“La historia casi siempre es cruel, creo que todos los canarios sabemos eso”
José Luis García Pérez, autor de la novela ‘Isles. La ordalía de la sangre’
La cuarta novela de José Luis García Pérez se ha convertido en su proyecto más ambicioso al dar vida al largo listado de personajes que protagonizaron, en los siglos XIV y XV, los setenta años en los que Canarias transita desde la Edad de Piedra a la modernidad. Retrata el sufrimiento del pueblo maho, la pérdida de su paraíso y las dificultades que encontraron normandos y castellanos para la conquista, en un sinfín de imprevistos, traiciones, aventuras y batallas. El autor, que compagina su profesión de abogado con la escritura literaria desde 2020, presenta esta epopeya en 400 páginas de aprendizaje de rigurosos datos históricos y de un cuidado lenguaje, y de placer literario.
-¿Es su cuarta novela, en la que aborda el proceso de la conquista de las islas, el proyecto literario más ambicioso en el que se ha embarcado? ¿Cómo ha sido el proceso de documentación y de escritura?
-Sí, es mi cuarta novela y vuelvo a reincidir en la novela histórica, en este caso centrada en la conquista normanda de Canarias iniciada en 1402. Un tema apasionante y que me dio mucho juego literario, pero también algún quebradero de cabeza. Quizá esta novela sea la obra que me ha exigido un mayor esfuerzo de documentación pues se centra en un periodo largo de unos setenta años de nuestra historia, desde finales del siglo XIV a la mitad de la centuria siguiente, y eso exige estudios previos y concomitantes a medida que se escribe, al margen de un gran esfuerzo literario para intentar confeccionar un relato novelesco creíble de la mano de datos ciertos de nuestro pasado.
-¿En qué se ha diferenciado la creación de esta obra de las anteriores?
-Cada obra es única, y con cada una de ellas tengo una tensión personal diferente, algunos personajes históricos-literarios me imponen mucho respeto, y otros son más fáciles de llevar, lo mismo ocurre con la historia que subyace al relato literario. En esta novela afronté, con mayor o menor acierto, el nacimiento de la Canarias moderna, y eso, cuando menos, es muy comprometido y exigente.
-¿Qué le llevó a elegir el título, ‘Isles’, y el subtítulo, ‘La ordalía de la sangre’?
-Los títulos siempre son muy especiales, a mí me gusta, no provocar, pero sí interpelar ya de entrada, por eso utilizo el término “islas” en el francés medieval, el mismo que se utiliza en Le Canarien, que son las crónicas de las islas hechas por los mismos conquistadores. El subtítulo hace referencia al legendario suceso de la princesa Ico, cuando fue sometida a la prueba del humo para que las divinidades confirmaran, o no, que era de sangre real. La ordalía es el juicio de los dioses.
-Se propone que el lector tenga un acercamiento a los antiguos habitantes de las Islas Canarias como nunca lo había tenido. ¿Considera que ha decaído el interés y el afecto de la sociedad canaria actual por sus antepasados prehispánicos?
-Sí, debieron sufrir mucho los pobres cuando se les advino un mundo nuevo que no entendían del todo, y es esa tensión, el desasosiego de unos seres que vivían en la edad de piedra, frente a hombres extranjeros muy diferentes en todo, lo que debió ser traumático en muchos aspectos, aunque la historia casi siempre es cruel, y no se anda con chiquitas, ni mucho menos. Creo que todos los canarios sabemos eso, y siempre nos interesa.
-Haciendo un símil con la actualidad, al relatar el miedo y la defensa de los invadidos, ¿ha tenido alguna influencia de lo que está sufriendo el pueblo palestino y el ucranio?
-Procuro huir del presentismo en mis novelas históricas, pero es cierto que los seres humanos, por muy distantes que estén en el tiempo, siempre tienen cosas en común, y, además, no puedo evitar ser influenciado por las situaciones actuales a la hora de escribir.
“Cada obra es única, y con cada una tengo una tensión personal diferente”
-La literatura histórica sobre la conquista corre el peligro de romantizar a los aborígenes, en su nobleza y en sus virtudes. ¿Cómo gestiona esa posibilidad en el desarrollo de la novela?
-El buen salvaje de Rousseau es ya un clásico que nos influye a todos, pero es que en nuestro caso seguro que es verdad, los genéricamente llamados guanches (aunque cada isla tenía sus propios aborígenes, así en Lanzarote eran los mahos), debía ser gente estupenda. Por algo el carácter canario, tan afable y especial, ¿no?
-La vertiente psicológica juega un papel muy importante en la descripción de sus diversos personajes, envueltos en disputas, luchas de poder, traiciones... Al respecto, ¿qué le ha aportado su dedicación a la abogacía durante décadas y su pasión por la psicología y la filosofía?
-La abogacía deja marcado, impone una manera de pensar, una perspectiva, y desde luego mis lecturas también. Trato de dibujar personajes a modo de esbozo, sin agotar su descripción física o psicológica, dejando que sea el lector el que termine de configurarlo por lo que se dice entre líneas, más bien. Me impongo el respeto y la austeridad con mis personajes.
“En esta novela afronté el nacimiento de la Canarias moderna”
-Se han cumplido cinco años de la pandemia, que fue el momento en que usted se inició en la literatura. ¿Cómo recuerda aquellos inicios?
-Sí, creo que aquello nos cambió a todos, quizá nos hizo más vulnerables, y muchos nos hemos reinventado un poco.
-¿Qué reconocimientos recientes a su obra literaria le hacen sentir más orgulloso y cuáles son sus planes a corto y medio plazo como escritor?
-Nunca me he presentado a un premio literario, me incomoda, pero la editorial ahora me ha pedido que le permita presentar la novela La Piedra. Canarios en Texas a los International Latino Book Awards en Los Ángeles, y para allá irá esa obra. Simplemente será una experiencia. De todos modos, con lo que me siento más orgulloso es con que a la gente en general le guste la novela que escriba, algo que siempre hago pensando en que tendrá lectores, claro.
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