DESTACAMOS

Pancho Lasso: el primer gran artista de la Isla

La historiadora Arminda Arteta resalta la figura de Lasso por su amor por Lanzarote, su compromiso social y su influencia en César Manrique

Foto: Manolo de la Hoz.
Saúl García 2 COMENTARIOS 20/04/2019 - 07:11

“Pancho Lasso (Arrecife, 1904) fue el primer artista de Lanzarote en mayúsculas”. La historiadora Arminda Arteta pronunció en El Almacén la conferencia Pancho Lasso y su visión estética de Lanzarote, dentro del ciclo de conferencias programadas por el Cabildo de Lanzarote por el centenario de César Manrique.

Lasso, según Arteta, fue un artista prolífico que destacó por dos factores: su amor a Lanzarote y su compromiso social por su “coherencia ideológica”. Su estudio y la conferencia son una forma de “reparar la injusticia histórica que es el olvido”.

Nació en el Charco de San Ginés. Su padre era zapatero y el único familiar con cierta tendencia artística sería su tío, el carpintero que hizo el kiosko de la música. Su sensibilidad con el paisaje le pudo llegar de la mano de un vecino, Vicente Medina, que se llevaba a los niños a una finca en Tahíche, a la colada volcánica, pero quien destapó la vena artística fue su cuñado, el fotógrafo Aquiles Heitz, que llegó a Lanzarote desde París y se quedó en la Isla en 1917, lejos de la Primera Guerra Mundial, y se casó con María Lasso, su hermana, que fue una de las primeras retratistas de España.

“Heitz tenía un gran bagaje cultural y aporta otra mirada al paisaje a Pancho Lasso”, señaló Arteta. La primera exposición de Lasso, de hecho, es en el estudio del fotógrafo. El joven Pancho Lasso se había matriculado en la recién creada Escuela de Artes y Oficios, donde lo acaban contratando como profesor, un trabajo que compagina con el de peluquero. Tuvo que buscar trabajo desde niño porque su padre había muerto y eran nueve hermanos.

Lasso no solo fue el primer artista sino también la primera persona que recibió una beca por parte del Cabildo de Lanzarote para seguir con sus estudios. Se marchó a la Academia de Artes de San Fernando, en Madrid, en 1926. La beca era solo por un año y le entra la prisa por aprender y aprovecharlo. En ese Madrid en plena efervescencia cultural se sentía, escribió, en “gallinero ajeno”, pero se adaptó rápido.

Comenzó a acudir al Café de Oriente y allí contactó con Alberto Sánchez, llamado el ‘Panadero’, que junto con Benjamín Palencia y él mismo acaban conformando la llamada Escuela de Vallecas, a pesar de que en muchas ocasiones a Lasso se le otorga un papel secundario.

Estaban dispuestos a convertirse en renovadores del arte, a apostar por el arte puro. Se inspiran en el paisaje castellano y en la prehistoria hispana, hay una preocupación por el mundo rural y querían llegar a la sobriedad y la sencillez. Esa aventura comenzó en 1929 y terminó con la Guerra Civil.

Lasso ya hacía esculturas a planos basadas en el neocubismo e introduce en la escuela vallecana la superposición y los cactus como iconografía. De esa época es el Obrero caminando, realizada en cemento que se muestra en el MIAC del Castillo de San José. El Homenaje a la Internacional es de 1933. Siempre conservó la obra original, de pequeño tamaño, pero enmascarada con el nombre de Homenaje a la música. Cuando se inauguró en 2011 en la Avenida de Arrecife una reproducción a gran tamaño, su hija Rosalía dijo: “Por fin no tendrás que volver a esconderte”.

Lasso contactó con la Escuela Luján Pérez de Gran Canaria, que criticaba el academicismo de la época y combatía el mito de las islas afortunadas. Le ofrecieron ser profesor en esa escuela pero se volvió a Madrid, aunque dejó una influencia clara en las esculturas de Plácido Fleitas.

En Madrid se había afiliado a Solidaridad Internacional Antifascista y en el bando republicano aporta su habilidad como peluquero, ya que su salud no le permite hacer grandes esfuerzos. En 1939 vuelve a Lanzarote, ya casado con Clara Berki y en 1941 nace Rosalía, su única hija. Un año antes había tenido lugar su primer encuentro con César Manrique, en el que ya abordan la auténtica personalidad de la Isla. Para Pancho Lasso, “Lanzarote era una gran inspiración” y también lo fue para César.

Arteta destaca que hablaron de proyectos conjuntos que no se llegaron a hacer y que hay grandes paralelismos entre ambos: valoran igual el patrimonio insular, exaltan el mundo del trabajo de la Isla, lo rural, se sienten libres, no quieren ser encorsetados, quieren ser útiles para la sociedad y creen en la función social del artista.

El escultor permanece en la Isla hasta 1947, cuando vuelve a Madrid. En esos años, el panorama es desolador. Lo encarcelan durante un mes, pierde muchas obras y tiene que dedicarse a la peluquería y a otros oficios, como sacador de puntos, para sobrevivir.

La situación remonta ya en los años sesenta, con el arte de las medallas. En ese campo acaba siendo “uno de los grandes”. La Fábrica Nacional de Moneda y Timbre decide subvencionar ese género y Lasso crea medallas en las que graba el paisaje de la Isla, escenas y leyendas insulares.

En esos años comienza a atreverse de nuevo con la pintura y realiza, por suscripción popular, la estatua en homenaje al doctor José Molina, que se encuentra ahora en el inicio de la calle Fajardo. Su sueño fue abrir un pequeño museo, que nunca se hizo, pero tampoco llegó a ver una exposición de su obra, ya prevista en la Isla, porque muere un poco antes, en 1973.

Comentarios

Cuanto hablaba el Maestro, de su otrora gran influencia y Maestro a la vez. "Por fin no tendrás que volver a esconderte” . Gracias Pancho, por tanta Humildad, guía y referencia para artistas y creadores.
Para los curiosos. Tanto Pancho Lasso, como César Manrique es de ascendencia majorera. Uno por parte de madre y otro de padre.

Añadir nuevo comentario