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Diez años de la huelga de hambre que dio la vuelta al mundo

“Esto es una victoria para el derecho internacional, para la justicia internacional y para la causa saharaui”, afirmó Aminatu Haidar en Lanzarote

Aminatu Haidar y José Saramago.
Saúl García 0 COMENTARIOS 24/11/2019 - 08:36

Este mes de noviembre se cumplen diez años del inicio del caso de la activista saharaui Aminatu Haidar. Su huelga de hambre durante 32 días en el aeropuerto de Lanzarote puso en jaque a las diplomacias española y marroquí y colocó en primer plano el interminable conflicto del Sáhara Occidental.

“Esto es una victoria para el derecho internacional, para la justicia internacional y para la causa saharaui”. Desde su silla de ruedas, en la puerta del Hospital José Molina Orosa y rodeada de decenas de periodistas y simpatizantes, Aminatu Haidar se despedía así, a las 21.25 horas del 17 de diciembre, camino otra vez del aeropuerto, de la que había sido su casa durante 32 días.

El pasado 14 de noviembre se cumplieron 10 años del inicio del mayor conflicto internacional que vivió Lanzarote en su historia reciente. Una hora después de esas palabras, Aminatu, muy debilitada y acompañada de su hermana Laila y del médico Domingo de Guzmán, despegaba hacia El Aaiún, donde la esperaba su familia, “sin condiciones y sin pedir perdón” al Rey de Marruecos, como destacaron desde la plataforma de apoyo que se había creado durante esos días.

Aunque el último acto de esta historia tuvo lugar en el hospital, donde había ingresado ese mismo día después de 32 jornadas de huelga de hambre, el escenario principal fue siempre el aeropuerto. El primer acto fue el 14 de noviembre de 2009. Un avión fletado por el Gobierno marroquí aterrizaba en Lanzarote con Aminatu a bordo. No la habían permitido entrar en El Aaiún después de que la activista saharaui escribiera, como había hecho en numerosas ocasiones, Sáhara Occidental en lugar de Marruecos en la casilla de nacionalidad.

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Aminatu volvía desde Nueva York, donde había recibido el Premio al coraje civil de la Train Foundation. En esa ocasión, las autoridades marroquíes le retiraron el pasaporte y, de forma aún incomprensible, las autoridades españolas, que conocían la intención de Marruecos de expulsarla, permitieron primero su entrada en Lanzarote a pesar de no tener pasaporte y le prohibieron después volver a tomar un avión a El Aaiún precisamente porque carecía de documentación.

El Ministerio de Asuntos Exteriores justificó su actuación por el artículo 25 de la Ley de Extranjería que permite la entrada para los extranjeros por razones humanitarias o de interés público.

El primer día, Aminatu denunció los hechos en la comisaría del aeropuerto y recibió ya la visita y el apoyo del colectivo saharaui que reside en la Isla y de un grupo, aún reducido, de simpatizantes, que improvisaron, con un colchón, unas mantas y unos cartones, un lugar donde pasar la noche en la misma puerta de la Terminal 1, cuando el aeropuerto cerró al público.

Esa misma noche ya inició la huelga de hambre. A partir de entonces, las mañanas y las tardes las pasaba Aminatu en la terminal alrededor de unos bancos (que tras su paso se retiraron) rodeada de pancartas, de carritos y de gente.

Cada noche la comitiva se desplazaba a la puerta para dormir, siempre acompañada. Días después el cuartel general se trasladó al aparcamiento de las guaguas, donde le permitieron ocupar una pequeña oficina, donde pasaba la mayor parte del tiempo, según iba avanzando su debilidad por la huelga.

El campamento también fue creciendo. Durante esos 32 días se produjo la que probablemente sea la rueda de prensa más multitudinaria que haya dado nadie en la Isla, con todos los medios nacionales, de prensa, televisión y radio, y muchos más internacionales, emitiendo en directo.

Aminatu, con su hablar pausado, su melfa, sus gafas oscuras y su mirada por encima de las lentes, se enfrentó a los focos con un hilo de voz casi inaudible, una actitud muy similar a la que tomaba para recibir a las numerosas personas que pasaron a mostrarle su apoyo o interesarse por su situación: políticos como Rosa Díez o Cayo Lara, varios eurodiputados, las representantes de la Fundación Robert Kennedy, políticos locales, artistas como Juan Diego Botto, Jaime Rosales, Lola Dueñas, Huecco, Fran Perea, Javier Fesser, Macaco, Fernando Tejero o el Premio Nobel José Saramago, que antes de su visita le escribió una carta en la que le decía que Marruecos incumplía con el Sáhara todas las normas de buena conducta y que ella estaba dando “un ejemplo valioso que en todo el mundo se reconoce”.

“No pongas en riesgo tu vida porque te quedan por delante muchas batallas y eres necesaria. Tus amigos, los amigos de tu pueblo, tomaremos el relevo en los foros que sean necesarios”, añadía Saramago.

Durante esos 32 días se  produjeron en el aeropuerto actos de todo tipo: una guerra de diplomacia, palabras, informes, gestos y expresiones medidas. Cada día había algo noticiable: una visita, una denuncia, una multa de 180 euros a Haidar por alterar el orden público, una carta, un comunicado, otra persona que se ponía en huelga de hambre en solidaridad, concentraciones o la visita de un juez y una forense para determinar si peligraba su vida y había que alimentarla contra su voluntad.

Llegaron curiosos de todos lados. Un jubilado alemán interpretando a trompeta una balada dedicada a ella, un joven que traía un mensaje del Altísimo, alguien que plantó un olivo, un grupo llamado Ciudadanos/as con compasión que meditaba cada tarde en la terminal y decenas de personas que dejaban sus mensajes, sus regalos o su conversación. Y siempre los más cercanos: Edi Escobar y Fernando Peraita, Willy Toledo, Carmelo Ramírez y su abogada Inés Miranda, pero también Dani, Man, Tirsa, Gurutze o Cristina.

La huelga pudo terminar antes. Aminatu llegó a embarcar en un avión después de la visita del Secretario de Estado, Agustín Santos, con quien tuvo que suspender una reunión tras sufrir un desvanecimiento repentino.

Aminatu había acusado a la diplomacia española de inhibirse en el conflicto y de connivencia con Marruecos y había rechazado todas las propuestas de Miguel Ángel Moratinos, entre las que estaba el asilo político. Cuando parecía que todo había acabado, Marruecos informó al piloto de que no tenía permiso para aterrizar. La diplomacia naufragó y Aminatu no despegó.

Jaque a la diplomacia

Una mujer sentada en el suelo puso en jaque a la diplomacia marroquí con su actitud y su determinación. El ministro marroquí de economía, Salabeddine Mazouar, llegó a reconocer que les estaba colocando “en una situación difícil” ante la opinión pública de su país.

Durante esos días se produjeron movimientos de todo tipo. Hubo votaciones en la Eurocámara, el Congreso de los Diputados instó al Gobierno a mediar con Marruecos, el  secretario general del Frente Polisario, Mohamed Abdelaziz, remitió una carta al Papa Benedicto XVI, hubo reuniones con el secretario general de la ONU Ban Ki-moon, que  instó a Marruecos a respetar los Derechos Humanos, iniciativas políticas de partidos, de instituciones locales y autonómicas, del Parlamento portugués, del Consejo General de la Abogacía.

Incluso la Casa Real manifestó que el rey Juan Carlos I estaba dispuesto a intervenir si fuera necesario. Al final, la clave para la salida de Aminatu, sin pasaporte pero con un salvoconducto del Gobierno español y el visto bueno de Marruecos, fue la diplomacia francesa. Dos días antes, el ministro de exteriores marroquí llevó a Nicolás Sarkozy un mensaje de Mohammed VI.

Francia emitió un comunicado en el que apoyaba “una gran autonomía para el Sáhara en el marco de una solución política bajo el auspicio de Naciones Unidas” y solicitaba al Rey que permitiera volver a Aminatu a su casa. Esta segunda parte se cumplió dos días después. A la primera, la de la solución política sobre el Sáhara, le ha pasado por encima otra década más.

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