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“Subes al barco siendo una persona y en la primera guardia ya eres otra”

Ismael Furió, presidente del comité de empresa, recibe, en nombre de Salvamento Marítimo, un reconocimiento en Lanzarote: “Fuimos improvisando todo”

Saúl García 1 COMENTARIOS 27/12/2022 - 07:48

Migratlantes, el II Encuentro de migraciones atlánticas que se ha celebrado este año en Lanzarote, finalizó con un homenaje a los tripulantes de Salvamento Marítimo, que han rescatado en medio del Atlántico en las últimas décadas a unas 150.000 personas.

Ismael Furió preside el comité de empresa y recogió ese reconocimiento. Trabajó durante 10 años en las Islas pero no llegó a conocerlas. Solo los puertos “y lo que había a veinte minutos de distancia”, dice.

Los turnos de trabajo eran poco habituales: un mes de trabajo y un mes de descanso. El mes de trabajo transcurre embarcado: la disponibilidad es de veinticuatro horas al día, siete días a la semana.

Hasta el año 2008 era marino mercante en remolcadores, en una naviera, pero le rondaba la idea del salvamento marítimo, así que cuando se inició este servicio no se lo pensó. Se embarcó en la Guardamar Caliope, una embarcación que tiene una tripulación de ocho personas. La base estaba en Tenerife, pero se movían por todo el Archipiélago.

Sus primeras misiones no fueron muy útiles. “Frontex o el Ministerio, no sé quién fue, dibujó una línea imaginaria en la latitud 27º 20’, en medio del mar, que había que patrullar. Siempre tenía que haber una unidad patrullando como si estuviera pintada, los barcos se iban turnando porque no se podía abandonar. La línea no marcaba nada, era absurdo y nunca supimos para qué estábamos ahí, no tuvimos claro el motivo de esa vigilancia, porque estuvimos dos años y jamás se localizó nada, ni una patera”.

Sin embargo, sí acudían si se localizaban en otro lugar. Esos fueron los inicios del salvamento en esta zona. La línea se quitó y las unidades grandes, las Guardamar, comenzaron a patrullar el Archipiélago desde Caleta de Sebo a La Restinga de forma constante. Recuerda perfectamente el primer rescate. Fue un cayuco “tan grande como la Guardamar, de más de treinta metros”. Iban más de 150 personas, subsaharianos. “Me impactó mucho, pero después te das cuenta de que fue un rescate con unas condiciones ideales, con la mar en calma y se pudo sacar bien a todo el mundo”.

“Éramos todos nuevos, toda la tripulación, y lo vivimos con mucha tensión. No teníamos ese cuajo psicológico que vas cogiendo después, nos desbordó. No había formación específica, ni la sigue habiendo... En realidad, hemos sido nosotros los que hemos creado una escuela, que han asumido ahora las ONG”, asegura. “Fuimos improvisando todo, las maniobras… No había ni un protocolo, te lo vas inventando”.

Pero el mayor impacto estaba por llegar en un cayuco un poco después del primero. “Venían dos niños en el cayuco y estaban escondidos entre la ropa. Estuvimos a punto de abandonar el cayuco y dejarlos ahí, los sacamos casi inconscientes y si no metemos la mano debajo de la ropa, los dejamos allí. Ya había pasado todo el mundo al barco y se nos ocurrió mirar, estaban tapados y no se les veía”. “Aquello nos tocó mucho la fibra -señala- e incluso preguntamos si la tripulación los podía apadrinar o hacernos cargo de ellos, porque nos impactó mucho”.

Nunca ha tenido un accidente durante esos cientos de rescates, ningún vuelco en una embarcación, con personas ahogadas, pero eso sí ha ocurrido en su misma embarcación en otros turnos. Un compañero siempre recordaba que se le había quedado grabada la imagen de las manos de esas personas hundiéndose en el mar. “Eso es terrible, es algo que pasa y es ingobernable, da la vuelta porque pierde la estabilidad, y ahí no se puede hacer nada”.

Pero sí ha habido muchos para los que no hubo tiempo, que ya habían fallecido cuando llegó el rescate. “Te hace mucho daño psicólogo, porque piensas qué hubiera pasado si llegas un poco antes, y después te toca aprender a no responsabilizarte, a pensar que los mata el mar, el Gobierno, el que quieras... hay muchos actores que intervienen”.

“Van a venir de todas formas, queramos o no, le demos dinero a Marruecos o no”

Por el contrario, hay momentos de mucha satisfacción, “que piensas que haces bien las cosas, que te queda una buena sensación”. “En La Gomera hay un chaval que tiene un kiosco y vino en una patera, muy simpático. Me tomé algo allí y no le dije nada pero me quedé con esa sensación, de que a lo mejor había pasado por nuestro barco”, señala.

“No hay que estar hecho de una pasta especial para este trabajo”, dice. “La vocación no la trae nadie, ni siquiera los valores, es un trabajo bien remunerado, estable, que no es poco, y hay todo tipo de gente”. Dice que hay personas que embarcan con unos valores y desembarcan con otros, “a mejor”. “Subes al barco siendo una persona y, en la primera guardia, cuando bajas, ya eres otra, te das un baño de realidad”, afirma.

Ismael señala que para comprender este fenómeno hay que ponerse en la piel de una madre que envía a su hijo, de ocho años, diez o doce años, en una patera a Europa. “La madre lo ha soltado, ha pagado y no sabe si está vivo o muerto”.

“Yo, que tengo una hija, intento hacer ese ejercicio de qué me tiene que pasar, qué ausencia de futuro, para ir al muelle, dar 3.000 euros y a tu hijo y que sea lo que Dios quiera... Si tienes hijos, lo entiendes y te haces más intolerante con las personas que no piensan así”. “En ese sentido, me he radicalizado, ya no tolero a las personas que no vean cosas tan obvias como estas, porque su discurso mata gente”, añade.

Mitos

El mito más extendido es el de los barcos nodriza. “Yo siempre digo lo mismo: en diez años nunca he visto ninguno”. Respecto a las mafias, dice que las hay, pero no “como las que nos venden”. “A veces -señala - son cuatro caciquillos del lugar a los que tienes que pagar, y muchas veces el patrón, porque los he visto, es un pobre diablo, que sabe manejar el barco y hace el viaje gratis y al tercero ya se queda”.

“No hay que estar hecho de una pasta especial para este trabajo de rescate de personas”

¿Es una mafia?, se pregunta. Sí, pero no como las de las películas. Y no es la única, para Furió. ¿Hay mafia en el rescate de personas? “Sí, una mafia enorme”, dice. Se pregunta: ¿Dónde están los motores fuera borda de las pateras? ¿Quién los vende? Los pasaportes falsos que compran los migrantes para salir por las fronteras, ¿quién los vende?, ¿no se detectan a pesar de que son falsos? O los concursos de traslado de personas migrantes, “que los gana la misma empresa de autobuses”. “Para muchos, esto es un negocio aquí”, dice. “Hasta en Aliexpress, si ponías refugees boat, aparecían dos empresas en China dedicadas a vender pateras...”, asegura.

“Van a venir, queramos o no, le demos dinero a Marruecos o no, y estamos creando un monstruo más grande, estamos aguantando con un tapón”, reflexiona. “Se ha desbordado el río y estamos poniendo piedras”, concluye.

Trabajadores

Furió destaca que el servicio de Salvamento Marítimo de España es el único servicio de este tipo en Europa con carácter público. Dice que se creó “casi por casualidad”, porque España tenía un equipo de rescate “a la española”, “con remolcadores que no servían y no salvaban nada”. Después se compró por parte del Estado una empresa pequeña de Santander. Con la llegada de la crisis, “como no se no se podía privatizar, nos absorbió Sasemar (la Sociedad de Salvamento y Seguridad Marítima) y pasamos a formar parte del Ministerio de Fomento”.

Furió es presidente del comité de empresa. Dice que Salvamento Marítimo “funciona muy bien, con una eficiencia enorme” y que el coste es bajísimo: 250 millones de euros al año, pero que podría funcionar mucho mejor porque la flota de barcos y tripulantes solo cuesta 50 millones para toda la costa y para todos los rescates, de migrantes, pescadores o turistas.

En la flota trabajan 800 personas “y en Madrid otras 200”. Dice que los directores no son marineros, que hay muchos gastos superfluos, en chóferes, en despachos, en cursos en Abu Dabi o en 15 personas en un gabinete de prensa que envió el año pasado 12 notas de prensa. “Esto funciona bien por los trabajadores”, asegura.

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