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Bamory: buscaba otra vida y la está encontrando

Salió de Costa de Marfil con solo 14 años, estuvo dos años en Marruecos y llegó en patera a Lanzarote. Ahora es jugador de fútbol y monitor en un centro de menores 

Saúl García 1 COMENTARIOS 17/04/2024 - 07:21

Bamory Coulibaly nació en Divo, al sur de Costa de Marfil, pero se crió en Abiyán, la capital económica del país. Es el tercero de ocho hermanos. Su madre vende “medicinas tradicionales”, compuestos de hierbas, y su padre es electricista por cuenta propia. Es fácil adivinar que la situación económica en la familia no era boyante. Bamory dejó de ir al colegio con 13 años para buscarse la vida. Su primer trabajo consistía en ejercer como una especie de representante de botas de fútbol. Con otros compañeros, contactaba con chavales interesados en comprar las botas, y si las compraban, los vendedores le daban un porcentaje. Al cambio, dice, podía ganar como mucho tres euros al día, que se los daba a su madre.

Pero ahorraba una parte. Y con ese dinero, junto a dos amigos, Ahmmed y Ousmane, un día, sin avisar a su familia y con solo 14 años, se metió en una camioneta rumbo a Mali, aunque el destino final era Marruecos. Los tres amigos iban en busca de otros jóvenes de Abiyán que les habían dicho que en Marruecos había trabajo. Dice que salió para tener “otra experiencia en la vida”.

El viaje duró más de un mes. De Mali fueron a Mauritaina y desde allí llegaron a Dakhla. El caso es que no sabían en qué ciudad de Marruecos estaban sus amigos, pero acabaron contactando con ellos y les dijeron que estaban en Kenitra, junto a Casablanca. Les quedaban otros 600 kilómetros. En ese periplo solían dormir en el campo, en casas abandonadas y tuvieron que hacer algunos trabajos para no quedarse sin dinero.  

Nada más llegar a Kenitra se dieron cuenta de que las cosas no eran como les habían contado. Bamory se ríe al contarlo. En Marruecos, sus amigos trabajaban “ayudando a los albañiles”, que era lo mismo que habían tenido que hacer ellos en Mali, y ganaban lo justo para sobrevivir. Esa situación, en Marruecos se alargó durante dos años. El paso siguiente era casi inevitable. Alguien les habló de la posibilidad de embarcarse hacia Canarias.

Bamory llegó a ahorrar 800 euros y se embarcó en una zodiac junto a otras 38 personas que salió desde Tan Tan. Sus dos amigos se quedaron allí esperando otra oportunidad. “Sabía que era peligroso – dice - pero tampoco tenía muchas opciones”. “Sabes que puedes morir, pero aún así te arriesgas, quieres tener otra vida”, añade. Fueron dos días de navegación y el viaje no fue del todo mal. Al menos llegaron todos los que salieron. Les rescató la Salvamar y desembarcaron en Arrecife  cuando la pandemia estaba en una de sus últimas fases.

Sin avisar a su familia y con solo 14 años, se metió en una camioneta rumbo a Mali

La travesía la recuerda así: “muchos sustos, muchos nervios pero sobre todo mucho miedo”. “No ves nada, no sabes donde estás, no tienes sitio para moverte”. Dice que “con el miedo” no pudo dormir en esos dos días, pero que todo pasó cuando vio tierra y vio gente.

Aún era menor de edad. Bamory nació en diciembre de 2003. Lo alojaron durante un mes en una casa en Yaiza, que es un pequeño centro de menores y después estuvo seis meses más en el albergue de La Santa. Dice que se estaba mejor en Yaiza porque es un centro más pequeño y hay menos gente. No estuvo desperdiciando el tiempo. Veía películas en español, escuchaba música y practicaba con los monitores para aprender español cuanto antes. Después asistió a clases de español en el Centro cívico de Arrecife. Aunque dice que le queda mucho por aprender, habla español perfectamente. 

Trabajo

Alcanzar la mayoría de edad suele ser una buena noticia. Pero no siempre. Bamory no tenía familiares ni amigos a los que acudir y tenía que salir del centro. Había seis plazas en un piso tutelado de la asociación Tribarte. Hizo una entrevista y le admitieron. Tuvo suerte. Siguió aprendiendo español, empezó a tramitar sus papeles y comenzó a aprender lo más básico para poder hacer una entrevista de trabajo. Cuando pudo acceder al mercado laboral, primero le contrató una empresa de mármoles y después trabajó como valet en un hotel. Poco después, como sabe hablar francés, le llegó la oportunidad de trabajar como monitor en un centro de acogida de menores, igual que en el que había estado él solo un año antes. Hace dos meses que trabaja ahí y le gusta su trabajo.

“Sé que he tenido muchísima suerte”, dice. Está muy contento por cómo le han ido las cosas. “En Marruecos fue más duro”, asegura. Desde luego, le ha ido mejor que a los dos amigos con los que salió de Abiyán. Uno sigue en Marruecos y el otro falleció en el mar, en la ruta migratoria más peligrosa del mundo, la travesía hacia Canarias, solo cinco meses después de que lo hiciera Bamory.

Dice que a los chicos del centro les cuenta su vida y que intenta servirles de ejemplo. “Les cuento cómo es Lanzarote y lo que tienen que hacer, les digo que es importante que aprendan el idioma...” Asegura que, como él, la mayoría de los chavales viene con las cosas claras, que quieren hacer las cosas bien: “Cada uno sabe cuál es su forma de ver la vida”. Afirma que no puede decir que haya sentido el racismo en Lanzarote, pero que cada persona tiene una experiencia distinta. 

Fútbol

El fútbol siempre ha estado presente. Empezó vendiendo botas y ahora se las calza. Entró como juvenil en el Orientación Marítima, después lo fichó la UD Lanzarote y ahora ha vuelto al Marítima, al primer equipo. Juega de medio centro defensivo y también hace de monitor con los niños de la cantera. Si las cosas salen bien con el fútbol, pues seguirá. Sabe que es difícil pero “nunca se sabe”.

Salió de casa en Abiyán hace casi cinco años. No dijo nada a su familia. La primera vez que habló con su madre, desde Marruecos, ya habían pasado varias semanas. Se tranquilizó un poco, pero no mucho. Estuvieron buscándole durante varios días. No ha vuelto a ver a su familia desde entonces y tiene “muchísimas ganas de volver”. Si todo sale bien, en julio podrá hacerles una visita.

Comentarios

Me alegro de que esté chico haya tenido su oportunidad, espero que tenga una vida mejor que la que hubiese tenido en su pobre país.

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