Marcial García regenta la peluquería Hermanos García en las Cuatro Esquinas y continúa con una saga de peluqueros que nació en San Bartolomé

“Hoy hay mucho peluquero de máquina, pero el trabajo de tijera es lo que falla”
Marcial García regenta la peluquería Hermanos García en las Cuatro Esquinas y continúa con una saga de peluqueros que nació en San Bartolomé
Quien pasee a última hora de la mañana o de la tarde por Arrecife, Calle Real arriba, y desemboque en la plaza de las Cuatro Esquinas, puede convertirse por azar en espectador de los afanes de un anónimo timplista. Es Marcial, barbero en el cercano negocio familiar Hermanos García, quien parece seguir el tirón de la sangre que convoca el jable de San Bartolomé, la tijera y el rasgueo en algunas personas. Bajo la copa del emblemático laurel, cuyo verde desafía el acoso del cemento y la polvareda de las construcciones de viviendas vacacionales, el peluquero devenido tocador le pone banda sonora al barrio.
Aunque pudiera pensarse tal cosa, no está puesto por el Ayuntamiento para los selfies y el solaz de los cruceristas que se asoman fuera del circuito obligado; es la expresión de una afición que le viene de familia. “Los García y los Perera venimos de una dinastía de folclore en San Bartolomé. Mis primos, mis tíos, todos han estado metidos ahí. A mí, hace unos años me dio por tocar el timple y me encanta. Me da muy buena vibra, es un instrumento superbonito, que aporta mucho”. Va a clases cuando cierra la peluquería de Pérez Galdós, pero huye de las obligaciones aparejadas a parrandas y agrupaciones: “Me gusta tocar solo, quiero libertad”. Y sus ensayos a la sombra del follaje son grabados con fruición por turistas y clientes, que le devuelven la estampa del punteo concentrado sobre las cinco cuerdas. Son ratos de desconexión y descanso a lo largo de la intensa jornada, o a su término.
Resulta difícil no pensar en quien fuera, dos generaciones más allá, maestro de su tío Juan, el simpar Antonio Corujo, con quien comparte cuna, oficio y pasión por la música. El Antonillo que despachaba vinos con siete años en la barbería y cantina del barrio del Jable, según retrata Gregorio Cabrera en la biografía Siglos de arena y sal, también hizo el viaje de la brocha y la espuma al timple, y de las eternas jornada en planta, al reposo y la paz del instrumento sobre el pecho.
Linaje barbero
El linaje barbero de los hermanos García se remonta a 1920, al abuelo Manuel, Manuel García Pérez, que se dedicaba al comercio en San Bartolomé “y los fines de semana, cuando no trabajaba en lo suyo, cortaba y afeitaba en un cuartito”, cuenta Marcial, describiendo un pluriempleo habitual de aquella época de escasez y penurias.
Luego, las cosas llegaron rodadas, sin planificación ni previsiones: “Mi tío Juan empezó a trabajar con Antonio Corujo, quien, cuando emigró a Venezuela en 1964, dejó el negocio en sus manos. Fue entonces cuando, junto con José, mi padre, que ya contaba con cierta experiencia y edad, fundaron su propia barbería, Hermanos García. Y con el paso del tiempo se incorporaron más familiares”. Recuerda a su tío Manolo, que años más tarde se retiró, y al primo Ramón, que trabajó durante un tiempo, pero luego ingresó en la Guardia Civil. Y el pequeño de los nietos, la tercera generación de los García, su hermano Orlando, “vinculado al negocio toda su vida”. “Su caso fue de locos -asegura el peluquero-, pues con apenas diez u once años ya te lo encontrabas de pie sobre una caja, pelando a chinijos. Fue el más joven de la familia en iniciarse en el oficio”.
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“La nuestra es una peluquería de barrio, y claro que le coges cariño a la gente”
No sucedió así con Marcial, que aspiraba a dar clases de peluquería, para lo que compaginó los estudios en la Profesional con el trabajo en horario de tarde. “Pero una vez en Las Palmas me enteré que, por un cambio de normativa, tenía que hacer un grado universitario si quería enseñar. Y estaba dispuesto a hacerlo, pero ahí se complicaron varias cosas. Pensé en establecerme, me gustaba la ciudad y encontré trabajo en Las Arenas, pero en un viaje a Lanzarote vi la situación con la peluquería de mi padre y mi tío, y me dije: mira, me quedo. Y aquí me quedé, con 18 años y hasta la fecha”.
Algo harían los consejos paternales, que en varias conversaciones le pidió que pillara recorte del hermano, con su estabilidad, su sueldo, su casa en propiedad... “Lo normal; mi padre, como todo padre, quería que yo tuviera un trabajo fijo y seguridad. Y dónde mejor que en el negocio familiar”. Nunca se ha arrepentido, más al contrario, se siente afortunado de vivir en Lanzarote, que califica de “sitio único”.
Eran los tiempos buenos de los ochenta, de sana convivencia entre barberías, las de su padre, Antonio, Sito, y Pablo, que trabajaba con su tío César. El rostro se le hace sonrisa cuando recuerda aquel feliz compadreo: “Nos llevábamos super bien, pactábamos los precios, las subidas, íbamos a la par”.
“Ahora hay otro sistema”, asegura con gesto de incomprensión: “Yo nunca pensé, por ejemplo, ver una barbería trabajando de noche. Y ahora muchas lo hacen. En este oficio necesitamos luz, es una locura trabajar de noche para un peluquero”.
La independencia
En enero de 2005, los hermanos decidieron emprender la aventura empresarial en solitario y volaron del nido familiar en León y Castillo al actual local de Pérez Galdós, aunque en una clásica pirueta del destino acabaría el progenitor colaborando con sus vástagos hasta cumplidos los ochenta años.
La decisión fue acertada y comenzaron las colas frente a su puerta, caballeros ancianos de fidelidad insobornable, madres con pequeños desinquietos sobre el sillón, adolescentes en busca del último corte de moda... “Nosotros hemos tenido clientes abuelos, padres, tíos y nietos a la vez, cada uno con sus exigencias estéticas, distintas generaciones, y de toda la isla. Es una verdadera pasada”, sonríe con aire de incredulidad.
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Marcial García con su timple.
“Con apenas 10 u 11 años ya te encontrabas a Orlando pelando a chinijos”
Las cosas iban tan bien que abrieron peluquería de señoras unos portales más arriba, en el número 10. “Pero tuvimos que cerrar hace unos tres años más o menos, por el tema del personal”. Las dificultades para contratar profesionales especializados han sido el caballo de batalla de la peluquería en los tiempos de bonanza, al tiempo que proliferaban las cadenas y franquicias, las barberías de trabajo en serie y los cortes de todo a cien.
Marcial defiende el oficio: “Hoy hay mucho peluquero de máquina, pero el afeitado a navaja barbera, o que te hagan un trabajo de tijera, eso es lo que falla. En la barbería actual es difícil ver un corte a peine y tijera, te cortan con la técnica a dedo, que es más de peluquería de señoras. Ves tutoriales y lo hacen al revés, cogen la tijera diferente y algo que lleva dos o tres pasos, ellos los hacen en diez”, se extraña.
En todo caso, como ha repetido el padre como un mantra desde que puede recordar, el cliente es el que elige. Y él mismo, remacha: “El secreto es perseverar, tener un horario siempre fijo y mucha constancia, y eso hemos hecho. Formamos un buen equipo, mi hermano y yo. Somos hermanos y somos amigos. Además, trabajar con mi tío y con mi padre nos hizo muy disciplinados y muy sufridos. Ahora, esto de cerrar a las seis de la tarde es un caramelo”.
Porque detrás del arquetipo del peluquero charlatán, que hace diván sicológico mientras repasa un bigote o afeita una nuca, se esconden muchas horas en pie, jornadas extenuantes para las que hay que estar físicamente preparado, y que los García superan gracias a pasados de práctica deportiva intensa, por responsabilidad y con el arbotante de una vocación fuera de toda duda.
El legado
“Nosotros somos la tercera generación y nos sentimos orgullosos de lo que hemos conseguido, pero no habrá una cuarta. Hemos salido adelante con la colaboración de nuestras mujeres, de la familia; sin embargo, el sacrificio es importante y físicamente se paga. No quiero esto para mi hija y mi hermano tampoco para las suyas. Van por otro camino, con nosotros esto se acaba. Aunque habrá quien venga y retome el trabajo, de la forma que sea”, dice Marcial con desapego.
No entiende de legados, no hay lazos de afecto tan sólidos con el oficio que le despierten melancolía o añoranza: “Creo que todas son etapas en la vida y todo lo que empieza se acaba; ¡hay vida después de la jubilación!”, bromea.
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Marcial y Orlando con su padre.
“Ya no tenemos edad para competir sino para tener un trabajo digno”
Ahora, los hermanos García viven tranquilos, -“ya tenemos una edad en la que no estamos para competir sino para tener un trabajo digno”-. Y por esa razón prescindieron de los tintes y los encargos más técnicos y se dedican solo al corte y el afeitado. “Incluso decidimos no contratar más personal porque aumentaría la clientela, y si luego te falla alguien, se rompe el sistema. Nuestro actual volumen de clientela está súper bien”, asegura.
De esta manera, quienes pasan por el local acaban estableciendo una relación amistosa, que facilita la conversación “sobre todos los temas” sin que la disparidad de opiniones se convierta en un problema. “Y también hay quien se marcha, -cabecea Marcial-. A mí me da pena cuando un cliente que lleva muchos años, deja de venir. Yo se lo digo: a ver, entiendo perfectamente que tú eliges y echo de menos los ratos compartidos, pero te agradezco todo lo que me has dado”. E insiste: “Es una simbiosis, el cliente y el trabajador, ellos son una parte necesaria de los hermanos García y la parte agradable del trabajo”.
De entre quienes se han puesto en sus manos, recuerda a Kike Pérez -“que vivía por aquí cerca y de jovencillo siempre venía”-, algunos periodistas, algún escritor, y un sociólogo americano, “personas con las que se aprende mucho”.
Desde la puerta de su negocio, o bajo el árbol de Cuatro Esquinas, Marcial despacha sonrisas y saludos a quien pasa, que son gratis y fabrican en la vecindad arraigo y sentido de pertenencia. “Es que esto es una peluquería de barrio, exacto. Y le coges cariño a la gente. Si notas que alguien lleva días sin pasar, te preocupas; coño, qué raro, y preguntas si a fulanito le pasó algo. Hay cercanía, es muy guay por tantos momentos ricos. Y se vive bien”.















Comentarios
1 Cuatro esquinas Vie, 25/07/2025 - 08:18
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