Luis Arencibia

Utilidades del ecologismo

Cada sociedad tiene sus propias ideas y valores prestigiosos, y en nuestro caso el ecologismo sin duda es uno de ellos. No quiero decir evidentemente que este sea el valor que rige mayoritariamente nuestros comportamientos, sino que se trata de la idea que en el plano teórico ocupa el escalafón más alto de la pirámide de ideas sagradas. A nadie -o a casi nadie- se le ocurre decir públicamente que el cuidado del medio ambiente debe estar por detrás de cualquier otra cosa. Y las empresas -en especial las más contaminantes- gastan millones de euros en asociarse a ese concepto.

Se trata sin duda de una buena idea para tenerla como principal, pero evidentemente no es universal, y en otros lugares tienen otras: la familia, los mandatos de una religión, el trabajo, la superación personal...Desde otros sitios consideran un poco ridículo nuestro empeño en tener cuatro o cinco diferentes cubos de basura, de la misma manera que a nosotros nos parece primitivo que en pleno S. XXI en otros lugares sigan dejándose llevar por los mandatos de una religión.

Cada caso tiene sus ventajas, sus inconvenientes...y sus miserias e hipocresías. Porque, como bien saben los antropólogos, en el fondo todas estas sociedades coinciden en lo mismo: están formadas por humanos en permanente lucha entre sí por el poder, por las buenas y por las malas. Así, por ejemplo, la idea de familia unida, a priori positiva, es aprovechada en muchas sociedades por los líderes de cada una de ellas para ejercer el abuso de poder. O en otras se toman aquellos pasajes que interesan de las lecturas sagradas en beneficio de unos sobre otros.

En nuestro caso, por supuesto que hay ejemplos diversos en los que nuestra idea o valor principal se utiliza en el humano juego por el poder y el status social. Por ejemplo, el ecologismo sirve como papel de celofán con el que envolver y así justificar un sinfín de actuaciones políticas, muchas de ellas cuestionables y en el fondo contrarias a la propia idea de conservacionismo. Siendo más concretos, estamos cansados de ver cómo gestores públicos hacen una y otra vez ese razonamiento de trileros en el que, como conservar es mantener las cosas como están, su inacción en la regulación del uso de los recursos ambientales no deja de ser un gran ejercicio de conservacionismo. No habiendo regulación, no hay uso y, por tanto, se conserva.

Este razonamiento está detrás de que en nuestra isla no estén actualizadas -o ni siquiera hechas por primera vez- las normativas de casi nada de lo importante en cuanto a gestión ambiental: la ordenación del territorio, la implantación de renovables, el uso de espacios naturales, la posible implantación o no de instalaciones acuícolas...En todos los casos, los sucesivos gobiernos, en instituciones distintas, que han incumplido sus obligaciones -y que solo se han despertado cuando otros las ejercían- se han servido del ecologismo como una herramienta más en la justificación de su legitimidad en el poder, a pesar de su incompetencia o su vagancia. El argumento de "este es un tema ecológicamente sensible, necesitamos estudiarlo más", se puede usar infinitas veces, por tiempo indefinido. Un chollo para un gestor.

Por otra parte, como nuestras sociedades están, indiscutiblemente, entre las más democráticas e igualitarias del mundo, sabemos usar el ecologismo para repartir equitativamente el poder despótico entre un gran número de ciudadanos. Sucedió por ejemplo cuando en 2014 salimos a la calle reclamando "¡No al petróleo, sí a las renovables!". Tras casi una década de aquello, está claro que el lema que de verdad estaba detrás de aquella manifestación era "¡No a cualquier tipo de inconveniente!", porque a día de hoy a la inmensa mayoría se la trae al pairo que sigamos siendo uno de los mayores consumidores de petróleo per cápita de Europa. E, incluso, son cada vez más aquellos que pregonan nuestro derecho a ser zona libre de aerogeneradores.

"Nosotros merecemos ser una excepción en el esfuerzo mundial por salvar el planeta, porque vivimos en un entorno más digno de conservación que la inmensa mayoría. Y, siendo esta conclusión producto de un nivel moral superior, consideraremos toda reflexión en contra como intrínsecamente malvada, o ignorante". ¿Es o no es un razonamiento retorcido en la lucha por el poder, digno de estudio antropológico?

 

Comentarios

Bobadas poco reflexionadas es todo lo se nos cuenta en este artículo; eso, en el mejor de los casos; de otra manera, cabría suponer cosas más feas.
Pobre [...], perdido en las pajas mentales del Marsá
Escribiste "[...]" o el moderador te editó el comentario?
Chicos, ¿se animan a dar la cara con sus nombres para insultar? Entiendo que no lo harán, porque no se harán cargo de algo tan cutre como descalificar personalmente a alguien por un articulo de opinión. Pero, en serio, les animo a poner su nombre, porque sobre la marcha seguro que se responsabilizaría de lo que dicen y se podría hasta hablar. Anímense

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