DESTACAMOS

World Project: una iniciativa local de valor universal

El lanzaroteño Aitor Hernández y el grancanario Manuel Luque dirigen una ONG que cuenta en Zinga (Uganda) con una clínica, un colegio y una granja

Comedor antiguo. La ONG cuenta ya con cinco edificaciones en el terreno cedido.
Lourdes Bermejo 1 COMENTARIOS 14/05/2019 - 06:44

World Project nació en el complejo LagOmar de Nazaret hace diez años, en un encuentro entre sus únicos dos integrantes, el fisioterapeuta lanzaroteño Aitor Hernández y el enfermero grancanario Manuel Luque, que se habían conocido meses atrás en Islandia, participando en la acción promocional del Gobierno de Canarias Winter Is Not Coming, donde jóvenes canarios se convertían en embajadores de las Islas, hablando de las ventajas del clima local a sus congéneres de latitudes más frías. “En realidad, lo que a nosotros nos gustaba era viajar, aunque siempre con el deseo de ayudar, dentro del ámbito sanitario, donde ejercemos”, explican.

“Primero nos planteamos hacer viajes solidarios a través de organizaciones que ya estuvieran implantadas en el terreno”, dice Aitor. “Manu, que es enfermero, llegó a pasar unas semanas en Dharansala (India), trabajando con los refugiados tibetanos en el exilio. Sin embargo, vimos que, en materia de cooperación, ir por libre, sin estar en posesión de requisitos como contar con mucho tiempo o solvencia económica, o bien ser un profesional muy experimentado, muchas veces entorpece más que ayuda a las organizaciones”, indica Aitor.

Así, a través de una amiga que trabajaba entonces en un hotel en Uganda, los dos jóvenes entraron en contacto con el proyecto Malayaka House, un orfanato en la ciudad de Entebbe, la segunda mayor del país, después de Kampala. La extrema pobreza y desorganización de esa sociedad africana fue, paradójicamente, una ventaja para acoger a los dos cooperantes. Las palabras literales fueron “si ustedes pueden hacer algo, bienvenidos”.

Los dos canarios organizaron misiones médicas para atender a los 40 niños acogidos en el centro, “médicos voluntarios, algunos amigos, como la doctora Elisa Casañas o el odontólogo Kike Plata, que dirigió una de las misiones dentales”, explica Aitor, si bien los profesionales llegan de todas partes. Todos ellos corren con sus gastos de desplazamiento hasta el país, mientras que la ONG financia la comida y el transporte interno durante la estancia. Ahora también la residencia.

Hace cuatro años, la trayectoria de la organización dio un giro, a consecuencia de la marcha de otra ONG que estaba construyendo un ambicioso centro educativo en Zinga para los niños de esa Isla. “Allí no estaban escolarizados porque ir a clase a Entebbe suponía una odisea, con peligro incluso para sus vidas, ya que debían atravesar el Lago Victoria en un trayecto de dos horas y media, llegando algunos a morir ahogados por el estado de las barcas”, explica Aitor. El colegio pretendía dar una oportunidad a estos niños y, de hecho, ya se habían matriculado muchos en Zinga, que quedaron abandonados.

De esta manera, los dos amigos se lanzaron a la piscina, apostando por crear su propia ONG, con poco más de 20 años, y World Project asumió la responsabilidad de terminar el colegio. “Nos dirigimos al Rotary Club, que allí tiene mucho peso sociopolítico, y puede decirse que nos ayudamos mutuamente. Ellos aligerando los trámites, sobre todo suavizando los problemas con la aduana, y nosotros dándoles visibilidad”, dice.

Nuevamente, Canarias puso su grano de arena en este proyecto y el colegio Arenas Internacional cedió los uniformes que ahora lucen los niños escolarizados. Tras varios años instalada ya en Zinga, World Project ha logrado levantar, en asociación con la ONG Island Missions Uganda, cinco edificios: además del colegio, una clínica, una granja “que provee de alimentos”, una casa residencia para los profesores y otra “chabolilla” que sirve de aula. No obstante, los usos de estas infraestructuras se diluyen, por la propia idiosincrasia de la sociedad ugandesa, donde el concepto de eficacia cobra todo el sentido, en medio de la carestía total.

Son incontables las anécdotas vividas por los dos jóvenes en su aventura de cooperación en Uganda. “Cuando llegamos, nos encontramos con un panorama sanitario que en Occidente sería surrealista”, dicen. Recuerdan haber tenido que tomar medidas básicas, separando a los enfermos infecciosos de los no infecciosos e incluso quemados. “Hay muchos accidentes caseros con el fuego, ya que siempre hay brasas encendidas para cocinar y los niños suelen quemarse”, explican. Mantener en la misma estancia a infecciosos con estos heridos, completamente expuestos a las infecciones, es, “prácticamente, condenarlos a muerte”.

“Allí, los cirujanos son buenos en partos y cesáreas, pero apenas cuidan el resto de las intervenciones”, dice Aitor, que, como fisioterapeuta, se comprometió personalmente con el caso de un joven al que le habían amputado la pierna, tras sufrir un osteosarcoma. El chico, de nombre Collins Wandera, estudiaba odontología y se ganó la simpatía de los cooperantes, que buscaron para él una prótesis. “En nuestro sistema sanitario, se requieren dos piezas móviles y una fija, pero nosotros conseguimos en el hospital Febles Campos de Tenerife una única prótesis fija que ya no tenía uso y con eso tuvimos que hacer la pierna artificial”, cuenta Aitor.

La mayor dificultad, sin embargo, vino por el estado en el que estaba el muñón. “Se le hizo una auténtica chapuza en el corte, no le insertaron bien la musculatura, posiblemente por las nulas posibilidades que hay allí de recibir una prótesis. Además, el fémur crecía en pico y la rehabilitación fue dolorosísima”, cuenta el cooperante, que construyó incluso unas barras paralelas para el paciente y costeó sus traslados diarios a la facultad para que no perdiera clases.

“Fue un proceso muy duro, pero muy bonito”, dice, recordando cuando llegó el momento de caminar con zapatos. “No tengo”, dijo Collins, que usó los tenis de su rehabilitador para dar sus primeros pasos. “No sabía cómo agradecernos lo que habíamos hecho por él. Le dijimos: “Devuélvelo a la sociedad”, y ahora regenta una clínica dental, montada por World Project en Entebbe, donde se da servicio también a personas sin recursos.

Los dos canarios organizaron misiones médicas para atender a los 40 niños acogidos en el centro, con “médicos voluntarios, algunos amigos, como la doctora Elisa Casañas o el odontólogo Kike Plata, que dirigió una de las misiones dentales”

El agradecimiento es una de las cualidades de los africanos que más impactan a los occidentales. Aitor Hernández recuerda en concreto una misión en la que los facultativos voluntarios llevaban horas operando. “Se iba la luz y no podíamos seguir, así que el médico me dijo que saliera a la sala de espera, repleta de pacientes, algunos con traumatismos muy serios, y anunciara que el quirófano cerraba por ese día, que volvieran por la mañana. Me costó hacerlo, pensando en los reproches que habría, pero la reacción fue una sonrisa y el abandono de la sala entre agradecimientos, algunos iban arrastrándose por los dolores y seguían dando las gracias. Pensé qué ocurriría si eso pasara aquí, donde nos quejamos de las cosas más nimias, donde malutilizamos los recursos, donde nos hacemos radiografías que ya no son necesarias, por no perder el turno, donde abusamos de los servicios de urgencias”, reflexiona.


Clínica de odontología de Collins Wandera, él mismo paciente de Aitor.

Este joven lanzaroteño, que ha sido padre recientemente, tiene una perspectiva diferente desde que colabora con Uganda. Ha tenido que proporcionar respiración mecánica en quirófano, ante los constantes cortes de luz, “a pesar de que advertimos al alcalde y a la compañía eléctrica de que esa mañana necesitaríamos suministro constante para un respirador”; ha dado los primeros auxilios a un joven, “reventado, tras ser atropellado por un coche en su bicicleta que dejó la policía ante la puerta de la clínica”, ya que los médicos estaban operando, recurriendo a lo que tenía a mano: “que no era mucho”, dice Aitor. “Nuestras propias gasas, para limpiar las vías y nos ayudó un chico del orfanato, que estaba en el mal camino, a punto de perderse”.

Las dos vidas, la del accidentado y la del pequeño, pudieron salvarse, gracias, en buena medida, a World Project. Los proyectos de futuro son, ahora, “la correcta canalización de aguas sucias en el terreno, terminar el colegio, y conseguir socios permanentes”, dicen. Aunque existen generosas contribuciones, “lo más importante es conocer de antemano los ingresos mensuales con los que contamos, para poder hacer contrataciones de personal sin sobresaltos, aunque sea tres euros, es preferible que sean seguros”, explican.


Aitor en su consulta de Exhale.

La cuenta de la organización es: Triodos Bank: ES40 1491 0001 2230 0010 0211. A pesar del ímprobo trabajo que lleva a cabo World Project, Aitor Hernández reconoce, sin ambages, que de África “te traes mucho más de lo que llevas, aunque vuelvas con la maleta vacía”.

Más información en www.worldprojectong.com.

Comentarios

Héroes.

Añadir nuevo comentario