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Wenceslao Olivero: el pescador que descubrió la gamba de La Santa

Sus abuelos comenzaron a poblar la localidad costera y su familia se dedica a la pesca del afamado marisco. “Hay gambas en toda la Isla y en todas las Islas”, asegura

Saúl García 3 COMENTARIOS 20/03/2023 - 06:29

Dice Wenceslao Olivero Martín (La Santa, 1953) que sus abuelos, por ambas partes, fueron los primeros pobladores de La Santa. Venían de la Villa, de El Mojón, de Femés o de La Laja del Sol y acabaron instalados ahí. Eran dos matrimonios. El que formaron Juana Hernández y Wenceslao Olivero y el de Manuel Martín y María Concepción Armas, hermana de Dorotea, la ceramista de los novios de El Mojón.

Los hijos de esos dos matrimonios se casaron entre sí. No todos, pero sí varios. Uno de ellos fue el que formaron los padres de Wenceslao. “De ahí sale el pueblo”, asegura. Uno de los abuelos se dedicaba a pescar y hacía casas de piedra y barro junto a la orilla, y las vendía. Eso era durante la mitad del año. La otra mitad se iba a trabajar a Las Palmas de Gran Canaria. Así empezó a crecer La Santa, o La Salta, como parece que habría sido el primer topónimo, según Sebastián Sosa Barroso.

Wenceslao, junto a otros ocho fundadores, adoptaron ese nombre para la asociación de pescadores que fundaron hace medio siglo: asociación Piedra de La Salta, que hace referencia a una roca a la que se saltaba desde la embarcación para llegar a tierra. De esos nueve fundadores, quedan cinco.

Recuerda Wencesalo que recaudaban dinero para causas benéficas, para hacer la plaza del pueblo o para ponerle techo a la ermita de la Virgen del Carmen. También para organizar las fiestas. “Cuando Famara no tenía ni fama se hacía aquí una fiesta alargada”, dice. Los primeros que fueron a tocar fue el grupo de los Becerra. Después del baile de la noche, ya por la mañana había churros o asadero de sardinas, pero “todo eso se ha perdido”. Se festejaba San Juan y también la Virgen del Carmen.

Muy pronto, además de pescadores, comenzaron a llegar al pueblo veraneantes. Los primeros eran de Tenerife. Gente como José Núñez o Sombrita, el boxeador. Luego vino un alemán y después un belga. “Todos venían por los chicharreros”. Y también gente de Lanzarote, como los Prats o “los prases”, los Díaz Rijo o el doctor Molina Orosa con su familia. Después llegó el hotel, los deportistas, los surferos... “Ahora esto es internacional”, señala.

Dice que los surferos están “chiflados” por las olas y recuerda que en esa zona han muerto dos “porque aquí todo es risco”, el Fula y uno de Santander, y que ha habido muchos pleitos “arrequintados” entre surferos.

El primer barco a vela que tuvo su padre fue El Alquife. Ahora, en el muelle de La Santa tiene, desde hace 22 años, el Siempre Catalina. Él se embarcó siendo un niño. Pescaba con liña: abade, mero, cabrilla... “Cada especie tiene su terreno”. También fue con los valencianos al arrastre en los años setenta y a Mauritania a por langosta, y ha estado trabajando en la Reserva, junto a la Fuente de Gusa: “Me llamaban el de las luces apagadas”, dice.

El mar depara sorpresas. Dice que ha estado perdido cuatro veces. En una ocasión, fueron cuatro días a la deriva, casi treinta millas al Norte. Eran tres a bordo y el barco no llegaba ni a siete metros. Se estropeó el motor y no tenían bengalas. Con gasoil le metieron fuego a la ropa y les vio un barco gallego. Pero el mayor susto lo tuvo con un italiano de compañero. El barco viró, el italiano cayó al agua, lo pudo subir y estuvieron una hora y media “arriba del casco”. Pero no se fue al fondo y los rescataron.

La gamba

Fue el primero en ir a pescar la famosa gamba de La Santa, menos conocida como camarón soldado. Después siguieron sus hermanos, sus hijos o sus sobrinos. Dos de ellos acaban de volver de Cabo Verde, de mostrar a los pescadores de allí ese tipo de pesca. Dice que “hay gambas en toda la Isla y en todas las islas”, así que de La Santa, más que las gambas, son los pescadores.

Señala que su padre creía que estaba loco, pero que él veía que salía el pescado con la gamba en la boca, y se dedicaba a hacer pruebas, a hacer nasas y tirarlas, “sin sonda ni nada” y a sacarlas a mano, desde una profundidad de 300, 400 o 500 metros.

Dice, igualmente, que la gamba “hay que saber trabajarla” y que se empezó a apreciar cuando cambió el sabor, cuando empezaron a ponerles pollo para comer y no sardina. Con sardinas se cogen más, pero queda el sabor más fuerte de este pescado. El día que más cogió fueron 72 kilos, pero indica que hay que tener paciencia. Lo mismo que pasó con la gamba está pasando ahora con el carabinero.

Riqueza

“Hay una gran riqueza debajo del mar pero no nos dejan desarrollarlo”. Así se queja Wenceslao, que cree que “se puede coger de todo”, pero que los biólogos no hablan con los marineros. “Hay muchos recursos que no se están explotando”. Y dice que, por haber, hay hasta piedras raras en el fondo, unas que parecen algodón y otras zonas donde se ve que es un volcán porque sale toda la tierra quemada.

También tiene otras reivindicaciones. Un es la de mejorar o ampliar el muelle de La Santa, que tiene ya unos sesenta años. Cree que se puede hacer sin necesidad de una gran obra, para que los barcos permanezcan en el agua. Lo explica sobre el terreno. Y mientras tanto, dragarlo, porque antes había tres metros a marea vacía y ahora hay uno solo, aunque reconoce que ellos maniobran bien porque ya están acostumbrados. “Somos ratones coloraos”. Y la última reivindicación es que no hagan el proyecto del emisario submarino de la desaladora porque eso mataría todo, “lo dejaría todo blanco”.

Comentarios

Muy interesante reportaje.
Muy interesante dar voz a esta gente tan sabia
Interesante, pero se guarda algo, como buen pescador, ya que parece que algunos científicos e investigadores de las islas colaboraron con el, cada uno aportando lo que dominaba y conocía y hay esta el resultado, incremento las capturas y en mejores condiciones.

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