José Parrilla Curbelo

Triple paridad

Los resultados electorales en el Archipiélago Canario han provocado reacciones de amplio espectro, no siendo la menos importante la virulenta reactivación del insularismo en las islas más pobladas, con especial significación en Gran Canaria. Conocido es que Tenerife y Gran Canaria, las islas insularistas por antonomasia, a sus disputas por la hegemonía, prefieren llamarlas "pleito insular", y tratan de usar lo de insularismo para referirse a la explicación pública de intereses que se formulen desde las islas menos pobladas.

No es casual que en este debate sobrevenido nada se hable de política, es decir del poder y de su arquitectura en las islas, sino de un fundamentalismo democrático cuyo parecido con el de Bush sobre Irak asusta. No es tampoco casual que se ignore que la triple paridad no nace en Las Cañadas, sino que encuentra su feliz formulación en el Estatuto de 1936 por impulso del Colegio de Agentes Comerciales de Las Palmas, redactado por Junco Toral, y que sólo el Golpe de Estado de julio del 36 frustró su aprobación por las Cortes republicanas, impidiendo de paso que el calificativo de comunidad "histórica" añadiese el Archipiélago Canario a las de Galicia, Euskadi y Catalunya. Ese Estatuto de Junco Toral democrático y republicano, socialmente avanzado está hoy infeliz e injustamente olvidado, no sé si por sus ideas democráticas y republicanas, por haber logrado el apoyo de todas las islas o por su perspicaz formulación de la triple paridad. (Gran Canaria y Tenerife 6, Lanzarote Fuerteventura y La Palma 3, Gomera 2 y El Hierro 1. Total 24 representantes).

En la lucha por la hegemonía del Archipiélago, Gran Canaria ha optado en los últimos lustros por un insularismo no explícito con un partido "estatal", el Popular, de irregular implantación en las demás islas, y ahora con un partido insular, Nueva Canarias, de escasísima y problemática presencia fuera de determinados municipios en su propia Isla. A ello habrá que añadir la presencia importante de los nuevos emergentes de Gran Canaria y Tenerife que, calculadora en mano, llegan a la convicción de que su representación aumentaría a costa de las islas menos pobladas. Al insularismo hegemónico de ATI le va bien con el sistema, y por ahora no es de esperar que se sume a la cruzada "democrática". Y al resto no nos va bien. Me permito recordar unas palabras que dije en La Democracia en diciembre de 2002 en la presentación a una conferencia pronunciada por el recordado D. Adán Martín:

La triple paridad encuentra su feliz formulación en el Estatuto de 1936, redactado por Junco Toral, y sólo el Golpe de Estado frustró su aprobación por las Cortes republicanas

“Parece evidente y no discutible el papel esencial que la isla juega en la organización territorial de Canarias y la enorme trascendencia de la relación directa entre los territorios y sus gentes (…) Para mayor dificultad, la fragmentación geográfica no ha producido una distribución uniforme. Las diferencias de tamaño, población y recursos económicos de cada una de las islas configura una realidad compleja, imposible de definir mediante la mera suma de sus partes (…) El enorme dinamismo de las dos islas de mayor población, al que habrá de añadirse la cuota de protagonismo derivada de las legítimas pugnas por el poder ha provocado una excesiva concentración de la mirada de la principal institución autonómica. Cuando en ese escenario irrumpen islas de menor población pretendiendo hablar con voz propia, provocan un cierto estupor y una reacción no exenta de paternalismo. No deja de ser lógico, pues hasta el momento, el máximo exponente de los intentos de crear un equilibrio territorial se ha resumido a una ley de sedes que establece mecanismos de compensación entre las dos islas más pobladas (…) Después de veinte años de autonomía, es el momento de comenzar a reconocer la pluralidad de los territorios de Canarias, reconocer que Lanzarote, al igual que el resto de las islas menos pobladas de Canarias, ha de tener encaje incluso en la distribución lógica de órganos de la administración autonómica, pero no a modo de compensación en la búsqueda de un equilibrio forzado (…) Cuando en Lanzarote reflexionamos sobre la construcción de Canarias desde una perspectiva integradora, se observa cierto temor, irritación a veces, que se desprende al observar cómo se producen bloqueos de oportunidades. Entendiendo nuestras aspiraciones al desarrollo como apertura de nuevas oportunidades, la situación actual se percibe como una clausura de posibilidades, tropezando a diario con la ausencia de instrumentos que nos permitan desarrollar las potencialidades propias.

La Democracia está vinculada al Principio de autonomía, la cual es promovida por la capacidad de representar los intereses propios y por la posibilidad de resolver conflictos de intereses mediante el diálogo público. A diferencia de otras épocas, observamos que el encuentro de intereses estratégicos de Gran Canaria y Tenerife, por primera vez en la historia y dadas las características de la nueva economía y las exigencias de escala, puede dejar de ser un obstáculo para la construcción equilibrada de las Islas. No obstante, esa posibilidad de confluencia de intereses es vista con cierto temor desde las islas menos pobladas, recelosos de que el actual modelo acentúe su favorecimiento del centro a expensas de los extremos.

Tenerife y Gran Canaria, las islas insularistas por antonomasia, a sus disputas por la hegemonía prefieren llamarlas "pleito insular"

A título de ejemplo, la concentración bipolar en las dos islas de todas las sinergias económicas que se derivan de la actividad política y administrativa de las instituciones autonómicas (sedes, empresas públicas, etcétera), parece justificar el recelo con que vemos aquella posible confluencia. Nos dice nuestra experiencia que las luchas entre Gran Canaria y Tenerife han centralizado y escenificado las dificultades para la construcción político administrativa del Archipiélago, sirviendo a la vez, para ignorar, cuando no para demonizar, toda formulación explícita de intereses por parte de cualquier otra isla de las menos pobladas. Este debate ha ido tragándose justas demandas, presentando como insularismos deleznables los intereses de las islas menos pobladas. Nuestras dificultades estructurales provocadas por la condición ultra periférica del Archipiélago se ven agravadas en nuestro caso con la doble insularidad, como muy bien se recoge en el prólogo del libro Los costes de la ultra periferia de la economía canaria. Cito textualmente:

"Así, el factor asociado a la doble insularidad se manifiesta con indiscutible relevancia. Además se apunta la existencia de elementos hasta ahora no contemplados de forma explícita, como los denominados costes infinitos, que son definidos señalando que la periferia y la doble insularidad generan costes insalvables que impiden el desarrollo de actividades y provocan la desaparición de empresas. Los costes infinitos, en suma, reducen el volumen de negocio y el crecimiento potencial de la economía que lo soporta, añadiendo que no podrían realizar economías de escala, inversiones estratégicas y de modernización. Los costes de ultra periferia en Canarias afectan de forma especial a las empresas industriales, a las micro empresas y a las empresas situadas en las islas menores, que encuentran muy limitadas las posibilidades de expansión".

Los nuevos emergentes de Gran Canaria y Tenerife, calculadora en mano, llegan a la convicción de que su representación aumentaría a costa de las islas menos pobladas

Con esto estamos absolutamente de acuerdo, a excepción hecha del calificativo de menores inevitablemente asociado a paternalismos y tutelajes, que son parte del problema y no de la solución. Estas afirmaciones sobre la ultra periferia deben ser comentadas, pues para lograr ese Estatuto se evidencian ante Europa las dificultades de las islas que ellos llaman periféricas y nosotros menos pobladas, pero eso no se tradujo en ninguna medida para paliar la situación de éstas sino para que las islas centrales obtengan más ventajas, llegando el caso de subvencionar el transporte entre islas (no entre Gran Canaria y Tenerife) para arrasar con las empresas de estas islas.

Y una anécdota significativa, en la primera legislatura de Paulino Rivero, en una reunión en un hotel de Arrecife, cuando le planteé el problema de la nula información sobre el gasto por persona y por isla en los presupuestos liquidados, no en los soñados al formularlos, y los ingresos por islas se comprometió a publicarlos. Aún esperamos. (Recuérdese que el Círculo de Empresarios logró obtener los datos del gasto por habitante del año 1994 al año 2000, en todos esos años, la inversión por habitante en Lanzarote fue inferior incluso a la de Gran Canaria y Tenerife) Al final la condición de periférico la están fabricando los insaciables de Gran Canaria y Tenerife y el Gobierno de Canarias.

Comentarios

Añadir nuevo comentario