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Un miembro más en la familia

Ocho menores saharauis comparten experiencias durante las vacaciones solidarias que disfrutan en la Isla en otras tantas familias de acogida

Familias y niños saharauis en el encuentro solidario para recaudar fondos y material para los campos de refugiados. Foto: Manolo de la Hoz.
María José Lahora 0 COMENTARIOS 17/08/2019 - 08:44

Yurena una de las veteranas del proyecto Vacaciones en paz. Este es el tercer verano que acoge a Kaltum, una joven procedente de los campos de refugiados de Tinduf, que tendrá la labor de hacer de guía e intérprete a los otros siete integrantes de esta iniciativa por la que hasta ocho niños saharauis podrán disfrutar de dos meses de esparcimiento en tierras lanzaroteñas.

La adaptación no es fácil. La barrera del idioma es uno de los principales inconvenientes con el que se encuentran niños y familias del programa. No es el caso de Kaltum, que tras tres veranos en la Isla y mucho estudio en su colegio habla perfectamente español. Su primera vez la vivió con desgana porque no quería separarse de su familia de Tinduf, comenta Yurena, pero no tardó en acostumbrarse a su hogar temporal.

Las familias de acogida hablan de “experiencia”, de “intercambio cultural”. Un encuentro con el que los niños saharauis buscan olvidarse durante dos meses de los calurosos días en los campos de refugiados y las gélidas noches. Sin embargo, echan de menos a sus padres y hermanos, muchos también de acogida por todo el territorio español, con los que se comunican a diario principalmente por WhatsApp, aunque para ello tienen que disponer de dos teclados en el móvil: español y árabe. “Son muy familiares”, comenta Joan, padre de acogida que, junto a su mujer Ana, ha abierto su hogar a Abdalá, de once años.

Hace ya tiempo que Joan y Ana tenían intención de mostrar su naturaleza solidaria de forma directa, aunque no acababan de encontrar la forma de encauzar esa necesidad que sentían de poder compartir con los demás, hasta que este año les llegó una señal en forma de mensaje de Facebook. “Antes de la primera reunión para informar del proyecto ya teníamos claro que nos hacía mucha ilusión participar y vivir la experiencia”, comentan emocionados y seguros de que, si Abdalá quiere, repetirán el próximo año.

Todas las familias coinciden en señalar que a estos jóvenes les vuelve locos la tecnología. No en vano, en sus humildes hogares de Tinduf carecen de lujos como una televisión. Allí escuchan la radio, por lo que no es de extrañar el asombro que manifiestan al contemplar un plasma. Aún así, lo que más les atrae son los teléfonos móviles o las tabletas.

Tanto es así que a Jill su joven acogida, Shaima, ya le ha pedido un teléfono cuando ni su propia hija cuenta con esa posibilidad. Sin embargo, la tecnología les facilita también su adaptación, dado que gracias a aplicaciones como el traductor pueden comunicarse mejor con sus familias de acogida. Algunas de ellas, con hijos con los que a veces tienen que lidiar para que compartan su estabilidad y su hogar con los recién llegados.

Pero no todos logran adaptarse a las comodidades de la vida lanzaroteña. Lola acabó poniendo el colchón en el suelo después de que varias mañanas comprobara que Mohamed, al que acoge este verano por primera vez, prefería dormir en el piso que en la cómoda cama.

Vacaciones en paz es una experiencia, un aprendizaje, una oportunidad de intercambio cultural. A la llegada de los pequeños todos son nervios que, con el paso de los días, se van disipando para dar paso a un encuentro entre dos culturas distintas, la de las familias y la de los niños que quieren aprender y empaparse. “Nosotros vamos aprendiendo al mismo tiempo que

ellos”, comenta Lola. Un aprendizaje basado en el respeto cultural, como el hecho de que a su joven acogido Mohamed de 11 años prefiera dormir a ras de suelo, tal y como viene haciendo en los hogares que habitan en los campos de refugiados.

El programa ha ido creciendo desde que, hace tres veranos, Yurena y su marido decidieran abrir las puertas de su casa a la joven Kaltum siendo pioneros en el proyecto en Lanzarote. El segundo año consiguieron sumar tres familias a las que este año, el de mayor participación, se han añadido otras cinco más, como las de Ana y Joan, Lola o Jill, hasta alcanzar un total de ocho que valoran como “positiva” la experiencia.

Lamentablemente, otras familias han quedado en lista de espera ante los inconvenientes de poder fletar un segundo avión de las líneas aéreas argelinas, según explica Yurena, quien habla de la curiosidad que ha despertado este programa entre la población lanzaroteña para posibilitar unas vacaciones en paz.

Vacaciones en paz permite a menores como Kaltum disponer de una cama de la que, dice, quiere aprovecharse durante los dos meses que esté en la Isla

El verano permite a menores como Kaltum disponer de una cama de la que dice quiere aprovecharse durante los dos meses que esté en la Isla, así como olvidarse de ir a buscar agua a la cuba para la familia, entre otras labores que tiene que realizar en el día a día en los campos de refugiados. Allí, además de los quehaceres domésticos, los jóvenes adquieren formación escolar en la que también hay un apartado mi portante para los idiomas.

Kaltum asegura que no hay momento para el aburrimiento y mantiene que, a pesar de que la casa es pequeñita, allí está contenta, quitando el calor que dice pasar en Tinduf, donde las temperaturas pueden alcanzar los 50 grados centígrados. En su familia son ocho hermanos, que también han compartido la experiencia de las Vacaciones en paz en diferentes regiones del España.

Durante su estancia, los jóvenes saharauis tienen también la oportunidad de realizarse chequeos médicos, aunque es la parte que menos agrada a los pequeños. Los niños participan en el programa a partir de los 10 años de edad y suelen repetir durante tres años, a fin de que pueda haber un relevo entre los 40.000 menores que se contabilizan en la región.

A su regreso a Tinduf, portan una maleta cargada de experiencias pero también sacos de solidaridad, gracias a las aportaciones que permiten dotar a sus compatriotas de material escolar, ropa de abrigo o medicamentos, en eventos como el encuentro solidario celebrado el pasado 21 de julio. Allí, la Coordinadora Sáhara Libre de Lanzarote pudo recaudar cerca de 1.000 euros destinados a sufragar los gastos del viaje, entre otras actuaciones, para mejorar la calidad de vida de los saharauis que residen en los campos de refugiados.

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