DIARIO DEL CORONAVIRUS (XXVIII)

Bulos

Saúl García 0 COMENTARIOS 12/04/2020 - 20:57

La página web madilta.es, que se dedica a desmontar bulos, antes de todo tipo y ahora casi en exclusiva del coronavirus, ha contabilizado ya 414 mentiras, alertas falsas y desinformaciones sobre el virus. Esta web es un gran ejemplo de cómo se puede luchar contra los bulos. Es un buen ejemplo pero no es suficiente porque también exige un cierto interés y sentido crítico por parte del receptor de bulos para comprobar si son ciertos o no lo son, y porque la desinformación tiene muchas aristas y no todas son bulos. Hay tanta posibilidad de desinformarse en los medios tradicionales como en las redes sociales.

Miguel Pasquau Liaño pone de manifiesto en un artículo la dificultad para afrontar este problema, ahora que hay muchas voces pidiendo que se pueda actuar de alguna forma contra los bulos, convirtiéndolos en delito. Resolver las cosas a base de censura o con el Código Penal no parece lo más acertado ni lo más eficaz. No se trata de que aplaudan los nuestros. La apología al franquismo no va a acabar por el intento de convertirla en delito. Es más, puede empeorar las cosas.

Dice Pasquau respecto a los bulos que “lo que está en juego no es un gobierno u otro, un partido u otro, sino la democracia frente a populismos varios, que se alimentan con desazonadora facilidad de la intoxicación burda” Y añade: “Está bien creer, con envidiable optimismo en la naturaleza humana, que la autorregulación y la propia dinámica del mercado de la información decantará las buenas y las malas prácticas. Pero la experiencia lleva a un mayor pesimismo, y en tiempos en que el usuario de información con frecuencia lleva en la frente un “miénteme, pero que me guste”, no sobra preguntarse si no es momento de intentar corregir esta deriva, a nivel nacional y preferiblemente europeo”.

Propone dos líneas de actuación frente a los bulos “sin necesidad de abrir una cárcel”: una adaptación del derecho de rectificación y la eliminación, siempre por vía judicial, del bulo, a costa de su fabricante, una vez que pudiera constatarse, sin género de dudas, la falsedad del mismo.

Puede ser eficaz pero seguirá siendo escaso. Con la llegada de los teléfonos móviles y las tablets se hace patente como nunca que el medio es el mensaje. En la misma pantalla van apareciendo, sin transición, una foto de un familiar, un vídeo de no se sabe quién, el enlace a una noticia, un texto sin formato y sin firma o una recogida de firmas. Y en muchas de estas entradas hay afirmaciones rotundas hechas sobre datos falsos. Eso por no hablar del whatsapp, que se trata de una comunicación privada, aunque sea grupal, e invita alegremente a compartir cualquier cosa sin ningún pudor, “por si acaso”. No es lo mismo decir una media verdad o una mentira en una conversación privada que subirse a un estrado y decirla en público. Las cautelas no son las mismas. Antes de compartir algo piensen si eso mismo lo sostendrían en público si les hicieran pregoneros de las fiestas de su pueblo.

Por el camino habrá que tomar muchas medidas, pero como en casi todos os casos, a largo plazo esto solo lo puede abordar la educación. La información es una materia sensible y para que sea completa y adecuada requiere de esfuerzo por parte del receptor. Es indispensable y por tanto hace falta espíritu crítico y formación. No tengo ninguna esperanza de que esto ocurra pero el lugar adecuado para enseñar es el colegio, porque enseñar a leer no debe ser solo saber juntar las sílabas.

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