Miguel González

Al otro lado del Misisipi

Cruzamos la frontera del estado de Wisconsin, cuna de celebridades como el arquitecto Frank Lloyd Wright o el cineasta Orson Welles y entramos en un nuevo huso horario, la Central Time, lo que supone una hora menos con respecto a la Costa Este. Es una de las cuatro demarcaciones horarias de este país-continente, y ya estamos a seis horas menos de Canarias, pero lo verdaderamente destacado del día es que llegamos a la ciudad de Green Bay, que con sus más de cien mil habitantes es el enclave portuario más importante del lago Michigan y sede de los Packers, un equipo de futbol americano que ha ganado varias veces la famosa Superbowl. Aquí descubriremos otro de los iconos más peculiares del enorme imaginario norteamericano.

Porque hemos avistado un “dinner”, y es exactamente igual a como aparece reflejado tantas y tantas veces en las imágenes del cine y la televisión. Es como un vagón de metro, de color plata, con mesas y sillas junto a las ventanas y taburetes para sentarse en la barra. Ofrece desayunos, almuerzos y cenas. Los clientes son variopintos: una pareja de ancianos hace crucigramas mientras toman café, un tipo con una cazadora de piel de vaca devora un desayuno a base de salchichas, huevos revueltos y bacon, un padre triste de mediana edad y su hija disfrazada de hechicera india saborean un batido de chocolate. Nosotros nos sentamos en la barra, e inmediatamente se aproxima una camarera muy blanca, de pelo rojo, con delantal también rojo, y una cafetera de cristal humeante en la mano. Sonríe indiferente.

¿Café?-, nos pregunta, y su inglés suena bronco, casi alemán.

Allíe, porque eso pone en su identificación, pero nos aclara que se llama Allison, nos explica que si tomamos un trozo de tarta de manzana, el café es gratis. Tras quemarnos la garganta con una suerte de brebaje requemado, entendemos la gratuidad de un café aguado y muy amargo. Horrible. Sin embargo, el pastel de manzana está exquisito. Allie agradece nuestro elogio con otra sonrisa descafeinada (no podía ser de otro modo) y propone rellenarnos otra vez las tazas. Declinamos el ofrecimiento y aprovechamos para echar un vistazo por el “dinner”. En ese momento entra un “sheriff”, auténtico, con uniforme verde, revolver al cinto, sombrero de cowboy, que saluda a Allie ruidosamente mientras se toca un ala del sombrero y pide café. Es como formar parte del rodaje de una película.

Esa noche llegamos a Madison, la capital del estado de Wisconsin, cuyo Capitolio en forma de equis es el segundo más grande del país tras el de Washington. Es una ciudad universitaria, repleta de bares, galerías de arte, tiendas de diseño y de ambiente liberal. Grupos de estudiantes se reúnen en los parques, y casi todo el mundo circula en bicicleta. Sus calles son estrechas y sosegadas. Está repleta de árboles. En el mercado de la ciudad probamos una de las cosas de comer más extrañas del mundo: salchichas guisadas en cerveza. Típico de Wisconsin, al parecer.

Y al día siguiente, a la altura de un pueblo con nombre francés, Prairie du Chien, cruzamos el Misisipi por un enorme puente de hormigón. Al llegar a la otra orilla del río ya estamos en el estado de Iowa, en una zona considerada monumento nacional porque alberga unas extrañas construcciones en forma de montículos que representaban figuras sagradas para los antiguos nativos americanos. El río Misisipi nace en un lago del estado de Minnesota, cruza diez estados y recorre más de 3.700 kilómetros antes de desembocar en el Golfo de México. Es imposible entender la historia de este país sin considerar al río Misisipi como un elemento fundamental: es una importante vía de comunicación fluvial, posee numerosas presas y esclusas que proporcionan energía eléctrica a varias ciudades muy pobladas, su ecosistema natural es único, pues contiene especies singulares de flora y fauna, ha sido escenario de cruentas batallas militares, es el río donde Mark Twain situó a “Tom Sawyer” y a “Huckleberry Finn”, en sus orillas nació el blues que interpretaban los músicos negros descendientes de los esclavos africanos y hasta John Wayne cabalgó por aquí a lomos de su yegua parda en “Río Rojo”. El río Misisipi es patrimonio cultural de todos los estadounidenses y forma parte destacada y principal de su imaginario colectivo.

Iowa es un estado de casi tres millones de habitantes, escenario de la película “Los puentes de Madison”, dirigida por Clint Eastwood, y el lugar donde arrancan las largas carreras electorales de Estados Unidos que finalizan con la elección del presidente del país. Nosotros decidimos descender hacia el sur por la carretera 35, también conocida como la Great River Road, que sigue el curso del río Misisipi hasta llegar a Nueva Orleáns. Pero “Juana”, nuestro GPS humanoide, nos conduce raudos y veloces hasta la ciudad de Dubuque, de casi 60.000 habitantes, otro centro portuario a orillas del río repleto de soberbias mansiones del siglo XIX de estilo victoriano. Lo cierto es que la ciudad parece desierta mientras circulamos por sus anchas avenidas, sin que apreciemos signos de vida urbana y sin que detectemos ningún punto que invite a detenernos. Una hora después, aburridos de deambular sin rumbo por la desolada Dubuque y cuando la noche comienza a caer sobre la ciudad, optamos por entrar en una especie de restaurante-cafetería de aspecto triste en medio de una calle cercana al puerto, y una vez más, nos sorprende el contraste con el exterior: dentro, el local está a tope, familias enteras cenan alrededor de las mesas, se escucha música en directo y los camareros no dan abasto. Vuelan pizzas desproporcionadas y hamburguesas bestiales. Probamos una especialidad del local: el “hazelnut coffe”, café con aroma de avellanas. Delicioso.

***

En el verano de 2008 el autor de estas crónicas viajó durante casi un mes por diferentes lugares de Estados Unidos. Visitó once estados y varias ciudades, y en cada uno de ellos tuvo la sensación de haber estado previamente, sin duda a causa de la potente influencia cultural que ejerce ese país sobre el resto del mundo. Como consecuencia de ese viaje son estas crónicas de anécdotas y situaciones diversas en el país entonces de Obama y hoy propiedad de un individuo de color naranja.

 

Añadir nuevo comentario