Ana Carrasco

Mi estoica vecina

Las personas que me conocen saben que uno de mis temas preferido de estudio es la psicopatía, y no porque me interesen los psicópatas asesinos, sino los integrados: los que conviven en fingido orden entre nosotros, siendo percibidos por nosotros mismos como personas encantadoras. De hecho, entre sus cualidades más sobresalientes destacan el poder de seducción y de fascinación. Habría mucho que decir sobre los psicópatas en la historia fatídica de Europa, del mundo y también sobre los que habitan esta isla, pero no es la finalidad de este artículo. Sí compartir con ustedes la fascinación que nos causa la tecnología y la credulidad ciega que depositamos en ella, por encima de nuestro sentido común. Verán...

Era un sábado de septiembre, estaba sola y extendida boca arriba sobre una camilla cuando me pareció oír unos gritos de mujer. Sí, eran gritos de una fémina que parecían expresar bastante dolor, aunque, solo por un segundo, se me pasó por la cabeza, dada la secuencia sonora y el lugar, que podrían ser de placer. No estaba en un hospital, ni en un centro antroposófico, estaba simplemente en un centro de estética esperando a que hiciera efecto una mascarilla sobre la piel de mi cara.

Para mi fortuna los gritos me sacaron del mas soberbio aburrimiento. Empecé a especular con profusión imaginativa sobre sus posibles causas, deseosa, a la vez, de que llegara cuanto antes la especialista en belleza y diera una explicación a semejante dolor sufrido por mi estoica vecina. En esas estaba, cuando, por fin entró rauda en mi cabina la esteticista, que no esteticién según la RAE. No tardé ni un nanosegundo en preguntarle a quién estaban matando, y el misterio se diluyó tras la aclaración: La criolipólisis o crioterapia es el nuevo tratamiento de moda y consiste en aplicar un frío muy intenso sobre el tejido adiposo. Luego, sobre la zona congelada se da un masaje manual para "romper" las células, consiguiéndose con todo ello la muerte celular. De ahí el dolor ¡Guau!

Salí del centro con la cara más o menos hidratada y mi cerebro contrariado. ¿Cómo es posible que congelemos hasta su ruptura células de muslos, abdomen, brazos o papada cuando existen métodos naturales y baratos? Debemos tener el sentido común entumecido para someter nuestro cuerpo a tremenda ceremonia destructiva cuando se pueden conseguir los mismos, si no mejores, resultados con un poco de ejercicio y buena alimentación. Debemos tener las neuronas congeladas y sobrada economía para pagar doscientos euros por cada sesión de nitrógeno líquido.

Según avanzaba calle abajo me decía: ¡Igualito, igualito, si es que hacemos lo mismo con la naturaleza! Somos tan crédulos y fanáticos de la tecnología que sometemos cuerpo y naturaleza a situaciones absurdas y destructivas. Y si no miren como ya desde los años 60 empezamos a tirar los muebles de excelente madera, hoy escasa, para sustituirlos por muebles hechos de puro plástico, como la formica, el skay y el metacrilato. Y ahora son las toallitas húmedas las que están reventando, de nuestra mano, cañerías y depuradoras y contaminando mares, todo ello con enormes costes económicos para el erario público, comunidades de vecinos y pesquerías. Y qué decir de las bandejas de plástico transparentes que en la charcutería pedimos con verdadera idolatría para llevarnos a casa las lascas de chorizo o jamón que se depositarán en muslos, abdomen, brazos y papada... ¡Por favor, Homo sapiens! En el mes de julio tuve una conversación con una trabajadora de una entidad bancaria que llevaba puesto un anorak para poder soportar el aire acondicionado interior que contamina el aire del exterior.

El problema es que hay demasiados ejemplos en este mundo que nos ponen en evidencia como especie inteligente. Demasiados ejemplos de cómo delegamos nuestro sentido común a la tecnología, crédulos de que ésta nos salvará.

Según la filósofa Marina Garcés, "el problema no es tecnología sí o no, sino quién la crea, desde qué interés y con qué visión de la sociedad y del mundo". Y como dice Riechmann "Tonterías las justas.... Pero estupideces autodestructivas, ni una. Y hacer la guerra a la naturaleza es una de ésas, porque nosotros mismos somos naturaleza".

Comentarios

Querida Ana, entre tus múltiples facultades está la de usar tu experiencia para enseñarnos a todos el lado inteligente de la vida y tu capacidad de exprimirlo en un centro de estetica es memorable. No dejes de escribir, mientras, sigo buscando tapones de mi talla ;)
Ana! Te sigo y te disfruto en tu desembarco en el articulismo. De nuevo, cien por cien de acuerdo con la tesis sobre la extendida estupidez que alimentamos en este primer mundo de medalla de plástico. Y con ganas de leerte sobre la psicopatía integrada. Gracias por la invitación a la reflexión y el buen rato!

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