MEDIO AMBIENTE

Las bolas de Valonia: uno de los tesoros del Charco

Un vuelvepiedras alimentándose de la fauna asociada a las macroalgas.
M.J. Tabar 3 COMENTARIOS 30/10/2017 - 06:31

La bajamar hace visible una alfombra de bolas verdes en el fondo del Charco de San Ginés. Es la Valonia aegagropila, una beneficiosa macroalga que alberga en su interior un rico universo de fauna invertebrada. Además de limpiar el agua de la laguna, constituye un banquete para las aves acuáticas del entorno.

“El urbanismo, la contaminación marina y la explotación de recursos” han provocado la acumulación de residuos orgánicos en el Charco de San Ginés. Llegan al agua en suspensión, disueltos, en escorrentías superficiales o de manera subterránea. Nacido hace más de seis siglos como pequeño puerto pesquero natural, el Charco perdió su conexión principal con el mar (se cerró) y, en la actualidad, su única comunicación con el litoral se produce a través de un canal de 29 metros de ancho.

En esta pequeña laguna costera de 1.500 metros de perímetro y tres metros de profundidad máxima, el agua no circula pero se regenera casi por completo cada doce horas, con cada marea. Estas y otras condiciones hacen que el Charco tenga una “importancia decisiva para el desarrollo de especies singulares”, subraya el zoólogo marino y ornitólogo Juan José Bacallado, codirector de las últimas campañas científicas que se han desarrollado en el Charco de San Ginés e investigador de la Marina de Arrecife desde los años 70 del pasado siglo.

Este acopio de materia orgánica en el sedimento del Charco influye en la presencia de determinadas especies. Una de ellas es la Valonia egagrópila, “altamente beneficiosa para el ecosistema”. Es un alga verde, de forma esférica o semiesférica. Mide entre 5 y 9 centímetros y yace en el fondo de la laguna, errante, a merced del movimiento del mar. “Su nombre ‘egagrópila’ alude a su parecido con los regurgitados de desechos de las aves rapaces”.

En 2011 la botánica y algóloga Ma Candelaria Gil la redescubrió en el Charco mientras estudiaba la seba fina. La especie fue citada en el archipiélago canario a mediados del siglo XIX y puede encontrarse en lagunas costeras de parecidas características, como algunas zonas de Venecia o del Mar Menor murciano. “Cada bola es un pequeño universo en sí mismo, pleno de fauna en su interior. Un mini ecosistema del que forman parte otras especies de algas”, describe Bacallado.

Si nos paseamos por el Charco a marea vacía y aprendemos a mirar una de estas plantas acuáticas, apreciaremos estrellas, briozoos, gusanos poliquetos, esponjas y milimétricos moluscos gasterópodos de conchas cónicas y brillantes. “Muchos de ellos actúan como suspensívoros, como filtradores naturales”. Captan materia orgánica y limpian el agua.

Auto regeneración

“Es sorprendente la capacidad que tiene el propio Charco de auto regenerarse, reproduciendo singulares formaciones vegetales”, dice Manuel Carrillo, director de Canarias Conservación, en un informe técnico. “La importancia ecológica y el valor geomorfológico de este ecosistema son muy altos y difíciles de cuantificar”, añade Bacallado, que ha coordinado la investigación de esta valonia junto a Ma Candelaria Gil y el ecólogo marino Ángel Pérez.

En el estudio han participado botánicos, zoólogos, ecólogos y naturalistas de la universidades de La Laguna y Murcia, del Museo de Ciencias Naturales de Tenerife, el Servicio de Biodiversidad del Gobierno de Canarias, Canarias Conservación y la bióloga Rut Hernández, técnico de la Oficina de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Arrecife.


Dos de los autores del estudio: Leopoldo Moro y Checho Bacallado.

“El Charco es una despensa gratuita y un taller de enseñanza para naturalistas y escolares”

Además de contribuir a la limpieza y la salud de las aguas del Charco, estas algas también son un regalo alimenticio para las aves limícolas migratorias. “Cualquier observador puede ver a diario vuelvepiedras picoteando y volteando las bolas de Valonia, así como chorlitejos, chorlitos, agujas, correlimos, zarapitos, combatientes, andarríos y tantos otros. Las gaviotas patiamarillas y reidoras son visitantes asiduos del Charco. Es una despensa gratuita y un taller de enseñanza para naturalistas y escolares”, dice Bacallado. Cuando las pelotas de algas envejecen, dejan de filtrar el agua, adquieren un color amarillo pajizo y aparecen flotando en la superficie.

Su descomposición genera mal olor. Para evitarlo, hace anos la Administración local planteó dragar el Charco y rellenarlo parcialmente con piedra de machaqueo. La intervención de los científicos fue fundamental para que el plan no se llevara a cabo. “Lo único que hay que hacer es echar una red de mano, tipo cazamariposas, recoger las egragópilas muertas y llevarlas a un vertedero”, señala Bacallado.

El peligro para el ecosistema del Charco sigue siendo la incesante llegada de residuos orgánicos, en forma de vertidos de distinto origen. Algunos son estacionales, como las aguas residuales que se vierten a la laguna cada vez que las lluvias desbordan el alcantarillado de la ciudad. Bacallado está convencido de que “con el esfuerzo y comprensión de todos se podría lograr un entorno más limpio” y disfrutar de este singular “espacio de conocimiento”.

Comentarios

Las bolas de Valonia están repartidas por toda la costa lanzaroteña, no sólo en el Charco de San Ginés. ¿Qué quiere decir esto, qué toda la costa de Lanzarote está muy contaminada y por eso se han desarrollado estos bichillos?
si eso son pastuños que con el paso del tiempo se posan las algas y así se crean las macroalgas, nunca los pastuños de los arrecifeños ha tenido tanto interes cientifico
Dice la noticia que la única conexión del charco con el mar es de un canal de 29 metros de ancho pero no es así, ojalá fuese así. El canal tendrá de ancho unos 12 metros de ancho. No se porque no vuelven a abrir a puerto Naos. Pasaría lo mismo que en la bahía de Arrecife cuando hicieron el puente de la isla del amor

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