Algunos vecinos de La Graciosa se han quejado de que Costas quiere cerrar al tráfico rodado el camino que pasa por Playa Lambra. Me da la impresión de que esa playa no pilla de paso a ningún lado. O que se puede llegar sin coche perfectamente.

Probablemente, el perfil de la persona que cree que necesita pasar en coche por Playa Lambra (o playa del Ámbar) es el de un turista que considera que es buena idea dar la vuelta entera a la Isla en el menor tiempo posible. Y el segundo perfil es el del conductor del jeep que se lucra con el negocio.

Un turista con prisa en La Graciosa es un absurdo. Se supone que el gran atractivo de esa isla, para un turista, si es que le va quedando alguno, (atractivos, no turistas) estaba en la sensación del paso del tiempo, en que el reloj se paraba. Un destino sin prisa, sin asfalto, sin coches…

Piden estos vecinos a Costas que reconsidere su decisión porque “para conservar un espacio como La Graciosa es necesario tener en cuenta a la gente que vive en ella”. Efectivamente: a la gente que vive en ella, sí, a la flora y la fauna, también, a los turistas, no tanto, y a los coches, en ningún caso.

La Avenida de Arrecife, la zona de El Rincón de la playa de Famara, las caravanas, el rally por el Jable y ahora Playa Lambra. Se podría decir que el coche es una especie amenazada. No hay derecho. Alguien está perdiendo la oportunidad de pedir una playa exclusiva para coches.

En el Congreso Is-Lab, que se celebró en Arrecife el pasado mes de noviembre, el experto en gestión del turismo, Arturo Crosby, dijo que el turismo sostenible es una falacia y habló sobre La Graciosa. Dijo que es “insostenible transformar un pueblo en una especie de museo turístico donde la población queda excluida”. “Al perder la identidad se pierde la motivación por ir al destino”. “El territorio – señaló - es el futuro de la isla, si no lo sabemos manejar, nos quedaremos sin recursos y sin futuro”.