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Artesano de la mar

Orlando Hernández ha heredado la pasión por los barquillos y el arte de trabajar la madera a escala. Ahora se ha propuesto rescatar las regatas con teledirigidos

Orlando muestra, ante los trofeos, el Halcón Solitario, en homenaje al primer barquillo de su padre. Fotos: Adriel Perdomo.
María José Lahora 0 COMENTARIOS 21/02/2021 - 09:04

A Orlando Hernández la pasión por los barquillos le viene de familia: la saga lanzaroteña conocida como los aguaresíos del Charco. “Hasta mis tatarabuelos eran del Charco”, comenta. Ha mamado desde chiquito el mar y la carpintería. Dice que la afición marinera le llegó de su abuelo, junto con el oficio de carpintero y la pasión por las maquetas de vela. La primera, que aún se conserva en el garaje familiar, la realizó a la edad de siete años.

Balandras como la dedicada a su madre, Teresita, chalanas, barquillos, incluso una reproducción del pesquero en el que navegaba su abuelo, el Juan Carlos, presiden ese garaje en el que hay reservada toda una pared para los trofeos de las regatas en las que ha participado su familia. Desde vela latina hasta radiocontrol. El primer teledirigido de Lanzarote fue una creación de su padre, Domingo Hernández, que le dio el nombre de Basura. Llegó a sus manos después de que unos basureros se lo encontraran tirado cual desecho a medio hacer. “Mi padre lo terminó y lo aparejó”, recuerda el artesano.

“Hasta entonces -explica Orlando- las embarcaciones eran a timón fijo. Fue tras la visión de un timón de una avioneta de radiocontrol cuando a mi padre se le ocurrió incorporar ese artilugio a la maqueta náutica que manejaba con un mando a distancia”. Más tarde, tíos y primos crearían sus propios barquillos para competir entre ellos en singulares regatas, que, a pesar de la consanguinidad de sus participantes, no dejaban de ser muy competitivas y de gran rivalidad, según comenta Orlando, mientras enseña una fotografía en la que pueden apreciarse en el Charco a su abuelo y progenitor en una de esas regatas. “Se peleaban como perros y gatos”, evoca.

Orlando también participó en estas competiciones familiares cuando contaba apenas nueve años de edad. Sin embargo, no se lo pusieron fácil. Los mayores no llevaban nada bien que les ganara y siempre le ponían disculpas para privarle de la merecida victoria. “Al final me cansaron y ya no fui más”, comenta, mientras enseña el barco con el que competía en las regatas, obra de su padre.

El padre de Orlando fue también el artífice de infinidad de mejoras en la náutica de la vela. El artesano habla con orgullo de su progenitor. Su abuelo llamaba a Domingo, el Pipiolo, porque estaba siempre inventando cosas nuevas. No en vano, fue el artífice de numerosas innovaciones en los barquillos para perfeccionar la navegación. También el barquillo de su progenitor fue el elegido por Estanislao Bethencourt, patrón del Furia II, para iniciar su carrera profesional.


El pesquero de su abuelo, el Juan Carlos.

En confinamiento rescató su dedicación por los barquillos de radiocontrol

En memoria de su padre, fundador del Club de Vela Latina de Lanzarote, Orlando ha realizado el que fuera el primer barquillo de vela latina en el que navegó su progenitor, el Halcón Solitario, y que tantos triunfos reportó.

Las réplicas de Orlando intentan reflejar estos importantes logros que imprimieron más agilidad y velocidad a las embarcaciones. Asegura que su maqueta del Halcón Solitario incorpora todas esas innovaciones y que, de haber tripulación a su misma escala, podría salir a navegar perfectamente. Afirma también que, de contar con la madera necesaria, podría crear una embarcación a tamaño real, aunque reconoce no saber trazar. “Antiguamente se contaban con los dedos de una mano los carpinteros en todo el Estado que sabían trazar un barco”, comenta al respecto. Ni su propio padre. Los barquillos se fabricaban “a junquillo”, de ahí el nombre de junquiao. Se ponía la quilla, las rodas de proa y popa y la primera cuaderna con la forma deseada. Más tarde, se enlazaba con varillas y, de acuerdo al diseño previsto, se conformaba la embarcación costilla por costilla.

Durante el confinamiento, él y otros miembros de la familia, también aficionados a la náutica, rescataron su dedicación por los barquillos de radiocontrol y aprovecharon para poner al día sus maquetas con la firme intención de que vuelvan a navegar, una vez que la situación sanitaria lo permita.

Regatas

Recuperar el club de vela fundado por su padre es uno de los objetivos de Orlando. Varios miembros de la familia, apasionados de esta actividad, ya se han puesto manos a la obra para confeccionar o reparar las embarcaciones de alrededor de un metro de eslora con las que reiniciar la tradición de las regatas familiares.

Orlando recuerda que estas competiciones se abandonaron después de que decidieran realizarlas con barcos de mayor tamaño, a fin de que fueran más llamativos. “De un metro pasaron a un metro cincuenta centímetros, más el enarbolamiento de las velas. Los tenían que llevar con un carro”, enfatiza el artesano. Con un peso de entre 45 y 50 kilos, se antojaban poco ágiles para transportarlos, sobre todo para los aficionados de edad más avanzada.

Con el tiempo, la afición de las regatas se perdió. Aquellas en las que también venían personas desde otras islas para competir en el Charco. Orlando recuerda en particular dos regatas consecutivas que ganó con el yate que había sido de su padre, con la participación incluso de patrones de Gran Canaria. Unos triunfos que no le dejaron disfrutar, después de que los contrincantes rechazaron sus victorias, argumentando, en una ocasión, que había salido mal y, en otra, que no era la embarcación reglamentaria, después de que los competidores hubieran aceptado su participación con el yate. Orlando acabó desencantado. “Me aburrieron”, dice.

“Nuestra intención es que, al menos, nos reunamos la familia para ir a la Pescadería a regatear. Ya en el Charco no se puede. O darnos un paseo e ir a La Santa o Janubio, echar el día y entretenernos un rato. Estoy convencido de que, en cuanto vuelvan a ver los barcos teledirigidos en el agua, resurgirá la afición otra vez y serán muchos los que seguirán nuestros pasos”, comenta el artesano de maquetas.

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