Samuel Clavijo

Turismo: la calidad no era eso

Como si hubiera cambiado algo, físicamente, en la isla; como si, de repente, fueran a presentar un destino rehabilitado o una isla completamente transformada en la dirección de la sostenibilidad y la excelencia. Como si la calidad se hubiera hecho presente sólo por llevar un tiempo apelando a ella.

Como si al turista de hace cinco años se le fuera a presentar alguna novedad respecto a su estancia anterior, ahora, van y meten más de cinco millones de euros para promocionar Lanzarote, para seguir promocionándola con la mirada puesta en captar más turistas.  Es la misma Lanzarote de hace años, sólo que un poquito peor y adornada con demasiadas palabras que no se traducen en nada tangible. No olvidemos que la iniciativa privada apuesta por una subida del listón turístico y la pública no cree que tenga nada que hacer para llevarlo a cabo. Los empresarios turísticos hablan de cualificar el destino y, en lo que les concierne, intervienen en sus alojamientos y diseñan con la vista puesta en la captación de un turista de alta gama. La administración debe pensar que no tiene más que apoyar a aquellos y que no le toca nada más. Que no hay mejoras que hacer de su competencia, y que el destino roza la perfección; que con publicitar los datos de pernoctaciones o de viajeros que llegan al aeropuerto, que así queda medido el éxito. Y deben creer en los ayuntamientos que tampoco les toca mucho más que decorar plazas.  

En una reciente afirmación del consejero Marcos Bergaz, al respecto de la aprobación del presupuesto de la Sociedad de Promoción Exterior SPEL, sobre que "...hemos creado nuevas sinergias y abierto nuevas rutas y conexiones que se han traducido en mejores cifras y mejor calidad en el sector, todo ello a la vera de un nuevo modelo que estamos impulsando", yo matizaría que las nuevas sinergias, rutas y conexiones no implican por sí solas el logro de mayores cotas de calidad del destino, sino todo lo contrario, pues esa es una tarea interna de los agentes turísticos y de nuestras administraciones. La captación de turistas del segmento que interesa en la apuesta de la mejora de la calidad pasa por dos estadios, uno, garantizar la excepcionalidad del producto en lo que afecta a los agentes implicados, a la iniciativa privada en lo que le toca, y a la pública en lo que le atañe, que es el cuidado del espacio público para que lo que se venda sea realmente excepcional, y dos, dirigir el producto de forma selectiva, tarea en la que no parece que se esté. Vamos, que los ricos se van a los lugares más selectos, y estos, o se conservan adoptando medidas y regulando los usos, o se cuidan  y se preparan. Todo ello para que no les pase una caravana de turistas disfrazados con pañuelos, removiendo el suelo con sus vehículos todoterreno, ni un rally por el paisaje del  jable.

En cuanto a la afirmación de Héctor Fernández, consejero delegado de la SPEL, sobre “incrementar el volumen de negocio y, por supuesto, la calidad y excelencia del destino", lo del incremento del volumen y la excelencia son términos que en la misma frase no tienen un pase como no lo tiene lo de “mejores cifras y mejor calidad” en la intervención del consejero.

Reconozcámoslo, no hay talla, y quien toma decisiones no está para atender las demandas de un público exigente como ese por el que pelea nuestro empresariado turístico, el visitante de alto nivel. Llegarán, si llegan, a la isla y se alojarán y serán atendidos en determinadas instalaciones de forma incontestable, pero todo el marco desde el aeropuerto o el puerto de arribada hasta llegar a su alojamiento padece unos déficit que avinagra la “experiencia Lanzarote”. No percibo que vayan  en paralelo las aspiraciones del sector alojativo con lo que en las administraciones suponen que es una estancia de primera.

El problema es que si lo dices públicamente te machacan porque son incapaces de valorar objetivamente que están poco preparados para liderar ningún proceso de reposicionamiento del destino Lanzarote. Les falta un manual de estilo para un destino de calidad.

Hablan, los empresarios y la administración, lenguajes diferentes, ni se entienden, ni entiende esta última de que va lo de cualificar el destino.  El éxito en parámetros de calidad es otra cosa que alguien tendrá que volver a explicar en el Cabildo, a Marcos Bergaz y a Héctor Fernández, y de ir de números, estos harán referencia a ingresos mayores con menos turistas que gastan más porque Lanzarote fuera la hostia, lo cual ni es el caso ni nuestras administraciones parecen trabajar en esa dirección.

Comentarios

El articulo me parece muy atinado. Los gestores del turismo en Lanzarote no dan para mucho, más bien dan para poco. Así nos va.
Buen artículo que señala una contradicción esencial entre la "cacareada voluntad" de ser un destino turístico de calidad y la "implacable realidad" de seguir apostando por que cada año siga aumentando el número de turistas que llegan a Lanzarote. Esta contradicción es aplicable a Canarias en general, pero en el caso de Lanzarote y Fuerteventura alcanza su máxima expresión. Sin embargo, no estoy de acuerdo conque los hoteleros apuesten por la calidad y la administración, - a pesar de sus declaraciones oportunistas -, sigan apostando por la cantidad. Y es que hay muchos empresarios hoteleros y hosteleros que siguen apostando por la cantidad y ha alunas administraciones que de verdad quieren apostar por la calidad, aunque no es la tendencia que prevalece. En la contradicción bien descrita en el artículo faltaría un componente para que las piezas encajaran mejor; y es que no se dice nada de los constructores. Son empresarios turísticos genéricamente, pero tienen mucho interés en que el número de visitantes siga aumentando, lo cual es en si mismo incompatible con ser un destino de calidad. Así pues, llegamos a la conclusión de que cuando las administraciones apuestan por el aumento del número de turistas en realidad están defendiendo los intereses de los constructores, y no el interés de algunos hoteleros, ni de la población en general que ya no puede soportar más el constante aumento de visitantes, la destrucción de suelo y paisaje que ello implica, la destrucción de futuro que de ello se desprende y, todo eso sin que nos reporte ningún beneficio, sino todo lo contrario.

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