Con las lluvias aparecen las flores y el verde, pero no hace falta que llueva para que florezca uno de los cultivos que más perdura: el escombro de obra. No hay espacio en el mapa, en cuanto desaparecen las carreteras principales, que no sea visitado por el escombro. En muchos casos viene a continuar un mordisco al territorio, porque aparece en agujeros hechos para extraer arena o roca que no fueron restaurados.

“Desecho, broza y cascote que queda de una obra de albañilería o de un edificio arruinado”. Esa es la primera acepción de la palabra escombro, que aparece en el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, y eso es exactamente lo que se puede encontrar en más de 500 puntos de la geografía insular: una definición que acoge con facilidad restos de bloques, bañeras e inodoros rotos, azulejos, cristales... En noviembre de 2020 varios colectivos ecologistas y ambientalistas presentaron la campaña No compartas tus escombros.

En esa rueda de prensa dieron a conocer una aplicación que recoge esos 500 vertederos improvisados, grandes, medianos y pequeños, y la pusieron a disposición del Cabildo y los ayuntamientos para que procedieran a retirarlos. Medio año después, el balance es que apenas se ha eliminado un dos por ciento de esos escombros.

Las asociaciones (Papacría, Desert Watch, Lanzarote limpia, SEO Lanzarote, SECAC, WWF y la Plataforma Frente de Lanzarote) pedían no solo la limpieza, sino mayor vigilancia, sanciones más duras y campañas de concienciación medioambiental. Y decían: “Es necesaria la visibilización de estos residuos como lo que son, una sistemática agresión a la naturaleza en la que todos estamos implicados”.

Diario de Lanzarote, gracias a esa aplicación, escogió ocho de esos puntos para comprobar sobre el terreno el estado de estos vertederos improvisados, centrándose en los vertidos de escombros procedentes de obras y reformas.

Las asociaciones consideran que hubo una gran proliferación de estos vertederos a partir del confinamiento. Muchos lanzaroteños aprovecharon para hacer esas reformas y, ante el cierre durante ese periodo de los cuatro puntos limpios, los de Playa Honda, Playa Blanca, Arrecife y Puerto del Carmen, los dejaron en el campo.

A los puntos limpios, en cualquier caso, los particulares pueden llevar escombros, con un peso de hasta media tonelada cada día, y no hay que pagar por ellos ni se exige ningún tipo de justificación de la obra: ninguna licencia o permiso. También se pueden llevar baterías, poda de jardín, maderas, metales, electrodomésticos, pintura, etcétera.

Las empresas, sin embargo, no pueden ir a los puntos limpios. Tienen que llevar sus escombros y pagar por ellos a alguna de las machacadoras autorizadas en la Isla, que son muchas: unas veinte de residuos peligrosos y otras tantas para no peligrosos.

Se ha elaborado un archivo con 23 fichas de delitos medioambientales para denunciarlos

Neftalí Acosta, presidente de la Asociación de la construcción de Lanzarote, cree que el sector no lo está haciendo mal porque las empresas se han ido concienciado “y dan ese servicio al cliente”. Cree que puede haber algún garbanzo negro pero apunta más a la inconsciencia o falta de civismo para explicar la proliferación de estos vertederos. Y hay un dato que refuerza esta teoría: durante el confinamiento, lo que aumentó mucho, en cuanto al cemento, fue la venta de sacos, que es lo que se compra para pequeñas reformas.

Por su parte, José Goñi, uno de los promotores de la campaña No compartas tus escombros, señala que hay muchos otros residuos, pero se han querido centrar ahora en los escombros de obras. Apunta que los particulares deberían extremar el cuidado y pedir a las pequeñas empresas el justificante de que han llevado los escombros a puntos autorizados “porque son nuestros escombros”.

Tiene un archivo de delitos medioambientales con 23 fichas de este tipo de delincuentes y señala que ya se han remitido dos denuncias de personas a las que se ha identificado. “La basura no habla, pero dice mucho de quien la ha tirado”, señala.

Basuraleza, la huella de la ignorancia es el nombre de un proyecto más amplio. Dice Goñi que no es un insulto, sino una característica “porque la gente ignora el daño”. “La basura no es el problema, es el resultado del problema, de la ignorancia, inconsciencia o egoísmo”, concluye.

La ruta de la vergüenza

GUATIZA. La clásica unión antigua rofera-nuevos escombros también se da en esta zona del Norte. Son varios vertederos dispersos en un trozo de terreno pequeño.

MOZAGA. Al norte de Mozaga se llega a una loma por un camino casi intransitable, desde la que se ve el Archipiélago Chinijo, la Villa y El Jable. Si se mira más cerca, allí hay restos de tuneras, de poda, un váter, restos de obra, maderas, bloques, hierros...

TAO. Paralelo a la carretera, el mismo caso que en Playa Blanca: un agujero hecho junto a un camino para extraer picón, que se ha rellenado con todo tipo de escombros.

PLAYA HONDA. En la continuación de la pista del aeropuerto hay un solar completo, rodeado de grandes piedras donde destacan tubos naranjas y escombros en gran cantidad

LA DEGOLLADA. En la subida hacia este pueblo hay un gran llanura que acumula años y años de basura: restos de tiro al plato y el cartel: ‘Campo de tiro, prohibido el paso’ tirado, neumáticos, tubos de cemento que componen un circuito de motocross, pintura, asfalto arrancado que conserva la raya de la carretera, hierros quemados y hasta un contenedor.

YAIZA. En medio del volcán, junto a la rotonda que va hacia Timanfaya, a alguien le debió de parecer que el contraste entre el blanco de los azulejos de su baño y el negro de la lava iba a ser un atractivo más.

PLAYA BLANCA. Este tiene premio. A menos de 200 metros del punto limpio hay varios puntos de vertidos: un sofá en medio de un gran agujero, ordenadores, aire acondicionado, televisiones, impresoras...