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Mercería Encajes: aires nuevos para una actividad de siempre

“Aunque nosotras trabajamos con las costureras y sastras, muchas veces nos llegan fotografías del resultado final o nos transmiten la alegría de la cliente”

Moreyba y Yazmina, en Encajes. Foto: Adriel Perdomo.
Lourdes Bermejo 0 COMENTARIOS 25/02/2020 - 09:47

En el actual mundo de Internet, donde los representantes de mercería utilizan ya una tablet para mostrar los productos, a las hermanas Moreyba (Tata) y Yazmina Feo Martín les gusta ver y tocar las telas, cintas, lanas y todos los elementos de costura que ofrecen en Encajes.

La mercería, con más de tres décadas de actividad en la calle José Viera y Clavijo de Arrecife, fue regentada sucesivamente por sus populares responsables: Argelia, Albania y María Teresa, ésta última artífice del traspaso a las hermanas Feo, que primero fueron clientas y amigas.

“Nos costó tomar la decisión, pasamos momentos de preocupación, ya que hubo que adquirir compromisos económicos y tampoco habíamos lidiado con la parte empresarial, pero no nos hemos arrepentido. En estos meses, el trabajo ha fluido, hemos consolidado la clientela y la hemos aumentado”, explican.

Entre los proyectos que han puesto en marcha están los talleres de ganchillo o roseta y el que empezará en breve, de corte y confección, pero Moreyba y Yazmina piensan a lo grande: “Nos gustaría abrir una mercería en cada punto de la Isla y otra en La Graciosa”.

Demanda no iba a faltar,  ya que en Arrecife están desapareciendo los negocios del sector: “Solo quedan, prácticamente, la mercería de Antonio en la Calle Real y otras más pequeñas en la calle Cienfuegos, en el centro comercial Las Buganvillas, Triana y alguna en los barrios. Ya cerró la francesa de la antigua calle José Antonio, que tenía telas maravillosas; la mercería de Queta o la tienda de lanas de la calle Canalejas y en el resto de los municipios la oferta no llega a cubrir la demanda, con excepciones como San Bartolomé o Tahíche”, explican las hermanas.

“Aquí nos llega gente hasta de Playa Blanca”, apunta Moreyba. También llegan pedidos a diario de Haría o en general el norte de la Isla, a través de los clientes que bajan al Puerto”, explican las responsables de Encajes, con cierta nostalgia de los años en los que los lanzaroreños arreglaban su ropa.

“Me sorprendió mucho una clienta que buscaba un huevo de zurcir medias. Pensé que esa costumbre se había perdido porque sinceramente si hay una prenda fácilmente sustituible es esa”, indica Tata, aunque señalando su apoyo a la filosofía sostenible del reciclado textil.

Reciclaje

Las encargadas de Encajes son partidarias de conservar las prendas y rechazan el bucle de comprar y tirar que se extendió hace unos años, también en Lanzarote, por la bajada en el precio de la confección y las cadenas de bajo precio, aunque el coste terminara asumido por la mano de obra de terceros países.

“Siempre es mejor contar con piezas buenas, de calidad y que no pasen de moda y conservarlas o, en su caso repararlas o personalizarlas, que es una tendencia de moda”, indica Tata.

También los chicos se han apuntado a la pasión por la costura, aunque más en épocas concretas del año, como la carnavalera. “Siempre hay que hacer pedidos específicos en estas fechas, pero ocurre igual en los meses de las comuniones, por ejemplo”, aseguran.

Otra división de la mercería es la decorativa. Moreyba ha trasladado a Encajes su anterior negocio de textiles personalizados, desde cojines a caballitos de juguete, camisetas o bolsas, que siguen teniendo muy buena acogida entre la clientela.

Abrir un negocio no es coser y cantar, ni siquiera en el gremio que inspira este dicho. Así que las hermanas Feo tuvieron que formarse en facetas como los trámites de apertura de una actividad y la burocracia que conlleva. Moreyba se integró en el programa Consolídate de la Cámara de Comercio y Yazmina en el servicio de acompañamiento empresarial.

A pesar de que el trabajo “fluyó” desde el principio y de que el negocio va “poco a poco” prosperando, las emprendedoras reconocen que “cada céntimo se trabaja” y que cada día aprenden algo nuevo, a pesar de haberse criado entre telas e hilos, en casa de su madre.

Lo que no les resulta nuevo es la estrecha relación que suele entablarse entre el comerciante y el cliente, quizá, para un día especial de su vida. “Aunque nosotras trabajamos con las costureras y sastras, muchas veces nos llegan fotografías del resultado final o nos transmiten la alegría de la cliente”, dicen.

Entre las experiencias más entrañables, el caso de una joven que encargó una réplica de un antiguo vestido de su madre, que se encontraba hospitalizada, y consiguió, a través de Encajes, un galón (ribete decorativo) casi igual al de la prenda original. “La chica apareció en el hospital con el vestido puesto”, explican Moreyba y Yazmina, recordando lo emotivo del momento.

También les llegó el agradecimiento de una novia de la Isla que se casó en Barcelona con unos zapatos customizados en la tienda. Son las primeras anécdotas en el negocio, nuevo para estas emprendedoras, pero un tesoro de sabiduría acumulada por la tradición.

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