CIENCIA

Haeckel y su “gran sopa de animales”

Haeckel, sentado, y su ayudante ruso fotografiados en Lanzarote, en 1866.
M.J. Tabar 3 COMENTARIOS 18/03/2018 - 09:45

Una larga lista de naturalistas y exploradores ha vivido un idilio científico con Canarias y con Lanzarote. En 2019 se cumplirán 220 años del desembarco de Alexander von Humboldt en La Graciosa, un prusiano fascinante que cambió para siempre nuestra manera de entender la naturaleza, presentándola como una fuerza global donde todo está conectado. Su muerte impactó muchísimo al joven Ernst Haeckel, que se debatía entre seguir el camino que su padre había trazado para su vida profesional, la medicina, y hacer lo que verdaderamente le apasionaba: estudiar la naturaleza.

Acabó la carrera y abrió consulta en Berlín con un horario increíble: sólo atendía pacientes de cinco a seis de la mañana. Con tan abundantes ratos libres y una paga familiar, el inquieto alemán viajó a la isla italiana de Capri para realizar estudios zoológicos. Fascinado como estaba por los azules del paisaje, apenas sacó su instrumental de su caja y durante dos semanas se entregó a la vida bohemia, pintando lo que veía y sentía en preciosas acuarelas. Aquel viaje “le cambió para siempre”, dice Andrea Wulf en su libro La invención de la naturaleza. Haeckel empezó a fijarse en los patrones simétricos de los organismos que analizaba bajo la lente del microscopio. Para él eran delicadas obras de arte que dibujaba con un ojo en la lente y otro en el tablero de dibujo.

En 1866, después de subir al Teide siguiendo los pasos de Humboldt, Haeckel viajó a Lanzarote aconsejado por el naturalista francés Sabino Berthelot. Tras estudiar la fauna marina en el Mar del Norte y en el Mediterráneo, quería hacer lo mismo con la del Atlántico para relacionarla con la teoría del origen y evolución de las especies, de la que era un radical defensor. Había planeado llevar su expedición a Madeira, pero el puerto de Arrecife ofrecía un acceso a la costa mucho más cómodo.

Haeckel se subió a un barquillo de cabotaje en Tenerife y llegó a Arrecife cinco días después. Era noviembre y el estado de la mar no era muy bueno. Le acompañaban su colega Richard Greeff, el estudiante ruso Nikolai Nikolajewitsch y el suizo Hermann Fol. Los dos primeros días se hospedaron en una fonda y luego alquilaron una casa en la calle Real, no frente al mar como les hubiera gustado. A la vivienda se le empezó a llamar “la casa de los cuatro naturalistas”. El comerciante José Barón, que hablaba francés e italiano, les ayudó en sus trámites de recién llegados y un carpintero de Arrecife les fabricó una mesa grande donde poder dibujar y hacer trabajo de laboratorio.

“Nuestra alimentación se compone fundamentalmente de pescado y frutas; a la carne, especialmente a la asada, nos hemos tenido que deshabituar por completo, al igual que a las papas y a las verduras. La fruta que mayormente tomamos es la guayaba”, escribió Haeckel. En el libro La expedición científica de Ernst Haeckel a Lanzarote, Marcos Sarmiento describe cómo los científicos tuvieron que soportar algunas incomodidades, como las pulgas, los insectos y “pequeños cerdos negros, provistos de una cinta roja al cuello, que correteaban libremente por las calles, como los perros”.

En 1866, el zoólogo alemán Ernst Haeckel pasó tres meses en Arrecife estudiando la fauna pelágica atlántica. Su expedición fue la primera que estudió en profundidad la fauna marina de esta latitud y colocó Lanzarote en la vanguardia de la investigación zoológica

Contrataron a dos pescadores, Florencio y Juan, para coger muestras en la bahía de Arrecife, el Charco de San Ginés y las proximidades del litoral. En días tranquilos se encontraban con unas corrientes que los locales llamaban ‘zain’: unas rayas lisas sobre la superficie del mar “en las que los animales pelágicos transparentes se acumulan en ingentes cantidades” formando una “gran sopa de animales”, cuenta el libro de Sarmiento. Usaban red de arrastre metálica para rebuscar criaturas en el fondo del puerto y una de gasa fina para filtrar el agua.

Los arrecifeños les miraban con extrañeza al verles bañarse al anochecer, en pleno invierno. Hubo quien pensó que debían de estar protegidos por algún tipo de “ungüento mágico” para echarse a la marea de aquella forma. Algunos decían que eran espías franceses. Otros, que venían de parte del gobierno prusiano, con intenciones conquistadoras. “Los habitantes de Lanzarote se mostraban como niños grandes, con todos los vicios y virtudes de los muchachos europeos de entre 10 y 12 años”, decía Haeckel que apenas se rozó con la población local. Él y sus compañeros visitaron Haría, Yaiza y las Montañas del Fuego.

Estudiaron también rayas, tiburones, ctenóforos (delicados y transparentes como las medusas), esponjas y cnidarios. “Somos los primeros naturalistas que se han establecido durante un periodo de tiempo prolongado en la desolada Arrecife y los primeros zoólogos que han elegido la fauna de Lanzarote como objeto especial de investigación, aparte de Webb y Berthelot, que sólo se han ocupado de ella ocasional y someramente”, escribió Haeckel. Entonces tenía 32 años y era catedrático de la Universidad de Jena.

Salían todos los días a pescar, dibujaban, observaban sus capturas, hacían anotaciones… Se consideraban “satisfechos” y “afortunados” porque en Lanzarote el mar es “muy rico en animales invertebrados” y en la bahía de Arrecife “crecen desordenadamente magníficas y multicolores esponjas, corales, ascidias, actinias, etc., en tal cantidad que se podría pasar varios años con su investigación”. Con la luna llena, dejó escrito el alemán, “la bajamar deja secos amplios trechos del fondo marino y pueden encontrarse grandes cantidades de hermosos equinodermos, babosas, gusanos y gran copiosidad de extrañas plantas marinas probablemente en gran parte aún desconocidas”.

El 2 de marzo de 1867 dieron por terminada su investigación y zarparon en el vapor inglés Greatham Hall cargados con un centenar de frascos de vidrio que contenían los animales recolectados en las costas de Arrecife. En total: 300 kilos de material científico que supusieron el descubrimiento de 500 especies “raras o nuevas” para la ciencia. La biodiversidad de la bahía de Arrecife no ha dejado de estudiarse desde entonces.


Discomedusas ilustradas por Haeckel en su obra Kunstformen der Natur (Obras de arte en la naturaleza).


Sifonóforos ilustrados por Haeckel en su obra Kunstformen der Natur (Obras de arte en la naturaleza). 

Comentarios

Que pena que una ciudad, con el segundo puerto natural mas importante del mundo, despues de nueva york, este en semejantes condiciones y semejantes manos.
“Los habitantes de Lanzarote se mostraban como niños grandes, con todos los vicios y virtudes de los muchachos europeos de entre 10 y 12 años” Puede que esta sea la explicación.
Gracias por el artículo.

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