ZOOM

El museo naval de Patoño

Fotos: Felipe de la Cruz.
M.J. Tabar 3 COMENTARIOS 05/08/2016 - 08:04

La puerta azul de esta herrería  (“taller soldadura, cerrajería metálica”) permanece abierta en la calle Foque de Puerto Naos hasta las seis de la tarde o hasta cuando Patoño Díaz, su propietario, quiera. Del Puerto, nacido en el barrio de Titerroy hace 53 años, hace buena chufla y mejor crítica de casi todo. Él mismo dice que se dejó “engañar” por su padre hace 40 años, cuando empezó a trabajar en este negocio.

En el siglo pasado no paraban de reparar barandillas, tuberías o cualquier artefacto metálico de los barcos que faenaban a pleno rendimiento. “Ahora, de la mar, nada”, confirma. La reparación naval se acabó y los encargos que llegan son fabricación de puertas, cancelas o tareas relacionadas con los cerrojos. “No toque, coño” es una de las advertencias fosforitas que Patoño ha colocado junto a la reproducción de un barco. En la pared de la derecha, otro cartel explica la filosofía del local: “Los trabajos de las amistades, después de las 6 (para que no me jodas)”. Firmado: “El cabronazo”. Patoño se explica: “Mi padre me decía ‘nunca digas que no, di ahora no puedo”. Y eso hace.

Hace 20 años empezó a hacer maquetas de barcos. Su taller, además del sitio donde se gana la vida, es el lugar dónde la ve pasar. Y con mejor perspectiva que la Autoridad Portuaria (desde la ventana, hay un preciosa panorámica del puerto). Hay “gente buena” haciendo maquetas de barcos pero “no se dejan ver”, dice Patoño.  Ha usado el calendario de Barloworld para copiar un barco de la Marina estadounidense, un Kustwacht amarillo (el salvamento marítimo holandés) y el Moustakbal, que es un gánguil de succión “como el que echa las piedras aquí”. Sus primeras maquetas “están hechas al trancazo”, sin escala, dice mientras señala una, desproporcionada, de la naviera Pinillos. Con el paso de los años, ha mejorado mucho su afición, y hoy es un prodigio artesano hecho con muy pocas herramientas.

Lo primero de todo es coger “un trozo de madera de 20 por 20” y empezar a trabajarlo a base de suela y radial. Miguel Ángel Buonarroti (siglo XV-XVI, maestro artístico) hacía algo parecido con los bloques de mármol: a base de cincel sacaba la forma de cada bloque. Patoño (siglo XX-XXI, herrero) busca en internet una imagen frontal y lateral del barco que quiere reproducir y la imprime “a 90 centímetros”. También saca una vista aérea “para saber dónde tengo que poner los pasillos”. Va midiendo, haciendo y pegando con Loctite.

Las miniaturas de anclas y hélices las compra “en mercadillos, chinos, donde las vea”. Para otros detalles del barco, como los ojos de buey, usa los aros metálicos por dónde pasan los cordones de los zapatos. Para los balcones, la base de los mecheros… También se adivinan pelotas de golf, pomos, tacos de carpintero y otros materiales reutilizados.

La exposición incluye dos barcos que copió, a ojo, del programa Pesca Radical (Cornelia Marie y Northwestern); una patrullera de la guardia civil; el lujoso trasatlántico American Star que en 1994 quedó a la deriva por una fuerte tormenta y encalló en la playa Garcey de Jandía (Fuerteventura); el Thorsten Walter, “que se abre por la mitad para descargar más cómodamente”; el barco del práctico y el espartano ferry azul de Alisur, que conectaba Playa Blanca con Corralejo en un viaje bamboleante de arcadas y olor a gasoil. Patoño recuerda bien cómo la gente terminaba vomitando por la baranda, porque el barco no tenía quilla y el movimiento era insoportable.

Otros habitantes de este pequeño museo naval son Nuestra Señora de la Luz, que fondeaba para suministrar luz a Lanzarote, el maderero Telamon que sigue varado en Las Caletas, “el carguero que trae cemento a la isla” y el petrolero Prestige que vertió frente a las costas gallegas más de 40.000 toneladas de fuel.

También hay un barco llamado Ivaron, en homenaje a sus dos hijos (Iván y Aarón) y el portaaviones Lolita, dedicado a la fundadora de la dulcería arrecifeña. “Ponme el nombre mío”, le pedían cuando empezó con este hobby. Y así lo ha hecho con quien él ha querido y con algunos amigos “que se han ido para arriba”.

“Es una miseria ir paseando con un niño y no poder decirle: ‘Mira, aquí trabajó tu abuelo’”

Cuando le preguntan qué hace en el taller todo el día, responde muy rápido: “Yo, aquí, disfrutar”. Aquí, o en un garaje que tienen en Los Cocoteros, donde puede pasarse horas y horas, con la radio encendida, “a gusto, a gusto”. En su taller de Arrecife, también hay una maqueta del frente marítimo de Puerto Naos, el de antes: un skyline de belleza chata y blanquiazul que reúne las historias de Pepe el Chatarrero, Maestro Agustín, El Pichón y otros tantos porteños.

El 16 de julio expuso su pequeño museo naval por encargo de la comisión de fiestas de Valterra. “Es una miseria ir paseando con un niño y no poder decirle: ‘Mira, aquí trabajó tu abuelo’”, lamenta Patoño, que critica con dureza la falta de respeto y divulgación que tienen las instituciones con la historia marinera y conservera de Arrecife, la que fundó la ciudad, y es parte fundamental del acervo cultural.  Menciona además una referencia de la que tomar nota: el Museo de la Minería y de la Industria de Asturias. “Pero aquí no protestamos por nada”, lamenta. Quien le conoce, sabe que habla claro: “Tú y yo no pintamos nada; son los políticos”.

Comentarios

Tienes razón Patoño habla claro. Felicidades por este hobbi y ojala q este trabajo de barcos y de otras personas puedan quedar para mostrar a los residentes y a quien nos visita, para q pueda quedar reflejada la historia d arrecife, incluyendo la historia de sus fabricas de pescado, las salinas, su puerto, etc. Parece q Arrecife se ha quedado sin historia, tal vez los políticos deberían pensar en ello.
Ahí menos mal que te decidiste a exhibir ese arte de barcos Patoño y a seguir currando que yo me jubilo antes que tu
Que se ponga de acuerdo con su hermano Angel que posee una impresionante colección de la historia pesquera de Arrecife

Añadir nuevo comentario