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“Para impulsar el campo, lo principal es la formación, que se ha perdido”

Nito es casi un alquimista del campo. En su finca de Tahíche aplica métodos naturales y reclama más formación para que la agricultura salga adelante

Nito en su finca de Tahíche. Fotos: Adriel Perdomo.
Saúl García 0 COMENTARIOS 19/12/2020 - 06:50

“Tú escribe que a ver si el hospital puede aligerar la operación, que lo tengo todo parado”. Nito habla a veces tan rápido, con tanto entusiasmo, que se deja algunas palabras por el camino. Y por ir rápido, precisamente, se torció un tobillo, bajando una escalera, que no se le ha arreglado bien y que se ha convertido en una cojera que necesita otro paso por el quirófano.

Lo de aligerar la operación no lo dice en serio, como lo de tenerlo todo parado. Se refiere a su finca. Es cierto que la sala donde cultiva setas de cardo está ahora vacía, pero ya les gustaría a muchas fincas llegar al esplendor de la finca medio parada que tiene Nito en Tahíche.

En ese lugar ya cultivó su bisabuelo, del que no recuerda el nombre, su abuelo Juan Abreut y su padre, Salvador Delgado. “Llevamos toda la vida aquí”, dice, y siempre dedicados a la agricultura. Aunque Nito también trabaja en el Cabildo, tiene tiempo para todo. “Hay que tener proyecto y organizarse”, dice.

Da la impresión de que Nito ni compra ni tira. En su finca se aprovecha todo y se planta de todo. “La Isla es la punta de un boli, es pequeña, pero el clima es bueno y la tierra es buena, podríamos plantar para nosotros y para todas las islas si quisiéramos, pero lo primero es formar a la gente”, dice.

“Aquí todo es natural”, dice. Los químicos, a largo plazo, lo matan todo. “Echar químicos a la tierra es como si te arrancas la piel, matas los microorganismos de la tierra”, asegura. Pero algo hay que echar y en la finca de Nito todo está relacionado: el estiércol y la urea, para fermentar, del pony o de las cabras, la alfalfa que comen los conejos…

También aprovecha el serrín, “pero hay que descomponerlo y la gente no sabe” y hace una turba de buena calidad con la materia orgánica y la ayuda de microorganismos de bosque. Él mismo hace el pienso para las gallinas y después lo mezcla con aceite de cocina usado para que lo digieran bien “y así el estómago trabaja mejor y no se fuerza el metabolismo”.

Incluso se fabrica él mismo también la maquinaria que necesita, con barriles, bidones, restos de otras máquinas, motores viejos y un poco de soldadura. Así, tiene una mezcladora de estiércol donde lo enriquece y saca treinta o cuarenta componentes más de los que lleva habitualmente.

También tiene otra máquina para picar los pastos de los animales, una compostera de café en una bañera, una prensadora, un horno improvisado con un barril de cerveza para hacer carbón, “porque la carne no sabe igual”, y una sala donde guarda botes con mezclas para abonar o sulfatar, “caldos minerales para la tierra”, como si fuera un alquimista. Cada uno con su nombre: polvo de roca, ceniza de cardón, humus de lombriz, tierra diatomea, vinagre macho, aceite de neem “que vale veinte euros un bote pequeño si lo compras”, y tiene dos bidones llenos, lejía de cenizas…

Lo que se propone, lo saca. Le dijo un amigo que estaba comprando tenervios, o tenebrio molitor, unas lombrices que comen los pájaros tropicales, y que se estaba gastando 300 euros al mes. “Compré unas larvas por 14 euros y aquí las tienes”. En tres cajas de cartón, con cartones de huevos dentro, están las larvas, las madres y el ahorro. “Ahora tiene que venir a que le enseñe cómo se hace”, asegura.

También preparó hace siete años una sala de cultivo de setas, que vende con su etiqueta en la que aparece él mismo. La ideó y la instaló, desde los fogones, hasta la cámara de frío, un sistema de traslado de la paja con unos somieres y una sala de incubación con un cristal para ver la evolución desde fuera “como si fuera el fondo del mar”.

Tiene una tierra ya preparada para plantar “que estaba abandonada”, y otra, la que está medio parada, que dice que ahora va a arrancar y que cuando empezó con ella estaba llena de aulagas, como el resto del entorno.

“En un mes ya estaba cogiendo lechugas”, dice, cuando se suele tardar tres veces más. “En un mes le saco rentabilidad a lo que sea, desde una tierra muerta total, se puede cultivar lo que sea, hasta en las piedras, pero hay que saber”, dice. Primero hay que desinfectar la tierra, prepararla y echarle los nutrientes, y después tener ayuda externa.

Nito tiene un “hotelito” para los insectos, para que se queden en la finca y ayuden a polinizar. Ni siquiera el agua, uno de los mayores escollos para la agricultura, se salva de las manos de Nito. “El agua no vale, el cloro mata la tierra”, así que la somete a un tratamiento “muy fácil”, dice. Le quita los metales y el cloro y la deja “livianita”. De la depurada dice que no sirve, porque lleva restos de muchos medicamentos y solo se puede usar para jardines y para forraje para animales que no sean de consumo humano.

La formación

Entonces, ¿cuál es el problema principal del campo en Lanzarote? “La base, no tenemos base, y así es complicado”, dice. La formación: “Hay que enseñar a la gente”. Lo principal es la formación “y no saltarse ningún paso”.

“Se ha perdido la formación porque la gente mayor se ha muerto y hay que transmitir ese conocimiento. Dice que él tuvo la suerte de que su abuelo le transmitió más rápido lo que ya sabía y que a lo mejor le había costado ochenta años de experiencia.

“Así se acelera el proceso”. Pero después, Nito ha puesto mucho de su parte, es autodidacta y busca la forma de alcanzar el objetivo que quiere alcanzar. Y también de transmitirlo porque ahora colabora con los huertos compartidos aportando su experiencia. “Esto no es llegar y plantar”, aclara.


Hotelito de insectos.

Cree que falta una escuela de extensión agraria “que forme, no solo que informe” y que después haya un seguimiento, porque hay muchos cursos de formación pero después surgen muchas dudas en el proceso y no se puede acudir a nadie. “Si no hay seguimiento no sirve para nada”, dice.

“Para solucionar los problemas hace falta gente con estudios pero también con práctica, combinar ambas cosas”. Y concluye: “El Cabildo y los ayuntamientos no ayudan nada, por eso no caminamos”.

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