
La ciudad tras los árboles

Creo que tenemos que poner a prueba nuestra capacidad de observación del espacio en que vivimos y, en la misma medida, imaginar cómo transformar algunos de esos espacios. A veces me sorprendo descubriendo nuevas percepciones de las calles que he recorrido cientos de veces, y observo la visión del tramo de una calle desde cierta distancia hasta percatarme de que lo que se abarca con la vista es un trozo de vía arbolado en el que apenas se vislumbran las fachadas de las viviendas. Ahí siguen las mismas casas de antes de los árboles, viviendas alejadas de las obras de autor, sencillas y muchas veces algo descuidadas, con aceras estrechas y una larga fila de vehículos aparcados junto a uno de los bordillos. Es la misma calle con los mismos edificios sin interés en una vía que hoy disfruta de una alta calidad. De forma repentina, observo que pequeñas partes de la capital se muestran diferentes siendo las mismas, como si un elemento del que nunca se afirmaría su capacidad de transformación nos diera la clave para el espacio público. Solemos considerar que la ciudad la hacen los edificios y el mobiliario urbano, de ahí que el esfuerzo de las distintas corporaciones municipales se les vaya en bancos y farolas como paradigma de la transformación urbana. La experiencia que narro muestra que no es así, o que, al menos, no es sólo así. En una figurada balanza pesa más la transformación urbana por medio de arbolado de las aceras que por la dotación de mobiliario. Valga como ejemplo la calle Méjico, en Arrecife, que, desde hace décadas, es un ejemplo de esa transformación por medio de árboles, y en la que hay que reconocer que sin ellos ese espacio carecería de atractivo si pensamos en sus edificios -impersonales, uniformes y algo vulgares- o en otros aspectos que se puedan percibir al primer golpe de vista. Efectivamente, los árboles han transformado la calle sin intervenir en las vías o en sus edificaciones; sin aspavientos estéticos, sin colorines ni tropezones en forma de cacharrería urbana como soporte de las micciones de los perros. Es cierto que, por momentos, esa apreciación ha quedado comprometida por una mala intervención sobre el arbolado debido a una deficiente poda.
La calle Fenauso, junto al centro comercial Las Buganvillas es uno de los más gratos espacios públicos como resultado del arbolado del que disfruta. Tiene el listón alto, aunque una de las aceras esté repleta de vehículos estacionados en batería.
Estamos constatando cómo varía nuestra percepción del espacio urbano por una medida que no considera el beneficio del árbol también en su dimensión urbanística. Podemos evidenciar que el árbol, más allá de sus inmensas bondades como elemento natural muestra su capacidad transformadora en la medida que complementa, pero también oculta determinados aspectos de la ciudad como es la mala arquitectura. Sombra, valor ambiental, recreo visual, y, además, pantalla que oculta o disimula lo que no favorece al espacio urbano.
Algo similar sucede con un tramo de la calle Dr. Juan Negrín, donde las copas del arbolado en las dos aceras genera una cubierta de alta calidad en ese tramo de vía.
Quienes han estudiado el impacto de la plantación de árboles en los espacios urbanos conocen que uno de ellos, no menos destacable que los propios ambientales, radica en la incidencia de esta medida en el aumento de valor de las propiedades de las calles intervenidas, y señalo esto porque los aspectos economicistas son los que primero se ponen en juego. No vamos a señalar cómo incide el arbolado en la vida de la gente, en la calle como ámbito de convivencia, en los parques como generador de vida y de pulmón para la ciudad.
Una percepción similar a las vías anteriores se aprecia en la calle Antonio Porlier y Sopranis en pleno centro de la ciudad, de la que podríamos afirmar que es una de las calles más amables de la ciudad. Se constata que la peatonalización le ha favorecido pero el cambio definitivo es la presencia del arbolado en ambas aceras. Sobre lo que queda por hacer, pues no cabe duda de que se trata de arbolar a mansalva toda la ciudad y considerar que, dado que por sus características y crecimiento, no todos los árboles sirven para nuestras aceras, la elección se realice con fundamento, esto es, que el desarrollo de las copas y las raíces vaya en consonancia con el lugar done aspiramos a que nos acompañen. Y que disfruten de una larga vida.
Comentarios
1 Cuidar lo que hay Lun, 28/04/2025 - 08:31
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