Ana Carrasco

En el Día Mundial de la Salud Mental

 ¿Qué mundos tengo dentro del alma que hace tiempo vengo pidiendo medios para volar?

Alfonsina Storni

 

Con profunda tristeza leo en los medios de comunicación la muerte de otro joven cuyo coche se precipitó por el Risco de Famara la semana pasada. Me digo: no puede ser, otro joven más, no.

Me viene el enfado y me rompo: no puede ser que los medios de comunicación sigan compartiendo fotos del estado en que quedó el vehículo, porque dentro había un hijo, un hermano, un nieto, un sobrino, un amigo.

No sé si los redactores y editores de noticias, son conscientes de la bofetada emocional que es para una madre o un padre ver una imagen como esa. Si imaginar el accidente o el suicidio es un horror, ver la imagen real de ese horror es aterrador y traumático. La imagen golpeará, sacudirá y mortificará con fuerza, una y otra vez, para toda la vida, a las personas que lloran la pérdida. Y lo sé porque en las sesiones de apoyo a madres y padres en las que participo, hablamos de lo difícil y dramático que es ver o volver a pasar por el lugar donde murieron nuestros hijos.

En este Día Mundial de la Salud Mental, día creado para generar conciencia y movilizar esfuerzos en apoyo a las personas superadas por la enfermedad o por la propia vida, ruego empatía. También más recursos humanos para que cualquier persona, sea joven o mayor, pueda recibir ayuda continuada, y ser atendida ante una crisis un festivo, un sábado o un domingo.

Me consta que en la Unidad de Salud Mental de Valterra trabajan personas maravillosas y comprometidas que hacen todo lo que pueden, pero que viven sobrecargadas. Se requieren muchos más profesionales públicos en esta isla, máxime cuando, al igual que sucede en otras partes, crece la brutalidad, el acoso escolar, y el suicidio ha pasado a ser la primera causa de muerte no accidental en jóvenes.

Nuestros menores y jóvenes necesitan más educación emocional que eventos y conciertos. Necesitan divertirse, claro, pero ante todo necesitan ser escuchados más que oír decibelios. Priorizar los recursos públicos para ofrecerles herramientas y que vivan felices y sanos debe ser una convicción social y política.

¿Cuántas sesiones de terapia se podrían pagar con un concierto? Hago el cálculo: suponiendo que el evento cueste unos 200.000 euros, y una sesión con un profesional, 60 euros, con el dinero público - el empleado en dos horas de ocio - podrían costearse más de tres mil sesiones terapéuticas. En esta isla hay una larga lista de espera para atender a las personas que están sufriendo. Y demasiadas familias y personas que no pueden permitirse ir a un privado.

Hago esta reflexión con el corazón, con un ruego de que cuidemos y nos cuidemos. Cuidemos el respeto al dolor ajeno, cuidemos la salud mental de los dolientes y los sobrevivientes. En este último grupo incluyo a las madres y padres que cerramos los ojos y oídos para no saber cómo ocurrió el espanto. Aprovecho para dar las gracias públicamente al equipo humano de Salud Mental de Valterra, salvadores de vidas.