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Una segunda vida para la preciada madera de tea

El carpintero Andrés Videla reivindica el reciclaje de este “tesoro” que acaba en la basura, reemplazado por el aluminio

Lourdes Bermejo 0 COMENTARIOS 20/06/2019 - 07:17

Llegó a Lanzarote a través de la aplicación Workaway, un servicio de hospitalidad internacional que permite viajar ofreciendo servicios laborales a cambio de alojamiento y manutención. Así, Andrés Videla (La Plata, Buenos Aires), carpintero de profesión, que llevaba tres meses en Granada junto a un amigo de la infancia que le animó a venir a España, tomó sus máquinas de mano y recaló en la Isla.

Sin embargo, cuando finalizó su estancia, apenas unos días más tarde, Lanzarote ya se había colado en el corazón de Andrés. “Regresé a Granada, pero para recoger el resto de las herramientas y mis efectos personales”, dice, y lleva unas semanas en su taller de Costa Teguise compartido con otros dos profesionales del gremio.

Andrés procede de familia española, exiliada durante las Guerras Carlistas. En Lanzarote parece haber encontrado un lugar para su técnica, que él define como “devolver al lugar una parte de su historia”. “Partiendo de la premisa de proponer una nueva opción o tendencia de mobiliario, tanto de interiores como de exteriores, nace la idea de devolver al lugar, por medio de la decoración, parte de su historia, en este caso visual, reutilizando, reciclando y dando una segunda vida a materiales nobles, como maderas y hierros que se utilizaron para la construcción en puertas, ventanas, molduras, escaleras, balcones o rejas y conservando a la vez sus colores, tan destacados en la Isla como sus verdes y azules”, explica el carpintero.

“Con diversas máquinas, resinas o barnices, se logra destacar y descubrir un fondo detrás de estos colores con vetas y texturas de distintas maderas, muchas veces ocasionadas por el paso del tiempo, la sal, la erosión del viento y el constante castigo de las olas en las zonas de playa”, señala. “También se implementa la utilización de elementos de la naturaleza como caracoles, piedras, moluscos, e infinidad de piezas que quedan expuestas en incrustaciones y perforaciones hechas en la madera y que mediante resinas trasparentes permiten verse en sus tres dimensiones”, añade.

Acorde a la tendencia de reciclado y aprovechamiento de materiales. Andrés asegura haber encontrado en la Isla “un tesoro” literalmente tirado a la basura. Se trata de los restos de madera de puertas y ventanas de las construcciones tradicionales, construidas con tea americana, lo que en Argentina se conoce como pinotea.

“Esta madera la conocemos por las migraciones desde el viejo continente a América. Se utilizó para el armado de las estructuras de los containers donde se llevaba la ropa y los muebles. Junto con las chapas se hacía el cerramiento. Por eso, en los alrededores de los puertos donde llegaban los barcos a América las construcciones están hechas de pinotea centenaria y chapa, ya que la gente aprovechaba estos materiales para hacerse la casa”, explica Andrés.

Encontrar esta preciada madera formando parte de las piras de las hogueras de San Juan dice darle “ganas de llorar” a este profesional, que pretende dar una segunda oportunidad a los materiales de calidad. “Me gusta la pinotea porque permite dar texturas. Tiene una veta dura y una veta blanda, que es la clara, ambas muy pronunciadas. Cuando se la trabaja con un cepillo de acero se rompe la veta blanda y la oscura le da una textura, con su relieve. Es fácil de trabajar. Si se tratara de un dibujo de vetas lisas no se podría dar texturas”, dice Andrés, que también aprovecha los colores de los restos de pintura: “El verde Lanzarote, típico del interior de la Isla, que distinguía las casas de los trabajadores de la tierra; y las azules, en la costa por los pescadores”.

El artesano logra conservar un detalle del color primitivo de la madera no lijando a fondo, dejando ver las capas hechas por el tiempo, “si no, sería como una madera nueva”, indica. “La idea es dejar que se note una mínima parte del color, quiero que se vea a simple vista que es un mate- rial reutilizado para dar una apariencia o lenguaje vintage”.

“La idea es devolver al lugar, por medio de la decoración, parte de su historia, en este caso visual, reutilizando, reciclando y dando una segunda vida a maderas y hierros que se usaron en la construcción, puertas, ventanas, molduras, escaleras, balcones, rejas, con sus verdes y azules”

Andrés se integra en la tendencia actual de “volver a las cosas de antes” y esto afecta a varios ámbitos. “Vivimos tiempos más ligeros, donde uno tiene menos tiempo para resolver ciertas cosas y va a lo seguro. Aunque a veces valga un poco más, la gente busca seguridad y muchas veces no hay tiempo para ir cinco veces a la tienda a buscar lo mismo”, dice, en alusión a los objetos de ‘usar y tirar’.

El artesano se recuerda desde muy pequeño jugando con la madera: “Vivíamos cerca de una carpintería y yo solía ir a buscar material para hacerme un camioncito o alguna casita en el árbol”, cuenta. Después realizó sus estudios en el colegio industrial Albert Thomas de La Plata, “en el que por la mañana se daba teoría y la tarde se dedicaba a prácticas en los talleres de herrería, mecánica, carpintería, electricidad, química...”, recuerda. De allí salió con el título de maestro mayor de obra, “que allá habilita para edificar hasta cuatro plantas y un subsuelo”.

Después, empezó la carrera de arquitectura y la dejó al cabo de unos años “para seguir jugando con maderitas”, bromea, aludiendo a la pasión que despertó en él la carpintería, tras colaborar, al comienzo de sus estudios universitarios, con una tienda de diseño de muebles a medida para cocinas y dormitorios. “Empecé haciendo los planos de despiece, los dibujaba en la computadora y los mandaba a construir, pero, al poco tiempo, me di cuenta de que lo que yo quería hacer era realizar por mi cuenta desde el proyecto hasta la fabricación e instalación”, relata.

Pronto abrió su propio taller. “Todos trabajamos por un sueño, y yo, en ese momento, decidí trabajar por el mío. Empecé con muebles a medida, por pedidos, pero pronto pasé a fabricar cosas distintas, nuevas, me gustó más la decoración, y ahí empezó un camino fuera de la carpintería tradicional, ya que incluía técnicas y materiales nuevos. Uno de mis maestros fue Nelson Rodríguez, amigo y carpintero, también de la ciudad de La Plata, que me acompañó y orientó con su experiencia de muchos años en este nuevo camino por lo que le estoy eternamente agradecido”, asegura.

Andrés pretende desarrollar su trabajo en la Isla y dice que, de momento, aprovecha las maderas que se tiran. “Veo que se cambian las antiguas puertas y ventanas de tea por otras de aluminio, que, desde luego, es más práctico y funcional, ya que no hay que limpiarlo y lijarlo todos los años, pero esta es una madera muy buena y tiene su historia. Quizás también podría aprovecharse para enseñar el oficio en las escuelas de arte”, propone este profesional.

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