“El pasado enseña que cualquier intento de parar las migraciones es insuficiente”
Katarzyna Porada, profesora de antropología social y cultural de la UNED
Es especialista en migraciones históricas. Ha estudiado las políticas migratorias en el Cono Sur en la primera mitad del siglo XX y principalmente los casos de españoles en Argentina y Brasil, pero también las políticas, discursos y prácticas de protección al migrante en la segunda mitad del siglo XX en estos países. Estuvo en la Isla como examinadora de UNED Lanzarote.
-La emigración española y canaria es aún muy reciente. Desde hace años es un pueblo que recibe inmigrantes. Además del cambio de sentido, ¿qué ha cambiado sustancialmente en el hecho migratorio?
-Hay cosas comunes, muchas semejanzas y también bastantes diferencias. Entre las semejanzas está la motivación por la que la gente migra, que no lo hace por placer, sino por necesidades económicas. La dirección, los países que se elijen, son por motivos familiares, porque se crean redes y cadenas migratorias. Las diferencias saltan a la vista: el control migratorio que tenemos hoy en día. Aunque hoy solemos hablar de la crisis migratoria y parece que se está moviendo mucha gente, en realidad a principios del siglo XX el movimiento humano fue muchísimo mayor. En los medios de comunicación no había tanta información sobre esto, no había tanto discurso de odio, y todos esos sistemas de vigilancia, de control, no eran tan sofisticados como ahora. Era mucho más fácil salir. A partir de los años veinte del siglo XX empezaron a implantarse las políticas restrictivas, pero era más fácil saltárselas que hoy en día.
-¿Y era más fácil tener una esperanza de que la emigración iba a salir bien? Que iba a haber una integración, un futuro... ¿Ahora esa esperanza tiene menos posibilidades de cumplirse?
-Basta con mirar todas las trabas administrativas con las que se encuentra la gente que migra, desde que llegan hasta que consiguen el permiso de residencia o el permiso de trabajo. Suelen pasar muchos años y esto perjudica a todos. Antes estas trabas no existían, en este sentido hoy en día es muchísimo más difícil. Pero dependiendo de dónde vienes, el color de la piel te condiciona, el país de dónde vienes te condiciona...
-Entonces podríamos decir que las políticas migratorias son claramente racistas...
-Sí, sí, y también hay un elemento instrumental. Ha cambiado tanto la estructura social desde los años ochenta, las mujeres se han ido incorporando al mercado laboral. Necesitamos que ahora las tareas de cuidados las asuman mujeres migrantes. Entonces, en este sentido, hay bastante más facilidad para que entren, pero no necesariamente para que obtengan respectivos permisos de residencia, porque interesa que sean precarias.
“A principios del siglo XX el movimiento humano fue mucho mayor”
-¿Y cómo podemos asumir, por ejemplo, que siga existiendo la que se llama la ruta canaria que es la mortífera del mundo?
- No sé cómo lo podemos asumir. Lo único que puedo decir es que esta gente que llega y arriesga la vida y se muere a miles no tiene otra forma de llegar. Habilitar canales seguros de entrada evitaría miles y miles de muertos.
-Y sería posible, no es tan descabellado.
-No soy especialista en políticas migratorias, pero es totalmente posible, totalmente viable. Lo que pasa es que España no actúa por sí sola, forma parte de las políticas migratorias de la Unión Europea, lo que supone la externalización de fronteras.
-Con un visado, como turistas, es como llega la mayor parte de la migración a España, que viene por un aeropuerto, pero sin embargo desde África es imposible coger un vuelo. Y el foco está en la gente que viene en las pateras...
-Es un absurdo. Nosotros podríamos viajar desde aquí a Senegal en muy pocas horas, invirtiendo muy poco dinero, sin embargo, en dirección contraria, eso requiere años de travesía, si es que se consigue llegar, y una inversión de miles de euros, si es que se llega, porque para eso también se invierte en esos países...
-Estamos pagando para que alguien haga el trabajo sucio que no queremos hacer nosotros…
-Sí, eso es lo que ahora llaman transnacionalización de fronteras.
-¿La religión es un elemento determinante? La ultraderecha siempre alude a la dificultad que hay para que se integren en la sociedad personas que son de otras religiones, que no sean cristianas o católicas...
-Puede ser el color de piel o la religión, y si son ambas todavía actúa de una forma más determinante. Es interesante también fijarnos en el lenguaje que se utiliza para describir a los migrantes. Por ejemplo, la palabra mena. ¿Cómo llegamos a hablar así de niños adolescentes migrantes en una situación de extrema vulnerabilidad? ¿A convertirlos en objetos potencialmente peligrosos que vienen a invadirnos?
-¿Y qué nos enseña el pasado sobre la inmigración?
-El pasado nos debería enseñar que cualquier intento de parar las migraciones va a ser insuficiente porque la gente necesita migrar por varios motivos. A esos motivos hoy en día se añade el cambio climático. Los movimientos migratorios puede que temporalmente cambien su dirección y que cobren mucha más vida, pero la gente se va a mover. Esto no se va a parar si no se erradica la causa de esa necesidad de buscar la suerte y la esperanza en otras partes.
-A pesar de que pueda haber grandes diferencias a lo largo de la historia, ¿todo movimiento migratorio acaba integrándose de una manera o de otra, aunque tarden más en algunas ocasiones, en el lugar al que van?
-Eso nunca es el papel de una parte, todo depende de la sociedad de acogida y las oportunidades que brinda el grupo en particular. No somos esencias inmutables. Los seres humanos, los grupos humanos van cambiando durante el tiempo. En estos discursos de odio que existen, el peligro es ver a la gente como portadores de unos determinados rasgos ya potencialmente peligrosos que son inmodificables y por defecto ponen en peligro a nuestros valores. Todo esto son inventos, son construcciones sociales.
“¿Cómo llegamos a convertir a niños en peligros que vienen a invadirnos?”
-¿Cómo es posible que haya personas, por ejemplo aquí en Canarias, que son emigrantes o que lo fueron sus padres y que ahora rechazan la emigración de otros? ¿Qué se puede hacer para que permanezcan en la memoria colectiva los hechos del pasado?
-La verdad es que no sé qué se debería hacer. Canarias, en este sentido, no es un caso aislado, en Polonia pasa lo mismo, son países de inmigrantes y ahora es imposible que la gente cruce a Polonia y las actitudes anti-migratorias son muy fuertes. No sé qué se debería hacer o cómo hacerlo de forma exitosa.
-Por lo menos aprender historia, ¿no?
-Pero la memoria humana es muy corta y selectiva.
-Usted ha estudiado el caso de Argentina. En los últimos tres años han llegado a España más de 100.000 argentinos. Está claro que ya se puede hablar de un fenómeno migratorio otra vez...
-Después del corralito de 2001 vuelven de nuevo. Sí, la situación económica es desastrosa. No tengo datos de qué porcentaje de estos de los que acaban de llegar están a favor de las políticas del señor Milei, pero los motivos que les conducen son claramente económicos y volvemos a vivir lo que pasó hace veinte años. La ventaja de muchos argentinos es que cuentan con la nacionalidad italiana o española, y entonces ya las primeras trabas que tienen que superar los de otros orígenes, las tienen relativamente más resueltas.
-Tanto en la migración anterior como en la actual, en el hecho migratorio... ¿El emigrante siempre tiene la intención inicial de volver?
-Es una decisión que toma todo el grupo familiar. Las que inmigran últimamente más son las mujeres, que muchas veces han dejado a sus propios niños y sus propias familias en el país de origen a cargo de sus abuelas, hermanas, de alguna figura femenina. Entonces yo creo que inicialmente el proyecto migratorio es más bien a corto o medio plazo.
Es licenciada en Estudios Culturales por la Universidad de Varsovia (2005) y doctorada en Estudios Latinoamericanos en Diversidad cultural y complejidad social en la Universidad Autónoma de Madrid (2015). Vino a Lanzarote para participar como examinadora en la UNED, pero acabó protagonizando también una pequeña (o gran) heroicidad.
En su tarde libre paseaba por Playa Honda cuando vio que una mujer pedía auxilio porque su hijo, en el agua, se alejaba de la orilla. El niño tenía unos 10 años y ella, que había practicado natación, no se lo pensó y se tiró al agua a rescatarlo. La prensa local recogió la noticia. Fue más difícil de lo que había creído en un principio, pero el niño reaccionó bien: se quedó quieto, se agarró a su brazo y logró llevarlo hasta la orilla.
Comentarios
1 Mm yaya Vie, 14/02/2025 - 16:42
2 Mariano Sáb, 15/02/2025 - 08:21
3 Joseph Smith Sáb, 15/02/2025 - 10:49
4 rojoybago Sáb, 15/02/2025 - 19:17
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