CRÓNICA

El coronavirus: una Isla, dos realidades

La población local arrasa los supermercados y se dispone a pasar el fin de semana en casa mientas el turismo vive una jornada de absoluta normalidad

A la izquierda, lineales vacíos en un supermercado de Arrecife y, a la derecha, una concurrida avenida de Puerto del Carmen, este viernes. Fotos: Adriel Perdomo.
Saúl García 0 COMENTARIOS 13/03/2020 - 16:17

“Retírense, por favor porque si no esto es una batalla campal”. Un trabajador de un supermercado en Valterra increpa este viernes por la mañana a los clientes mientras una compañera hace guardia en una barrera improvisada con dos palés negros. No se puede pasar al pasillo del agua potable hasta que no se reponga.

En el supermercado hay unas colas inéditas, todos los carros están colmados hasta arriba. Están especialmente vacíos los estantes de la leche, los yogures, el agua, la lejía, los pañales y la pasta.

La conversación, a cierta distancia, es la única conversación posible: “A lo mismo, ¿no?”, se oye. Dentro del establecimiento, en un encuentro fortuito, un trabajador de una empresa distribuidora dice: “No hay problema de desabastecimiento y la gente no se da cuenta de que el mejor almacén es el supermercado”.

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A solo 15 kilómetros de allí, de la isla de la gente prevenida, asustada, la que se dispone a cumplir la recomendación de evitar desplazamientos y no salir de casa que circula en diferentes formatos por las redes sociales, hay otra isla.

La Avenida de Puerto del Carmen es un hervidero: por el calor y por la cantidad de gente paseando. Los Centros Turísticos han cerrado y no hay muchas más alternativas de ocio. Las terrazas están llenas de gente y en las hamacas de la playa se trabaja con normalidad.

Así lo confirma Miguel Ángel, hamaquero, que precisamente está hablando con unas turistas sobre las medidas que hay que tomar para no pillar el virus. “Quizá hoy hay menos gente porque los jueves es día de entradas y salidas pero ayer estaba a tope -dice-, la gente no está preocupada”.

En realidad no hace falta ir tan lejos. El trenecito que recorre Arrecife, a mediodía, está lleno. Los cruceristas del Aida Stella pasean con normalidad desde la Marina hasta el centro de la ciudad aunque “las compras están muy flojas”, dice el dependiente de un establecimiento de electrónica.

El Charco de San Ginés está repleto, igual que la Avenida de Playa Honda, y no de turistas precisamente. El coronavirus, de momento, no ha afectado al día a día del turismo pero afectará.

“En solo tres días ya se ha cancelado más de un diez por ciento para marzo y abril, en este hotel ya se han perdido unas 3.000 pernoctaciones”. Esto lo dice el responsable de un hotel en Playa Blanca, que añade que además de las cancelaciones, cada día hay otras 10 o 15 personas que no se presentan aunque no hayan avisado. “Aquí están más preocupados los trabajadores que los turistas”, dice.

Otros establecimientos lo van a pasar peor. A alguno de ellos le afectó de lleno la crisis de Thomas Cook y ahora la cancelación de los viajes del Imserso, sus dos principales clientes. 

En una parafarmacia de la Avenida de las Playas de Puerto del Carmen, no obstante, se nota la preocupación. Se vende mucho alcohol y geles. “De lo que no hay rotura de stock”, aclara la dependienta.

Un cartel advierte en dos idiomas de que se venden mascarillas “pero la gente ya no las compra tanto porque sabe que solo sirven si estás infectado y si es así te la dan en el hospital”, asegura.

En el aeropuerto, en la zona de salidas hay normalidad, pero para algunos es ficticia. “Esperando a que nos cierren”, dice uno de los trabajadores. Las salidas se hacen con normalidad aunque el vuelo a Madrid “ha salido casi vacío”, dice esta misma fuente.

Desde el punto de información turística en la terminal de llegadas, quien la atiende afirma que el vuelo desde Madrid también ha llegado con poca gente.

Cerca de allí hay cuatro trabajadores encargados de transportar turistas. “Aquí está todo normal, de eso estábamos hablando, está todo lleno”, dice uno de ellos. Solo un paso más atrás, hay otros cuatro, de otra empresa. Uno reconoce que está asustado y otro dice que ayer un compañero llevó de vuelta al aeropuerto a un grupo de setenta pasajeros que habían llegado el día anterior y que decidieron volverse.

En el aparcamiento, dispuestos ya a coger el vuelo hay cuatro turistas italianos, tres hombres y una mujer. Ella va con mascarilla y se pasan entre ellos un bote de alcohol de mano en mano. Vuelven a casa pero vuelan a Lyon, un día después de lo que tenían previsto cuando planificaron sus vacaciones en Lanzarote.

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