide a Cinam que se traslade a Arrecife para informar de la posibilidad de introducir cambios. Se inicia una campaña en la que se pide la opinión a varios colectivos y en la que es clave el concejal Francisco Cabrera Matallana, que después sería el primer presidente del Consorcio insular del agua.

La Junta General del Colegio Oficial de Aparejadores de la delegación de Lanzarote se manifesta y dice que “es criterio unánime el grave perjuicio que ocasiona a la ciudad en general y a los propietarios en particular de dicha zona el que se siga demorando la aprobación del plan en cuanto a las edificaciones”, pero considera que la financiación del plan “pudiera no justificar el sacrificio de tal belleza natural” y concluye que “la solución ideal sería su embellecimiento sin atentar su integridad salvo lo estrictamente necesario para paseos y jardines”.

También se pide la opinión al Centro de Iniciativas y Turismo de Lanzarote (CIT), una especie de Patronato de Turismo. En una sesión extraordinaria, también en junio de 1973, rechaza por unanimidad el proyecto por tres motivos: porque el Plan no debe buscar una rentabilidad transformando parte del Charco en garaje subterráneo sino que se debe embellecer, dragar y limpiar “conservando su primitivo sabor”, porque levantar muros en su contorno atenta contra su belleza y porque no se debe reducir su tamaño.

Entre las once rúbricas que firman esa declaración está la de César Manrique, que en un informe adjunto añade que sólo se busca el negocio fácil para unos pocos, que Arrecife no puede caer en el “error de masificación” de Las Palmas o Santa Cruz y transformarse “en un pueblo lleno de vulgaridad y fealdad”. Alega que el Charco podría ser el lugar que potenciaría indirectamente a todo Arrecife y “la piscina natural más hermosa, limpia y bella de España”.

Ante estas reacciones, Cinam responde. Dice que tanto el Ayuntamiento como el Colegio de Aparejadores aprobaron en su día el avance en el que ya se recogía la idea de disminuir la ocupación del Charco, pide que se someta a información pública para conocer la opinión de todos los ciudadanos, asegura que no es el momento adecuado para hacer cambios y argumenta que “los inmovilistas” condenan al Charco “a continuar siendo el basurero que todos conocemos”. “Las bellezas naturales del Charco son hoy ilusorias”, dicen. También hablan de que hay quien quiere frenar el desarrollo de la ciudad y canalizar el turismo hacia el resto de la Isla.

En septiembre de 1966, en lugar de intentar cambiar el aspecto, quisieron cambiar el nombre. El Ayuntamiento aprobó que al Charco se le llamara Lago, porque Charco se consideraba peyorativo. La iniciativa no tuvo ningún éxito

Finalmente, el 30 de octubre de 1973 se lleva el Plan a pleno para su aprobación inicial. Cabrera interviene. De ende su retirada y dice que “el proyecto da la espalda a los valores históricos y paisajísticos”. El proyecto no se aprueba, aunque uno de los concejales vota a favor. Lo que se hace es encomendar al concejal que presente las modificaciones que deberían introducirse para que se apruebe inicialmente.

En julio de 1974 se aprueba el nuevo anteproyecto, que lo habían hecho, gratuitamente, el arquitecto Miguel Ángel Armas Matallana y César Manrique y que lo de ende Cabrera en pleno. Habla de la necesidad de mantener la integridad del Charco y de conservar su paisaje y recuerda cuando el lugar no estaba “encenagado y con basura”. “El Charco de San Ginés era bonito y sólo se añoraba la falta de medios económicos para hermosearlo construyendo un paseo de ribera”, dice el edil y añade que con ese proyecto se ponen las bases para conseguir que el Charco sea el “futuro orgullo urbanístico de nuestra ciudad”.

Antes de eso, ya se había llevado el nuevo proyecto a la Comisión de ornato, urbanismo y vivienda, que lo aprueba y añade que se podrá construir una vía subterránea para descongestionar la calle Aquilino Fernández “si en futuro las necesidades del tráfico lo exigieran”. Y también se había llevado de nuevo al CIT, que integraban personas como Aureliano Montero, Antonio Becerra, Agustín Acosta, Juan Brito o Antonio Lorenzo, entre otros, y que se mostró de acuerdo con las reformas.

En julio de 1974, el alcalde felicita al concejal por el informe del Charco y se nombra una comisión para llevar a cabo el nuevo proyecto, en el que además de Cabrera y Manrique, están Armas Matallana y José Manuel Fiestas Coll. En una entrevista de la época, Manrique dice que el Charco “se ha salvado gracias a Paco Cabrera, un concejal inteligente que ha podido convencer a la Corporación”. El proyecto definitivo lo aprueba el alcalde Jaime Morales en noviembre de 1974 pero el diseño y las obras se dilatan y no se acometerán hasta muchos años después.

Comentarios

El Charco se salvó, cosa que no pasó con Playa Blanca y demás territorios urbanizados salvajemente.
Felicidades por el artículo. Gracias a D.Paco Cabrera y Cesar Manrique. Curioso las argumentaciones de la época de la empresa y defensores de construir el charco. Me recuerda a los que usan en la actualidad muchos medios de comunicación y personas que defienden el tráfico en la avenida. INMOVILISMO
Arrecife lleva 30 años sin actualizar su plan de ordenación, todos los sistemas generales están caducados. Los ciudadanos con educación y dinero llevan décadas huyendo de Arrecife hacia otras zonas de Lanzarote con más calidad ambiental. Mientras otras ciudades de España se volvían más ricas y atractivas Arrecife se ha ido hundiendo cada vez más profundamente en la fealdad.
Cesar Manrique, queria hacer en el charco un proyecto parecido al lago martianez, pero no le dejaron.
Y la propuesta ahora de unir la calle real y el charco y que es de ahora no va hacerla
Echo de menos a César Manrique..hubiera parado los atropellos ambientales hoy ejecutados y aún por hacer, lamentablemente.

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