
Un rasgo esencialmente humano
La vida es una página en blanco, en ella garabateamos nuestras primeras experiencias, pintamos de colores las alegrías y de negro las desgracias. Llega un día en que esa página, manoseada, envejecida, se hace añicos y deja de existir. Desconocemos si habrá lugar en el más allá donde empezar de nuevo.
El blanco es una invitación al comienzo. En algunas culturas simboliza la inocencia, la paz. Cosas blancas: La espuma de una ola, la nube que viaja, la sal de Janubio, la cal de una pared, la flor del Guaydil. También, una pequeña parte de nuestro ser.
Si tienes a alguien cerca, mírale a los ojos. Verás que el iris está rodeado por un tejido blanco: la esclerótica. Que sea de ese color es una característica común a toda la humanidad, de ahí la expresión jocosa: «¡Se parecen en el blanco de los ojos!» Este rasgo nos hace más expresivos, y nos diferencia del resto de animales. Salvo algunas excepciones (ver P.D.), los demás animales tienen la esclerótica pigmentada.
Existe una explicación para esta peculiaridad humana. La ofrece la "Teoría del ojo cooperativo". En 2006, investigadores del Max Planck Institute for Evolutionary Anthropology de Alemania, partiendo de estudios previos, publicaron un trabajo en el que exponían sus fundamentos científicos. La teoría defiende que el contraste entre el blanco de la esclerótica y el iris nos facilita conocer hacia dónde mira otra persona, lo que ha propiciado la comunicación y cooperación con los demás. Desde el punto de vista biológico, esa singularidad constituye una ventaja evolutiva. Saber hacia dónde se dirigen unos ojos que no son los nuestros ha sido clave para la caza colaborativa, la socialización y el establecimiento de alianzas con nuestros congéneres, incluso antes de que tuviéramos habla.
Sin palabras podemos comunicarnos; mirando a los ojos del otro podemos saber si está triste, asustado, si nos mira con desconfianza, o si nos quiere transmitir algo. Leía hace unos días una obra de Kathleen Jamie traducida por una querida y añorada amiga, Pilar Vázquez. Campo visual, así se llama el ensayo, nos "invita a observar nuestro alrededor y cambiar nuestra mirada hacia lo natural". Ante un hecho muy concreto, la autora lo describe: "Fue un momento muy humano, ese tipo de connivencia que se establece entre el paisaje y el lenguaje, cuando una persona intenta guiar la mirada de otra a través de una vista panorámica."
Desgraciadamente, pasamos mucho tiempo frente a las pantallas, los españoles una media de casi seis horas al día. Dedicamos poco tiempo a mirar a las personas que tenemos en frente, a mirar ese blanco del otro que nos abre la puerta a sus emociones, a la amistad. A este mundo tan necesitado de menos odio, más empatía, menos selfis, más sobremesas, menos drones y más palomas blancas sobrevolando guerras, le conviene que nos miremos cara a cara, no vaya a ser que la evolución oscurezca la esclerótica, le robe el pensamiento y hasta el habla a la especie más inteligente.
Dicen algunas publicaciones que los ojos con esclerótica blanca son raros entre los otros grandes simios y que ello puede deberse a que sus sociedades son menos cooperativas. Ocultar la dirección de la mirada a los demás es una manera de no delatar la ubicación de la comida. Pienso en Benjamín Netanyahu, y en el horror que vive la población de Gaza. Abro internet, busco una foto de ese "elemento". Solo veo frialdad y sangre en sus ojos. Miro a Isa Fajardo durante la concentración convocada por "Lanzarote con Palestina" y veo en sus ojos humanidad: el dolor de la empatía. Lleva un bulto blanco ensangrentado entre sus brazos que representa al hijo muerto, a todas las niñas y niños palestinos asesinados. Odio-amor, guerra-Paz, muerte-Vida, Netanyahu-Isa.
Siempre Isa, siempre Vida.
A Pilar Vázquez, allá donde esté traduciendo la muerte en vida.
P. D. Un reciente estudio concluye que "Una gran población de chimpancés salvajes en Ngogo, en el Parque Nacional Kibale, Uganda, observamos una variación considerable en el color de los ojos. El 15% de los chimpancés exhibió esclerótica blanca, lo que representa 34 de 230 individuos. En cinco de estos 34 individuos, la esclerótica blanca era visible al mirar directamente al frente. En los otros 29 chimpancés, la esclerótica blanca solo era visible al no mirar directamente al frente, lo que dejaba expuesta más esclerótica en la periferia de los ojos."
Añadir nuevo comentario