DIARIO DEL CORONAVIRUS (XLIII)

Verdad

El presidente del PP Pablo Casado, durante su visita a una granja. EFE/David Mudarra.
Saúl García 0 COMENTARIOS 27/04/2020 - 20:39

Una verdad incómoda no es más ni menos verdad que una verdad cómoda. Pero se asume peor. Nadie buscará una verdad alternativa si la que sabe que es cierta es asumible y encaja con su propia comodidad.

Dice Marga Mediavilla en su blog que “hace décadas que sabemos que la ganadería industrial está jugando con fuego al utilizar los antibióticos sistemáticamente en la alimentación animal como método de engorde y no únicamente para control esporádico de enfermedades. Esta es una práctica de alto riesgo que se ve empeorada por la tendencia actual de concentrar cada vez más la producción en macrogranjas con miles de animales que sustituyen las explotaciones familiares”.

En Armas, gérmenes y acero, el libro por el que Jared Diamond ganó el Premio Pulitzer, el autor explica en el capítulo El regalo mortal del ganado, por qué, tras la llegada de los europeos a América, las enfermedades que llevaron mataron a los indígenas, pero no al revés. Y asocia la virulencia de las enfermedades a la concentración, tanto de personas como de animales. “Los escasos animales domésticos que les quedaron a los indígenas americanos no eran fuente probable de enfermedades en comparación con la vaca y el cerdo”. Eran el pavo, la llama, la cobaya, el pato y el perro.

Y en este artículo ya viejo (de hace un mes), Ángel Luis Lara explica que el principal peligro que tenemos “es considerar al nuevo coronavirus como un fenómeno aislado” y que “a pesar de los datos y las llamadas de atención, nada se ha hecho para frenar el desarrollo de la ganadería industrial intensiva”.

Asegura que “desde que la ganadería industrial se ha impuesto en el mundo, los manuales de medicina están recogiendo enfermedades antes desconocidas a un ritmo insólito: en los últimos treinta años se han identificado más de treinta nuevos patógenos humanos, la mayoría de ellos virus zoonóticos inéditos como el actual COVID-19”.

Merece la pena leer el artículo entero, porque argumenta que tanto si el virus procede de la ingesta de un murciélago como de una macrogranja, la causa es la misma. “Más que empeñarnos en desenmascarar a un sujeto, resulta más oportuno identificar una forma de subjetivación, es decir, interrogarnos acerca del modo de vida capaz de desatar estragos tan dramáticos como los que hoy nos atraviesan la existencia. Se trata, sin duda, de una pregunta que ni nos salva ni nos reconforta y, mucho menos, nos ofrece un afuera. Básicamente porque ese modo de vida es el nuestro”. “No hay normalidad a la que regresar cuando aquello que habíamos normalizado ayer nos ha llevado a esto que hoy tenemos”.

Podemos mirar hacia atrás o hacia adelante y reconocer que en ambos casos somos parte del problema y de la solución. Pero, de la misma manera que es más fácil pontificar y repartir culpas a ver si el Gobierno espabila y podemos volver a nuestra vida rápido, también es más fácil pensar que la culpa la tiene una panda de chinos locos que se comieron un murciélago. Si nos negamos a entender nada, no aprenderemos nada.

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