DESTACAMOS

La vida en el gimnasio

La cultura del fitness levanta pasiones en Lanzarote, donde el 12 por ciento de la población es cliente potencial frente al siete por ciento de la media nacional

Susanne García-Santana. Fotos: Adriel Perdomo
Myriam Ybot 0 COMENTARIOS 27/11/2019 - 07:35

La primera semana de enero; después de la fiesta de cumpleaños; si eso antes del verano para la operación bikini; cuando acaben las vacaciones o... ya para Navidad, sin falta. Cualquier momento parece bueno para empezar a acudir a un gimnasio donde acabar para siempre con la lorza cronificada bajo la camiseta, los kilos extra del último año o el creciente ahogo al subir las escaleras.

Muchos lo consiguen: en 2018 más de cinco millones de personas en España se matricularon en centros deportivos. Lanzarote no ha escapado a la moda del fitness, que cada día llena alrededor de medio centenar de gimnasios repartidos por toda su geografía.

Buenos días, equipo... ¡San Viernes! Vamos allá, tumbadas boca arriba con las piernas dobladas y los brazos alineados, en posición de Pilates… Una veintena de mujeres y algún varón despistado se afanan sobre las esterillas de la sala de grandes ventanales en una de las clases más populares de Macrofit Arrecife desde su apertura en 2017, cuando inició su gestión la actual empresa.

Las sesiones de Miguel Ángel Rodríguez se abarrotan y no hay jornada en la que no se vean caras nuevas. La clave del éxito, en opinión del monitor, es la formación continuada a la que se somete desde hace 13 años, el seguimiento a cada usuario y la propia capacidad del cuerpo para evolucionar y reflejar los beneficios del ejercicio físico.

Este centro, uno de los más populosos de Lanzarote con cerca de 3.000 personas matriculadas, es una buena brújula de lo que sucede en todo el país, donde la cultura del gimnasio está en pleno apogeo.

Desde que las grandes marcas consiguieron convencer a la clase media de que el culto al cuerpo era sinónimo de éxito social, el ejercicio físico ha dejado de ser una práctica vinculada a clubes profesionales y competiciones federadas para ser consumido por más de cinco millones de usuarios de centros deportivos en toda España.

Los datos que aporta el gerente, José Antonio Bermúdez de León, coinciden con las tendencias generales, que destacan que en los últimos años las mujeres han asaltado y conquistado la práctica del ejercicio físico hasta equipararse casi al 50 por ciento con los antiguos reyes del gimnasio.

Pero si se trata de la elección de la actividad, la diferencia se hace patente. Las clases dirigidas son las que atraen la atención femenina mientras que los varones suelen preferir las salas de musculación.

“Ellos van a tiro hecho a repetir los ejercicios y a acabar cuanto antes mientras que ellas buscan en los grupos espacios de sociabilización y encuentro, además de la práctica deportiva”, aclara Bermúdez.

En cuanto a los horarios, las mañanas son de las mujeres mientras que los hombres suelen ser quienes madrugan para entrenar antes del trabajo o llenan las tardes. La franja de edad que copa la matrícula es de entre 25 y 45 años.

Además, en este gimnasio no caben excusas para hacer novillos: operativo desde las seis de la mañana hasta las 11 de la noche de lunes a viernes, ofrece 156 clases semanales de pilates, body pump, core, TRX, o aquagym entre otras. Los sábados abre durante todo el día y los domingos y festivos convoca durante la mañana a los irreductibles de la musculación.

Cuerpos duros

En la clase de indoor walking, contigua a la sala de Pilates, seis mujeres sudorosas y agitadas queman calorías sobre caminadoras elípticas mientras cantan a grito pelado a Chenoa, que suena en el equipo de música: “Y no me hables de sexo seguro ni plastifiques mi corazón, estoy cansada de cuerpos duros con mentes blandas que no saben de amoooooooooor”, entonan mientras tonifican sus músculos al ritmo, sin caer en la cuenta de la paradoja.


Miguel Ángel Rodríguez, profesor de Pilates. 

Las clases dirigidas son el caldo de cultivo perfecto para tejer redes de sociabilización intergeneracional, las más de las veces entre mujeres

Desde las enormes ventanas se domina la vista del muelle de cruceros, que en temporada alta expulsa casi a diario a una hilera de cruceristas, las más de las veces maduros y con sobrepeso, que acaban de desayunar y buscarán entre la Calle Real y la Avenida de Arrecife la mejor terraza donde volver a sentarse.

Alcanzar el peso perfecto y poder lucir palmito en una sociedad para la que el físico es un valor per se y donde los hábitos sedentarios parecen ya difíciles de erradicar se convierte en un oxímoron de difícil digestión, como el hecho de que muchos de los que caminan en una cinta que se rebobina hasta el infinito han llegado al gimnasio en coche.

Sin embargo, bajar kilos para adquirir una silueta esbelta y tonificada no es la primera razón esgrimida entre quien se apunta a la actividad física. O al menos no la confesable. Las estadísticas señalan a la preparación física entendida como musculación, rendimiento o competición, como el principal motivo de inscripción, según el 40,12 por ciento de los encuestados. Solo un 24,55 por ciento reconoce que su objetivo es adelgazar.

Otros motivos, como la relajación, ocupar el tiempo libre o hacer amigos apenas tienen relevancia. Sea como fuere, la afición por el gimnasio en España es una realidad: Mientras que en el año 2018 el deporte federado atrajo a 3,7 millones de personas, la industria del fitness logró 5,2 millones de matrículas.

Salud física y bienestar

“Vendemos salud”, asegura Miguel Ángel Rodríguez entre la clase de aquagym y la de pilates. El monitor considera que la función de la práctica deportiva en el gimnasio es la de “entrenar el cuerpo para que nos dure más, para que prolongue su movilidad, para ayudarnos a sentirnos mejor en el día a día; no se trata de alcanzar el 9060-90 sino de agacharnos para ponernos los calcetines sin que nos duela nada”.

Considera que los hábitos de vida de hoy en día resultan perjudiciales y hay que actuar para paliar sus efectos: “Nos hacemos a la silla del despacho, al gesto repetido en la cocina, a levantar bloques una y otra vez… y el cuerpo va amoldándose, como hace un bonsai al que impedimos crecer. Por eso, después de unas semanas haciendo ejercicio, observamos cómo vamos recuperando movimientos, agilidad, confianza”.


Germán Czaplas.

Susanne García-Santana: “Hay mañanas que amanezco un poco rígida… Pero después de la clase de Pilates ¡me siento como una pibita!”

Y recuerda al cliente que empezó una rutina de spinning oculto bajo un pantalón de chándal “que le llegaba hasta abajo, con el que no podría estar cómodo jamás en la vida”. “Poco a poco fue pasando al pantalón corto, luego al meyba y así hasta llegar al panty deportivo: Ganó en fuerza, en resistencia y en elasticidad y al mismo tiempo creció su autoestima”, dice con satisfacción.

Porque si la salud física es importante para el profe de Pilates, los beneficios sobre el espíritu le parecen igualmente ponderables y son destacados por todos los usuarios que hablaron con Diario de Lanzarote.

Tanto Germán Czaplas, que trabaja cada día un músculo en la sala de máquinas, como Marisa García, quien suma diariamente una hora de cardio en los distintos aparatos y otra de trabajo con pesas, enfatizan su respuesta, coincidente y espontánea: “El día que no vengo, parece que me falta algo”, dice él. Y ella: “El día que no vengo, me siento rara”.

Pero si alguien piensa que ese estado de euforia absoluta que embarga al término de una hora de ejercicio tiene que ver con el recuento de calorías churruscadas, con un leve indicio de chocolatina abdominal o con una nueva jornada sin lesiones, se equivoca.

Se trata, como recuerda Rodríguez, de la acción de las endorfinas, una anestesia natural que produce el cuerpo, inducido por el cerebro, para adaptarse a situaciones atípicas o que suponen un esfuerzo extra, como es la realización de una actividad física. “La llaman la hormona de la felicidad y es cierto: ¡engancha!”, asegura con humor.

Más expresiva aún y abundando en lo mismo, Susanne García-Santana confiesa que hay mañanas que amanece un poco rígida… “Pero después de la clase de Pilates ¡me siento como una pibita!”, relata entre risas.

Entre la fidelidad y el abandono

Junto a la paradoja que supone llegar sentado a un gimnasio donde caminar sin desplazarse, la relación de amor-odio que se establece con el centro deportivo es otra de sus peculiaridades. El objetivo de los primerizos es superar la etapa de la tendencia al abandono para alcanzar la meta de la embriagadora satisfacción hormonal.

Y entre ambas fases hay un camino de sensación de ridículo, agujetas mañaneras, aburrimiento y pereza descomunal, en porcentajes diferentes según cada persona. Luchar contra la desmotivación es una de las tareas a las que se enfrentan los centros deportivos.

El gerente de Macrofit reconoce esos picos de subida de usuarios de principios de año y del comienzo del curso escolar y laboral de septiembre, cuando la energía posvacacional y los remordimientos se acumulan a partes iguales.

El resultado es la matrícula por uno o tres meses, que por sí misma no basta para introducir el hábito del ejercicio en la rutina diaria. “La receta contra el fracaso está en una plantilla motivada y que disfrute de su trabajo”, desvela Bermúdez.

Y asegura que algunos de los monitores que trabajan en el gimnasio vinieron de otro centro con su cartera de clientes bajo el brazo o al modo de flautistas de Hammelin, arrastradores de adictos a sus series de ejercicios.

Miguel Ángel Rodríguez coincide en la importancia del seguimiento personal de cada nuevo cliente, “al que hay que apoyar en sus avances, educar, motivar y, por supuesto, prevenir o atajar cualquier lesión que lo aleje del gimnasio. Buscamos aumentar el bienestar y la salud de nuestros socios”.

Y frente al abandono, la fidelidad, cuando aparece esa sensación de necesidad diaria de descarga que solo se obtiene en el gimnasio. O cuando al ejercicio se suma una charla placentera en el vestuario, un café a continuación o un plan conjunto para el sábado.

Las clases dirigidas son el caldo de cultivo perfecto para tejer redes de sociabilización intergeneracional, las más de las veces entre mujeres. No hay duda de los ejercicios abdominales compartidos son menos dolorosos y la conversación tras los estiramientos compensa tanto esfuerzo. Como los triunfales towandas a lo Kathy Bates que se escuchan en ocasiones: “¡Hoy he salido de casa sin hacer las camas!”.

El responsable de Macrofit Arrecife, que alimenta las relaciones sociales en su centro con clases especiales o cenas de Navidad, lo corrobora: “Rara es la semana en la que no nos solicitan el uso de algún espacio para una pequeña fiesta sorpresa, una tarta de cumpleaños o un brindis. Para muchas personas, el gimnasio constituye un espacio esencial de ocio y de encuentro”.

La rutina de Pilates toca a su fin. “¡Brazos arriba, estrellitas!”, reclama el monitor. Y la clase al completo responde elevando las manos y recogiendo y extendiendo las falanges mientras el profe recita: “Fuera toda la energía negativa de nuestro cuerpo… y al centro, ¡un aplauso, equipo!”. Las sonrisas se estiran en los rostros, las miradas se cruzan con complicidad… Y por fantasioso que parezca, el mantra funciona.

LANZAROTE: EL DOBLE DE CLIENTES POTENCIALES

En Lanzarote, el 12 por ciento de su población es considerada cliente potencial de un centro de fitness frente al siete por ciento de la media nacional. La razón, según José Antonio Bermúdez, puede estar en el apogeo de las pruebas deportivas en la Isla, una permanente invitación a la práctica de algún tipo de ejercicio.

Pero la miríada de carreras, triatlones, travesías, trails o competiciones de todo tipo, -en defensa del medio ambiente, en apoyo a una oenegé, para promover el vino local, por la celebración de una festividad nacional o internacional...- no es el único acicate.

Durante 2018 alrededor de 388.000 turistas vinieron a realizar actividades deportivas, un 15,8 por ciento del total de visitantes. Arcenes de carreteras, playas, perfiles volcánicos y costas cubiertas de atletas se encargan de recordar cada día la inexorable cuenta pendiente con el mens sana in corpore sano.

Añadir nuevo comentario