CULTURA

Macarena Nieves Cáceres: “Lanzarote es ‘La Isla’, con mayúscula, para la creación artística”

La poeta y artista visual lanzaroteña publica este año su último poemario, ‘Gravitan Agujas’, con la editorial Gas Editions

María Valerón 0 COMENTARIOS 13/06/2021 - 08:04

Soy poeta impura/ de verso corto/ con apego al camino/ orillera de la oquedad/ de vértigo y ventisca/ influencias en mí no cuajan/ de escuela horadada/ por palabra grande/ de la academia/ sólo sus agujeros/ negros/ osan interesarme (Agujerear). Así se define Macarena Nieves Cáceres (Femés, 1968) en su último poemario, Gravitan Agujas, un libro escrito en 2009 pero que durante más de diez años ha esperado su momento para salir al mundo. Es también un libro que juega con el enigma, construido en versos laberínticos, alejados del lirismo o la idealización poética: las agujas de Nieves Cáceres han perdido, claramente, la gravedad.

La autora, que desde 1990 ha publicado una decena de poemarios, además de publicaciones que aúnan poesía y trabajo visual, asegura que escribir no es otra cosa que salvar la memoria y que todo su trabajo literario le permite, como un cristal retrovisor, revisitar las distintas etapas de su vida. “Al fin y al cabo, durante el proceso de escribir tienes la sensación de que estás creando un cerco en el que la muerte no se te aproxima.

Luego, una vez finaliza el proceso, queda grabada en la obra una etapa de la vida que ya has superado con ella. Mis obras, artísticas o literarias, van marcando las pautas de mi vida, como ocurre con esos cercos que quedan en los troncos de los árboles marcando sus años”, explica.

Gravitan agujas es, según la autora, “quizás la obra más personal” de las publicadas hasta el momento: “Eso no significa que sea un diario; parte de lo profundamente personal, íntimo, pero, la magia de la literatura, es el lector y la lectora quien le da el significado y la interpretación, que no necesariamente es mi vivencia”. Dividido en tres partes (Gravitan agujas, Zurcidos invisibles, In vitro), el poemario regresa al tema central de toda la obra artística, visual y literaria, de la autora: el cuerpo.

“Desaparece el halo mágico, romántico, del paisaje. Es una herida que crece”

Para Nieves Cáceres el poemario se distingue de sus trabajos anteriores en torno a este concepto, como Acaso dije casa: la estirpe como delirio del cuerpo, o Corpus de Ausencia, donde el cuerpo pasa a ser un territorio; aquí, lo físico se cuela entre agujas, para abordar el tiempo, el amor, lo cotidiano o lo doloroso. También para evocar el eco del proceso corporal que da nombre y concepto al poemario, en los títulos In Vitro y Gravitan Agujas.

“Dice Marguerite Duras que escribir es parecido a ser Dios: mientras estás escribiendo tú eres quien controla, quien deja nacer o mata, o pone en escenario una serie de personajes. Es el proceso del proyecto el que cobra relevancia, no el fin. Algo inverso, en mi caso, con el proceso de fertilidad que trato, donde jugaba con el imaginario de un embarazo posible que llevo al poema”, explica la autora. “El hecho de dar vida es una herida que no cicatriza sino con la muerte. El origen del mundo de Courbet, el latido constante... Los libros, en cambio, parecieran cicatrizar mejor”.

Isla, cuerpo, territorio

“A nivel artístico es muy vinculante el espacio a mi trabajo poético y visual, por eso considero la isla de Lanzarote como ‘la Isla’, con mayúscula, para la creación literaria y la que me nutre; mi imaginario es Lanzarote”, explica la autora.

Igualmente, cuenta, la isla es la herida, porque, en palabras de Nieves Cáceres, “Lanzarote duele”: “Sufrí el cambio más drástico al volver de la universidad, en los años ochenta: regresé en el boom turístico, toda esa desestabilización, como si se acelerase un proceso muy largo con un cambio muy rápido; ya la playa de la infancia no está, hay un gran hotel y todo se vuelca en los servicios. Desaparece el halo mágico, romántico, del paisaje. Es una herida que crece”, señala.

La Lanzarote que nutre el trabajo artístico de Macarena Nieves, cuenta, es la que habitó de niña y que hoy queda fragmentada. “Hay una constante en mi literatura y mi trabajo visual que es el tema identitario; incluso cuando paso de la palabra a la performance no dejo de utilizar el cuerpo como un espacio territorial para contar. Por un lado, convierto al propio cuerpo en espacio de arte, y, por otro lado, el territorio físico, geográfico, lo llevas al propio cuerpo, en una aproximación o una atmósfera vivencial”.

“A nivel artístico es muy vinculante el espacio a mi trabajo poético y visual”

Por eso, explica, sus últimos trabajos de performance, o acciones poéticas corporales, los ha realizado en Lanzarote, aunque siempre en espacios alejados donde la acción humana aún no es demasiado drástica: “Quizás esa es mi herida: me estoy nutriendo artísticamente de una realidad que ya no está generalizada. Disfruto de la particularidad del ‘abandono’ propio de la naturaleza”.

Cuenta que, a veces, siente que desaparecen las fronteras entre la isla y la autora, y por eso regresa a menudo a sus memorias de niña en una Lanzarote anterior a la que hoy conocemos. “En casa no había libros, pero, si me preguntan, creo que fue el uso del lenguaje de mi entorno el que me hizo querer acercarme a la literatura”, explica.

“Por poner un ejemplo que quedó grabado en mi memoria de infancia, contaban en mi casa que el padre de mi abuelo (pastor) fue mandado a comprar incienso. Como no recordaba el nombre de la planta, dijo: ‘Eso que va y que viene, que huele y que hiede’, rememorando, claro, su uso en la iglesia. Esa búsqueda de otras formas de lenguaje, con tal de comunicarnos, creo que me atrapó”, señala.

Con los años, esa línea fronteriza isla-autora continúa diluyéndose y dice sentir que fue la niña, en una casa sin libros, de la que brotó la inquietud poética, igual que se arrancaba de la isla seca el fruto de la tierra: “El fruto estaba debajo, también la poesía”.

Hoy, la escritora dice ser “una esclava de la literatura”: “Si me pides que deje de escribir lo sentiría como si me pidieras que me corte un brazo, o una mano; aunque trate de hacerlo con calidad literaria, eso no quita el hecho de que escribir es para mí una necesidad primaria”.

Y justamente la simiente de su trabajo, explica, reside en lo más originario, en lo más primitivo, en aquellos recuerdos de una infancia que describe como “niña-nómada”, pasando por Las Breñas (la casa de su primer año de vida, junto al mar), Playa Blanca, Teseguite, Femés.

“Imágenes que no pierdo con los años: el olor del mar, que lo traía mi abuelo pescador; el horizonte del mar en Las Breñas; las manos del abuelo, fumando en pipa, el olor a tabaco picado; jugar en la tierra; los dos mundos, la pesca y el ganado, que era a lo que se dedicaba mi familia. Incluso los cambios de escuela y la llegada al instituto, para el que tuve que mudarme hasta Haría, a una residencia de estudiantes porque no teníamos instituto en el municipio, ni transporte escolar. Dentro de la misma isla fui una niña nómada y creo que guardo estos conceptos de un territorio fragmentado (como los recuerdos) y no identificable que hoy son muy poderosos en mi trabajo”, destaca.

Trocitos de vidrios descoloridos/ de otro tiempo ayer/ hoy tradición de voz perdida/ nos reclaman/ como fragmentos de un signo/ indescifrable/ incapaz de salir de la boca/ por dejarle a los astros el habla. Este fragmento del poema La astróloga de Gravitan Agujas parece masticar, entre líneas, estas luces del pasado. Quizás allí, entre vidrios descoloridos, paisajes y fragmentos de signo enigmático, resida la isla que fue, el territorio primitivo y virgen, de la memoria de Macarena Nieves Cáceres.

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