Nieves Rodríguez Rivera

Vergüenza

Hay una suerte de nostalgia en el viajero que regresa al lugar donde nació. La mirada se vuelca al pasado e intenta indagar en los lugares con la esperanza de que estos les devuelvan un atisbo de memoria. En Arrecife, estos espacios, desgastados y abandonados se han quedado en el pasado.

No hace mucho tiempo, nuestra gente vivía y trabajaba con todo lo relacionado con la pesca. En cualquier familia de Lanzarote había un padre, un abuelo, una hermana, una madre que trabajaban en la costa faenando o en las muchas fábricas pesqueras que existían por aquel entonces. Quienes vivimos esto aún recordamos la sirena anunciando la jornada laboral de las trabajadoras de las fábricas o el olor que traía el viento, a salazón y harina de pescado.

De nuestra historia marinera, apenas queda nada, se ha dado la espalda al mar, se ha cerrado y vallado con cemento el puerto y el acceso está prohibido. Me dicen que hay una orden y sentencia de derribo que aún no se ha ejecutado.  ¿A qué espera la Autoridad Portuaria para devolvernos el horizonte de nuestra infancia?

Allí, al puerto, acudíamos cuando atracaban los pesqueros para recibir a nuestros padres, hombres rudos, silenciosos y amantes de la mar. Nuestra memoria como ciudad no puede ser abandonada ni silenciada porque forma parte de nuestra idiosincrasia insular. Algo que algunos intentan ocultar u olvidar.

A pesar de esto, todavía quedan personas que luchan y trabajan para que no caiga todo esto en el olvido, como Luis Moreno o Juan Pablo Díaz, quienes indagan y recopilan, con amor y esmero, todo lo relacionado con el sector marítimo en la isla a la espera de que se haga por fin realidad la promesa de un museo pesquero. ¿Qué ciudad costera del mundo no tiene hoy en día un museo de la historia marina de sus gentes?

Cuando paseo por Arrecife, me gusta hablar con los viejos marineros que aún quedan, con aquellos roncotes que decía Agustín de la Hoz, hombres fieros y nobles, que forjaron con sus manos y su esfuerzo a las nuevas generaciones que no saben de dónde vienen. Cuando les pregunto sobre el abandono en que se encuentra nuestro pasado, algunos bajan la vista apenados, los ojos turbios de tristeza, otros, solamente añaden que el conejero siente vergüenza de su pasado.

¡Qué tristeza ver el desinterés de nuestros gobernantes por nuestra historia! ¡Las fábricas convertidas en espacios para conciertos o centros comerciales! ¡Qué indignidad ver el muelle tapiado como si intentáramos ocultar nuestro origen!

Dicen que quien no es agradecido es un malnacido, también que quien oculta su pasado jamás respetará su presente. Y es lo que parece en esta isla olvidada de su origen. ¿Será por eso por lo que se dispendia el dinero que es de todos en espectáculos como “la feria andaluza”? ¿Será por esto por lo que olvidamos que pertenecemos al mar y que fue este quien alimentó durante décadas a toda nuestra gente?

Dicen que la población conejera es apenas ínfima con respecto a las demás culturas que aquí se asientan, tal vez porque el lanzaroteño, como todos los canarios, ha sido siempre hospitalario y viajero que ha acogido con naturalidad la diversidad de culturas.

Sin embargo, esto no debería hacernos olvidar nuestro pasado, todo lo contrario, tendríamos que ponerlo en alza y estar orgulloso de nuestros orígenes. Le debemos a nuestros padres, a nuestros antepasados, respetar y guardar la memoria de su esfuerzo porque fueron ellos los que construyeron esta ciudad de Arrecife tan hermosa y decadente como la Habana vieja.

“Vergüenza”, me he quedado pensando en esta palabra que me ha desconcertado, y pienso que la única vergüenza que yo, hija, nieta, biznieta, tataranieta de costeros, como llamábamos a los marineros, es la de sentir que, quienes nos gobiernan, no valoran ni se sienten orgullosos de nuestro origen, ni reconocen el maravilloso patrimonio marinero que guarda la ciudad,  al menos, para que no caigan en el olvido aquellos hombres y mujeres, nuestros antepasados,  quienes trabajaron y construyeron esta ciudad de Arrecife, que hoy le da la espalda al mar.

Comentarios

Ni museo marinero, ni museo arqueológico, ni de la migración, ni de cetáceos. La verdad es que es lamentable.
Tendenciosa afirmación por la que pasa de puntillas, pero que queda anotada, sobre que la población conejera es ínfima con respecto a las demás culturas. ¿Quiénes conforman la población conejera ínfima? ¿Tras cuántas generaciones uno es de aquí? Y respondida esta última cuestión, ¿hay conejeros más auténticos que otros porque puedan acreditar mayor antigüedad? Entramos en un resbaladizo terreno con tintes xenófobos disimulados tras la aparente preocupación por la cultura del mar.
Tintes xenófobos?, Señor anónimo es usted un cagalitroso, tonto lava, totorota, pendejo y malicioso. Es una realidad que la población conejera está en franca minoría en su propia tierra y no tiene que ver con cuestiones racistas o xenofóbicas, es un dato objetivo. Además el Canario siempre ha sido un ser emigrante y acogedor de otras poblaciones...pero cuando se desbordan, a posta, todos los parámetros es para que nos entretengamos en culparnos los pobres de los problemas que nos ocasionan los ricos que nos pagan salarios de miseria.
Tintes xenófobos?, Señor anónimo es usted un cagalitroso, tonto lava, totorota, pendejo y malicioso. Es una realidad que la población conejera está en franca minoría en su propia tierra y no tiene que ver con cuestiones racistas o xenofóbicas, es un dato objetivo. Además el Canario siempre ha sido un ser emigrante y acogedor de otras poblaciones...pero cuando se desbordan, a posta, todos los parámetros es para que nos entretengamos en culparnos los pobres de los problemas que nos ocasionan los ricos que nos pagan salarios de miseria.
Felicidades, Nieves. Un buen hilado artículo de opinión cuya lectura "avergüenza" o debería "avergonzar" a toda la clase política y a toda la ciudadanía. A los primeros por irresponsabilidad y abandono del patrimonio material e inmaterial vinculado al mar, así como por los compromisos adquiridos por ellos mismos cuando prometieron el museo, la retirada del muro de Porto Naos o arreglar el Muelle Comercial que da pena y sentimiento. Y a los segundos, la ciudadanía, por vivir anestesiada y no reclamar absolutamente nada de lo mencionado.
Totalmente de acuerdo con el articulo y con el comentario 5, estamos dando la espalda a lo poco que nos queda de nuestra historia marinera

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