LA FOTOGRAFÍA EN LANZAROTE

El método de Javier Reyes para capturar la espontaneidad

Desde 1942 hasta los años 70, el fotógrafo lanzaroteño compaginó diferentes profesiones y negocios con la fotografía en un modesto estudio en Haría

Retrato de una pareja durante un baile en el pueblo de Haría, ca. 1950. Colección Javier Reyes Acuña y herederos.
Mario Ferrer 0 COMENTARIOS 30/08/2020 - 08:32

La espontaneidad es pieza de caza mayor en la fotografía. Su captura lleva al tan ansiado objetivo de registrar la autenticidad y la naturalidad. Casi desde su invención, pero especialmente desde que consiguió mayor desarrollo tecnológico en el siglo XX, una amplia corriente de la fotografía ha buscado la manera de cazar lo espontáneo, de retratar la vida en todo su esplendor, explotando la capacidad de congelar tiempo y estética en un instante eterno. Aquello que el fotógrafo Henry Cartier-Bresson consagró en el célebre concepto del “instante decisivo”.

Desde 1942 hasta los años 70 del siglo XX, el fotógrafo lanzaroteño Javier Reyes Acuña (Haría, 1926) compaginó diferentes profesiones y negocios con el ejercicio profesional de la fotografía en un modesto estudio en Haría. La meta de Reyes no iba más allá de ganarse el jornal retratando los rostros y la vida de los habitantes del norte de Lanzarote y sus islotes, lejos de cualquier pretensión artística o elucubración metodológica.

El método de Reyes era, en cierta manera, el anti-método, puesto que no había estrategia ni teorización previa. Sin embargo, la simple pero honesta sinceridad de su postura profesional le llevó a crear imágenes de enorme veracidad. Así, este humilde retratista de pueblo logró componer un archivo que hoy destaca por ser un caso sobresaliente de fotografía rural en el panorama regional y nacional, comparable con otros destacados ejemplos internacionales. El fondo de Reyes describe con profundidad y emoción el día a día de campesinos y costeros, justo antes de la transformación turística de Lanzarote.


Baile en el pueblo de Guatiza, ca. 1950

“No hay artificios ni posturas impostadas porque Reyes había logrado integrarse por completo con el paisanaje”

De todo su archivo, probablemente sea en los retratos de los bailes donde mejor se pueda observar su exitoso método para capturar la espontaneidad. Reyes, que cubría todo tipo de encargos (bodas, bautizos, comuniones, retratos de estudio, etcétera), encontró otra fuente de ingresos en las fotos que tomaba a parejas y familias en fiestas populares. De ahí emerge hoy en día una colección maravillosa para ver un delicioso universo de enamorados, orquestas, camareros, borrachines, progenitores vigilantes o ansiosos pretendientes que pululaban por las verbenas de la época.

El secreto de la autenticidad de retratos tan fantásticos como los que ilustran estas líneas es que nadie posa. No hay artificios ni posturas impostadas porque Reyes había logrado integrarse por completo con el paisanaje. Las mujeres y hombres de sus fotografías aparecen con una inaudita naturalidad porque no sentían que tenían que posar ante un fotógrafo desconocido: simplemente era Javier, uno más de su misma comunidad. Una mirada interna y poética que no se basaba en el camuflaje intencionado, sino en pertenecer al mundo retratado y en tener un ojo innato privilegiado. El resultado de esta combinación de factores son retratos tan íntimos que al espectador le resulta casi imposible no emocionarse al verlos.

* Mario Ferrer es autor del libro ‘La fotografía en Lanzarote: 1850-1950’

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