REPORTAJE

Veganismo: comer para cambiar el mundo

Foto: Felipe de la Cruz.
M.J. Tabar 16 COMENTARIOS 07/11/2015 - 08:18

Una señora británica se detiene en la calle Real y pregunta a un hombre joven por el McDonald's más próximo. Parece una cámara oculta pero es una simple casualidad. “No, no—ríe el chico—mire, nosotros luchamos contra la explotación animal”. Y señala un cartel: “Vive y deja vivir”. Es un stand informativo que la comunidad vegana en Lanzarote ha colocado en el centro de la ciudad para informar sobre su filosofía de vida. “Hemos convertido a los animales en meros objetos de consumo. Queremos minimizar los daños sobre los seres sintientes. No somos santos ni omnipotentes, pero tenemos opción y lo hacemos lo mejor posible”.

Bárbara Rodríguez practica el veganismo desde hace año y medio. Sus compañeros de trabajo no entendieron el cambio. ¿Por qué dejas de comer carne de un día para otro? En su caso, el punto de inflexión fue un documental sobre una granja de conejos. “Yo soy de Portugal y allá se come conejo muy a menudo, unas tres veces por semana”. Cuando era pequeña, su tía solía decirle lo parecidos que eran a los gatos. Entonces llegó la reflexión: ¿A los gatos no les matamos porque son animales de compañía y a los conejos sí? Empezó a buscar información sobre animalistas y al principio adoptó una postura peleona: “Los seres humanos somos una mierda”. Luego empezó a informarse y a conocer veganos en Lanzarote.

Desde que abrieron sus puertas El Veganito del Charco y V Factor (que hoy tiene como menú del día “setas con humus, papas al vapor y seitán con coco y aguacate”) se han convertido en sus pequeños “paraísos” y han hecho su vida más sencilla. Su primera cena de empresa como vegana tuvo anécdota. Le prepararon una ensalada con todo tipo de vegetales pero coronada con unos trozos de atún. “Tuve que decirles que, aunque venga en lata, esa carne vino de un pez”.

Parece que si el animal “no grita o no chilla” es que no sufre. Pero al menos un estudio de la Universidad Macquarie (Australia) confirma que la cognición de los peces y su percepción sensorial es muy parecida a la de los vertebrados. Bárbara asegura que su opción le hace feliz: “Ahora me siento genial, tanto física como psicológicamente”.

Sahar Khoi conoció el veganismo a través de su madre. Estaba enferma de cáncer y fue a tratarse a una clínica húngara. “Allá conoció a activistas que luchaban por los animales”. La joven cambió su planteamiento de vida siendo testigo de la experiencia familiar y conociendo “la realidad de la industria cárnica” a través del documental ‘Terrícolas’. “No quiero ser parte de esto”, decidió. “No quería la muerte de más animales, no me importaba si eso significaba ponerme enferma”, dice.

Hace siete años y medio, la nutricionista Flavia Baridón dio un giro a su alimentación para mejorar su salud. Comprobó los beneficios de una alimentación basada en alimentos vegetales crudos y poco cocidos (crudivegana) en la hija de una compañera de trabajo. “Quise conseguir la energía y vitalidad que tenía ella, que no enfermaba nunca ni tomaba medicación”.

“No quería la muerte de más animales, no me importaba si eso significaba ponerme enferma”, dice Sahar Khoi

Aunque la alimentación de Flavia era casera y sana, un viernes del año 2008 decidió dejar de golpe todos los alimentos de origen animal. Más tarde se dio cuenta de su error: quitaba la carne de los platos que preparaban sus padres en casa y comía sólo la verdura. “Pasó lo esperado: me bajó el hierro”. Tuvo que volver a comer quesos y pescados. “Gracias a un experto en cetáceos, pude entender el impacto de la pesca industrial en el océano y ya con más consciencia dejé los pescados y mariscos definitivamente”, cuenta.

Más adelante conoció los mecanismos de explotación en las granjas avícolas y lecheras y quedó “literalmente horrorizada”. Eliminó lácteos y huevos de su dieta de manera progresiva. “Iba despertando a la conciencia... es como si hubiera estado viviendo en otro mundo”. Como profesional y como vegetariana que ha cometido errores, aconseja un cambio progresivo y manejar información contrastada.

Ahora está camino del veganismo, intentando no consumir cosméticos, jabón o ropa que haya sido testada en animales. En sus ponencias habla de “nutrición consciente”. Además de mirar por su salud, desecha todos los alimentos obtenidos mediante el maltrato animal o el destrozo de un ecosistema. Además de mejorar su salud, se trata de hacer una compra responsable, no tirar comida a la basura y reciclarla. “Todo esto hace que mi mente esté en paz”, concluye Flavia.

Alberto Peláez es corredor de ultratrail y decidió hacerse vegano después de ver las atrocidades de un matadero de perros en China. “No hace falta irse lejos, aquí hay mucha información que puede cambiar tu manera de pensar”. Dice que su alimentación, “sana, variada y llena de nutrientes” ha mejorado su rendimiento deportivo. Desde hace tiempo, comparte su experiencia en charlas y conferencias.

Al veganismo se puede llegar por ética, salud, conciencia medioambiental o religión. “Muchos grandes filósofos y científicos de la historia fueron veganos”, dice. Enumera a Einstein, Platón y Pitagoras entre otros. “Los animales son los más olvidados, no tienen voz y los hemos convertido en meros objetos de consumo”, explica. “Enseñamos lo que hace la industria. Yo he decidido comer lo que no provoca muerte y sufrimiento para tener una vida feliz, plena y sana”, concluye.

“Los animales son los más olvidados, no tienen voz y los hemos convertido en meros objetos de consumo”

La propia Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) advierte en ‘La larga sombra del ganado’ de “la gran responsabilidad que la producción animal tiene en el cambio climático, en la contaminación atmosférica, en la degradación de la tierra, del suelo y del agua, y en la reducción de la biodiversidad”.

Después de la segunda guerra mundial, la industrialización que Henry Ford había desarrollado en la cadena de montaje del automóvil se aplicó a la industria de la alimentación para producir carne en masa, explica Alberto. Significó priorizar la productividad y sacrificar la salud. Más cantidad para todo el que la pudiera pagar, sin que importaran las consecuencias de tratar a las personas como cifras y a los animales como piezas de engranaje.

¿Por qué los profesionales no se ponen de acuerdo?

A finales de octubre, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaraba cancerígena la carne procesada. Una veintena de científicos concluyeron que alimentos como las salchichas, las hamburguesas o los embutidos forman parte del grupo de las sustancias más peligrosas para la salud, junto al humo del tabaco, el alcohol, el plutonio o el aire contaminado. ¿Cómo es posible que los profesionales de la salud y la nutrición sigan sin ponerse de acuerdo en sus recomendaciones? Muchos dietistas dicen que la carne y la leche son fundamentales y desaconsejan la alimentación vegana en niños, embarazadas y en muchos casos.

Flavia Baridón apunta varias causas: no todo el mundo amplía conocimientos después de licenciarse, hay “una clara manipulación de la industria alimenticia” y una influencia “muy fuerte” de la cultura y los hábitos alimenticios. “En las dietas que se les entregan a los pacientes los requerimientos dietéticos de proteína no cumplen con lo que hemos estudiado [cifras recomendadas por la OMS] y supongo que es porque esta sociedad demanda otras cosas”.

El resultado es que “estamos comiendo el doble o el triple de la carga proteica que en realidad es saludable”. Este y otros datos se expondrán en dos charlas el próximo 13 de noviembre en el Club Náutico de Arrecife. A las 19.30 h, Flavia impartirá una conferencia sobre ‘Salud y alimentación vegetariana’ y a las 20.30 h, Alberto Peláez hablará de su experiencia: ‘Deporte y vida vegana’.

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