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La cochinilla: fortalezas y amenazas

Las nuevas aplicaciones para los tintes naturales de Lanzarote y el aprovechamiento gastronómico de la tunera se enfrentan a los efectos nocivos de la variante asilvestrada

María José Lahora 0 COMENTARIOS 31/05/2025 - 08:14

Veinte años después de su fundación, la Asociación Milana continúa con la esperanza de la recuperación de la producción de la cochinilla (Dactylopyius coccus costa) o al menos de transmitir el “valor añadido” de un patrimonio natural que fuera un lucrativo comercio desde mediados del siglo XIX hasta la década de los años 80 del XX. El objetivo actual es promover la diversificación del cultivo confiriendo también nuevas utilidades al fruto de la tunera y a la propia planta en sí, a través de la divulgación escolar, talleres, mercadillos y desfiles de moda, donde ya se han podido ver las nuevas creaciones de la diseñadora y formadora Regina Farragut elaboradas con los tejidos tintados.

Lo que comenzó como un proyecto educativo para el rescate del cultivo promovido por la Ampa del CEIP Las Mercedes de Mala en 2002 se concentra hoy en las charlas en los centros docentes y los talleres que se imparten en la sede de la asociación, que se asienta en la antaño cuna del denominado proyecto Atlántida destinado al alumnado norteño y dirigido por los maestros del propio colegio, entre ellos, Chana Perera que más tarde pasaría a presidir el colectivo.

La formación a escolares con charlas en torno a la historia del cultivo de la cochinilla y una parte práctica que permite dar a conocer las múltiples utilidades de este tinte corre a cargo del formador Pablo Trancho, graduado en Ciencias Ambientales. En la parte más práctica del proyecto de la Asociación Milana se encuentran las enseñanzas artísticas ofrecidas por Regina Farragut o la socia Ángeles Clavijo que se encargan de mostrar en sus talleres las aplicaciones del tinte de la cochinilla en conjunción con la roseta en diseños de moda. Además se ofrecen clases sobre la transformación de estos tintes y su aplicación en materiales naturales como lana, seda, cuero, madera o arena.

Regina fue una de esas alumnas que vivieron de primera mano el proyecto embrionario de la Asociación Milana para el rescate del cultivo de la cochinilla hace ya veinte años y en el que se involucró todo el pueblo de Mala. Fue esta motivación la que le llevó a estudiar Diseño en Madrid para más tarde regresar a su pueblo natal y devolver el conocimiento adquirido a un nuevo alumnado, el que participa a diario en los talleres y masterclass que dirige. “Me he criado con esta cultura y lo que más me impacta es comprobar cómo ha cambiado el paisaje de la zona”, señala la joven diseñadora. “Mi intención y la del resto de compañeros es que se paralice esta devastación intentando incentivar a la sociedad en la necesidad de aprovechar el cultivo de la cochinilla”, añade. En su última colección de moda ha intentado desarrollar un trabajo de fusión con otras artesanías, tales como el teñido o la roseta, en conjunción con el trabajo de Ángeles Clavijo.

“Pedimos que se cuide el paisaje de tuneras de Guatiza y Mala como patrimonio”

En la Asociación Milana también se promocionan las nuevas aplicaciones culinarias del fruto de la tunera y de la propia planta. Un bizcochón con mermelada de tuno o nopales encurtidos dan muestra de ello, al igual que otras exquisiteces elaborados por la industria alimentaria con el colorante procedente de la cochinilla, que junto a la cosmética son nichos de mercado para el tinte made in Lanzarote. También el turismo se concibe como un nuevo destinatario de estos productos realizados con el derivado de la cochinilla, a través de la elaboración de souvenirs que permitan dar salida a la gran cantidad de cochinilla que se encuentra almacenada desde hace más de 20 años después de que la fábrica española a la que se exportaba la producción lanzaroteña cambiara su sede de Navarra a Perú. Una de las esperanzas está puesta en la normativa europea que obliga a que las tinturas de la ropa infantil sean naturales.

Promoción

“Pero esta labor de divulgación del valor añadido de la cochinilla no se puede quedar en Lanzarote, es necesario externalizarla”, señala Chana Perera. Para este cometido requieren de un patrocinio y de subvenciones que no acaban de obtener. Un apadrinamiento que les permita el impulso necesario para prolongar el proyecto divulgativo de la asociación al tiempo que pueda promocionarse la presencia de este recurso natural en el exterior.

“La cochinilla debe entenderse tanto como un recurso económico como cultural”, entiende la presidenta de la Asociación Milana. De ponerse en marcha el Centro de Transformación de Mala con la participación de todas aquellas personas que han aprendido a lo largo de estos 20 años de vida de la asociación el rendimiento de este cultivo permitiría continuar con el aprovechamiento de los 50.000 kilos almacenados. Si en sus orígenes, la parte científica del proyecto Atlántida y de los siguientes estudios promovidos por la Asociación Milana corrían a cargo del biólogo César Corpa, ahora es el catedrático Manuel Blasco Ruiz, catedrático de Biología Animal de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Extremadura, el encargado de continuar con esa labor. Al trabajo del experto se han sumado otros especialistas y profesores con la intención de recoger en una amplia publicación lo que sería el “primer libro” que sobre la cochinilla se edita en España, según explica Chana Perera, y que espera ver la luz próximamente.

Amenazas

La cochinilla silvestre está generando estragos en las plantas. Si antaño la tunera se concebía como fuente de riqueza y salud ahora provoca enfermedades. Así lo entiende Chana Perera quien explica que antes los campos de tunera suponían un pulmón verde para la zona en la que se asientan por su capacidad para absorber el CO2. Ahora “genera enfermedades porque se está pudriendo” ante el efecto nocivo de la nueva plaga.

El cese del cultivo de la cochinilla derivó posteriormente en el abandono de las tuneras que junto a la ausencia de lluvias propició la propagación de esta nueva plaga de la que no se puede obtener aprovechamiento y que además afecta a toda la superficie de la planta hasta secarlas por completo. En la actualidad, se está llevando a cabo un estudio en la Universidad de La Laguna sobre esta variante de la cochinilla que contribuya a atajar la plaga. Asimismo, expertos como el biólogo Juan Cazorla, socio de Milana, o el perito agrícola Leandro Caraballo continúan con su trabajo de observación para atajar el ataque del insecto y recuperar la tunera.

“La cochinilla debe entenderse como un recurso económico y cultural”

“Igual que se ha cuidado La Geria durante décadas, pedimos que se cuide el paisaje de tuneras de Guatiza y Mala como un patrimonio natural”, ruega Chana Perera. La ausencia de subvención que permita un proyecto continuado en el tiempo por parte de la Asociación Milana es otra de las amenazas a las que se enfrenta el colectivo que concluye en mayo los talleres divulgativos y artístico con la incertidumbre de si podrán seguir desempeñándolos.

El futuro de la cochinilla y la continuación del trabajo iniciado hace veinte años por la Asociación Milana se centra ahora en tres frentes: conseguir que se reabra el Centro de Transformación de la Cochinilla, “en el que no se ha procesado ni un gramo”, para poder continuar con la promoción y divulgación de este producto con el respaldo de las instituciones y de la sociedad. La creación de la Escuela de Capacitación Agrícola al objeto de contar con personal formado que contribuya al rescate del cultivo es otra de sus peticiones, así como la dotación de personal fijo en la sede del colectivo de Mala que permita la continuidad en el tiempo de los proyectos docentes y artísticos de cara a promover la diversificación de la producción.

Los mayas y aztecas ya usaban los tintes naturales

El cultivo de la cochinilla es originario de América. Las civilizaciones precolombinas ya empleaban los tintes naturales procedentes del insecto que se alimentaba de las tuneras para sus pinturas en los rituales. Al igual que ya ocurriera con la orchilla de donde procede el púrpura y que se criaba de forma natural en las Islas. En el caso de la orchilla fue a raíz de descubrir cómo cambiaba el aspecto de los líquenes tras los efectos de los orines, que hacía las veces del amoniaco que hoy se emplea para extraer la tintura.

Por su parte, la ‘Dactylopius coccus’ llega a Canarias entre 1820 y 1830 por imposición real como resurgimiento a las crisis de la filoxera -un evento devastador que impactó la industria vitivinícola de las Islas- o de la barrilla. Procedente de América, la cochinilla ya se comercializaba en Andalucía antes de que se introdujera en el Archipiélago. En sus inicios, los agricultores de la época vieron con reticencia la introducción del insecto en las tuneras canarias por temor a que infectara a otros cultivos. Con el paso de los años comprobaron la rentabilidad de este incipiente cultivo que apenas requería cuidados. En Lanzarote siempre se entendió como una actividad complementaria.

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