Alex Salebe

Empezar de nuevo, lección de Luismi

Ya nos acostumbramos en Lanzarote, sobre todo en las carreteras del sur de la Isla, a ver hombres y mujeres acostados o semisentados gobernando sus bicicletas con las extremidades superiores, deportistas que practican el ciclismo adaptado después de sufrir lesiones irreversibles o difíciles de reparar. El buen tiempo reinante durante casi todo el año en este rincón de Canarias, la seguridad y los estupendos servicios turísticos son un caramelo para handbikers de la élite europea que eligen la localidad turística de Playa Blanca como punto de entrenamiento y/o competición.

Uno de ellos es Luis Miguel García-Marquina, medalla de bronce para España en la contrarreloj individual (23 km), categoría MH3, en los Juegos Paralímpicos de Tokio, y charreteras le sobran, porque Luismi además es doble campeón del mundo y diez veces campeón de España.

Detrás de cada handbiker hay una historia, así que quise hablar con él para conocer cómo consiguió recomponerse después del infortunio; seguir ejerciendo su profesión de abogado y mantener su dedicación al deporte, una actividad que le apasiona desde temprana edad, que ni siquiera pudo frenar el accidente en la práctica del motocross sufrido en 2002, a los 23 años de edad, del que quedó parapléjico. Competía hasta entonces en el Campeonato de España de Motocross.

Tajante en su primera respuesta: “a los seis meses lo superé”, y pragmático, también: “si te cortan una mano, por mucho que veas el brazo, no la volverás a tener”.

Su espíritu de superación no pasó desapercibido para el centro que atendió su lesión, el Hospital Nacional de Parapléjicos (HNP) de Toledo, del que es embajador. Y cuadra, porque el HNP es un referente internacional en la investigación científica y en la integración social de las personas con lesión medular.

Como embajador del Hospital tiene entre sus funciones charlar con los recién lesionados para ayudarlos a superar ese durísimo trance haciéndoles ver que pueden ser felices adaptando su vida a las nuevas circunstancias. Palabra de deportista de élite: “no vale quejarse siempre, porque así como no me paso festejando la victoria toda la vida, tampoco me voy a lamentar de la derrota para siempre”.

Claro que para quien vive la tragedia no debe ser nada fácil entender que empieza una nueva vida con discapacidad. En este sentido me cuenta que para el paciente es saludable reconocer con exactitud cuáles son sus limitaciones y su grado de autonomía para realizar las diferentes actividades cotidianas en el objetivo encaminado a potenciar su autonomía.

Sabe que es muy pero muy complicado trasladar este mensaje, pero lo asume con el compromiso personal y social de intentar ayudar. Nunca lo pensamos, y por supuesto no estamos mínimamente preparados, pero en la vida podemos quedar lisiados en un instante.

Y si para Luismi el deporte es su pasión, cada persona tendrá alguna actividad con la que disfruta más. El éxito tiene en la disciplina un magnífico aliado, por ello, por la pasión y por la ambición de ganar, no le cuesta levantarse pronto a hacer ejercicios en piscina, luego ir a su despacho de abogados a trabajar, para rematar la jornada con pesas en el gimnasio y rodar en bici, una rutina sobre el asfalto de al menos dos horas diarias que cumple en su lugar de residencia cerca de Madrid. “Un ciclista necesita de 10 a 12 años para adaptar su musculatura”.

Viéndolo así, parece sencillo conseguir el objetivo de la rehabilitación integral y la normalización de la vida de los pacientes con lesiones graves, pero qué va, lo expone el mismo HNP, puntualizando que los pacientes, además de profesionales y apoyo puramente científico, también necesitan ver su nueva realidad desde el punto de vista social, educativo, laboral, psicológico y cultural, y para ello hay un equipo multidisciplinar abocado a  tratar hechos complejos.

Luismi seguirá rodando en su bici adaptada, pero es que recién lesionado empezó a jugar y jugó diez años baloncesto en silla de ruedas a alto nivel competitivo en España y Europa. Por eso, el espaldarazo de gente como Luis Miguel García-Marquina, que parece estar hecho de otro material, se antoja absolutamente necesario.

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