Mario Ferrer

Las lecciones de ‘Las Manos’

Justo estos días se cumple el quinto aniversario del estreno en el auditorio de los Jameos del Agua del documental Las manos.

Mi relación con la intrahistoria de la película tiene poco interés, pero sí me puede servir, en primer lugar, para llamar la atención sobre uno de los grandes enigmas de Lanzarote: el desprecio casi absoluto que han tenido los CACT por su mayor valor turístico, económico y social, su historia. Nunca he terminado de entender cómo los CACT han marginado tanto la difusión y el análisis de su legado patrimonial. En mi opinión, estos espacios reúnen méritos más que suficientes para que ya hubieran sido declarados, o por lo menos nominados, Patrimonio de la Humanidad. Sin embargo, estos días se han vuelto a caducar, por enésima vez, sus expedientes como Bienes de Interés Cultural. No logro comprender por qué se ha preferido y se prefiere tratar a los CACT como parques temáticos, en vez de como lo que realmente son, monumentos históricos y naturales únicos, sobre todo por la diferencia de prestigio y repercusión turística y monetaria que hay entre una estrategia o la otra.

Dejando este tema a un lado, el caso es que entre 2012 y 2013 andaba como loco tratando de ganarme la vida como autónomo y uno de los pocos proyectos que logré arrancar fue uno que presenté al Cabildo, tenía que ver con la investigación sobre la historia de los CACT, a raíz de que estaban a punto de cumplir 50 años. Pronto me di cuenta de que la propuesta estaba llena de buenas intenciones pero se enfrentaba a enormes y múltiples dificultades que no vienen al cuento mencionar, salvo una, que era el mayor obstáculo: los CACT tenían casi todo por hacer en materia de investigación patrimonial. No contaban ni con un mínimo archivo histórico propio y organizado. Una de las pocas noticias buenas era que, de la mano de un veterano ilustre de la institución, Marcial Martín, arrancó una serie de entrevistas con los primeros trabajadores de los CACT, testigos privilegiados, pero muchos de ellos de de avanzada edad, que relataban hazañas y anécdotas de una historia fascinante no contada y apenas recordada. Era prioritario registrar y poner en valor esos testimonios.

Sin embargo, mi propuesta caminaba a trancas y barrancas, con muchos cambios respecto a la idea inicial y sin que una de sus variantes más importantes, la cinematográfica, avanzara. Hasta que finalmente, calculo que a finales de 2014 y tras largas conversaciones sobre el proyecto, se unió el cineasta Miguel G. Morales, quien ya había dirigido previamente los documentales Taro, el eco de Manrique y Maestro de obra, sobre Luis Morales. Y junto a él, Jorge Rojas (imagen), Fabián Yanes (sonido), Ale Costa (música) y varios colaboradores más.

Las manos se grabó y editó en un tiempo récord, diría que en menos de dos meses, y desde su estreno obtuvo muy buenos comentarios. Tuve el honor de que Miguel G. Morales luego me incluyera en los títulos como autor de la idea original, pero siendo sincero mi “idea original” no era, ni de cerca, tan acertada como la que afortunadamente se siguió. Yo apostaba por un documental más intelectual y sesudo, con historiadores y nombres destacados de la cultura, pero Miguel supo focalizar la narración en los trabajadores que habíamos ido entrevistando y en el espíritu de compañerismo, superación y utopía que se respiró durante la creación de los CACT en los años 60 y 70. Era una forma mucho más apropiada de mostrar cómo el proceso de sensibilización de Manrique había empezado con el eslabón más directo y anónimo, el de los humildes operarios que habían traducido sus ideas artísticas a las piedras, las plantas, las maderas o los hierros con los que se construyeron los primeros CACT, creando un modélico ejemplo de conservación paisajística y de concienciación social.

Este enfoque más sensible y cercano, basado en el testimonio modesto y a la vez orgulloso e inédito de carpinteros, pedreros, herreros, camareros o jardineros, logró sortear el riesgo de caer en una nostalgia localista malentendida y centró el guion en los valores humanos y culturales universales implícitos de la historia que queríamos contar. Además, Las manos se grabó en un momento muy oportuno, porque dejó el testimonio clave de muchas personas de gran valor que, al poco tiempo, fallecieron, como Luis Morales, José Caraballo o Juan Brito.

Las manos también logró hacer llegar al espectador una característica esencial del proceso de creación de los CACT y que me parecía especialmente interesante contar en aquellos años de crisis económica y en los que nos está tocando vivir estas semanas: la capacidad, incluso en los contextos más adversos, de dibujar nuevos y positivos horizontes de futuro para una sociedad a partir del trabajo en equipo y de la creencia en las ideas humanísticas, que tanto defendía Manrique.

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  •  En la imagen superior, Santiago Hernandez, Feliciano Luzardo, Jose Caraballo y Gregorio de León. Foto de Ruben Acosta
  • En la imagen inferior, José Juan Ramírez, Feliciano Luzardo, José Caraballo, Luis Morales, Juan Brito, Toñín Ramos, Marcial Martín e Ildefonso Aguilar. En la fila superior, de izquierda a derecha: Mario Ferrer, Ceferino Franquiz, Santiago Hernández, Miguel G. Morales, Tiburcio Romero, Ana Pérez, Gregorio de León y Jesús Fontes Niz.

 

Comentarios

Un ejemplo más del desprecio político al valor personal y profesional: Mario y Miguel. La visión partidista y mercantilista de la función pública nos priva de gente como ustedes, premiando al necio arribista. Así vamos.
Lección de las manos? Que no se puede pensar con los pies. Al menos, sin pasar por las manos en el camino hacia el cerebro. Y recuerdo que Luis Morales (las manos más manos que en el mundo de Lanzarote han sido) sigue sin ser declarado hijo predilecto para vergüenza general.

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