SOCIEDAD

Trabajadoras que ayudaron a levantar la ciudad

Cuatro mujeres que trabajaron desde los años setenta en las fábricas de pescado recuerdan una época compartida con cientos de mujeres trabajadoras y marcada por las luchas sindicales

Foto: Manolo de la Hoz.
Saúl García 2 COMENTARIOS 09/07/2018 - 05:50

Son cuatro pero fueron cientos. Mujeres que marcaron una época en Arrecife y en la economía de la Isla. Una época ligada a la pesca, a una actividad que casi ha desaparecido y a una industria que desapareció por completo y de la que no quedan sino las ruinas de algunos edificios y la memoria.

Para hablar de esa época se han reunido alrededor de una mesa, en la sede de Comisiones Obreras, cuatro de esas mujeres que trabajaron en las fábricas de pescado, en las conserveras de sardinas y de atún: en Ojeda, Garavilla, Lloret y Llinares, y La Rocar.

Las cuatro, como tantas otras, empezaron a trabajar a mediados de los años setenta, con 13 ó 14 años. “O de criada o a la fábrica, de dependienta si tenías amistades y la hostelería vino después”, dice Ana Betancort, que trabajó en Ojeda. Matilde de León trabajó en las cuatro fábricas y Francisca Nolasco y María Betancor en La Rocar.

Empezar a trabajar a esa edad no fue opción para casi ninguna. Si no se seguía estudiando, había que ayudar en la economía familiar. No era difícil conseguir trabajo. Se iba a pedir y al día siguiente se entraba en la fábrica. De hecho, hacía falta mano de obra que venía desde Fuerteventura, como Francisca, o desde Andalucía, principalmente, de Cádiz o de Barbate.

Cuando ellas empezaron, las fábricas apenas estaban mecanizadas. Se trabajaba de pie, sobre una mesa: guantes, botas, pañuelo en la cabeza, mandilón y encima, delantal de plástico hasta el piso. Las sardinas se cortaban a tijera, una a una, se limpiaban, se metían en sal... Después había que empacar y meterlas en la lata. Lo que estaba mecanizado era el cierre y después “se sancochaban y salían ardiendo”.

Se trabajaba mucho. Se entraba a las cinco, a las seis o las siete. Había un horario mínimo de ocho horas y también un mínimo de cajas por jornada, recuerda Ana. “Por encima de ahí te las pagaban”. Y se hacían muchas horas extras, jornadas de doce o catorce horas, de lunes a sábado. A mediodía se iban a casa a comer... o no. “Había montón de madres con las bolsas con la comida”.

Las primeras luchas importantes, sin embargo, no fueron por las condiciones de trabajo ni por el salario, sino por intentar mantener las fábricas

El sueldo no era mucho pero se completaba con las horas. Francisca, que fue la primera que empezó, recuerda que comenzó cobrando 100 pesetas al mes, y Ana, que llegó a cobrar hasta 140.000 en 1976. Al principio las paraban cuando paraba la zafra, hasta tres meses, cuando no había sardina y tampoco había subsidio de desempleo. Después se empezó a congelar el pescado y ya había materia prima todo el año aunque no hubiera pesca.

Casi todas eran mujeres. Entre 200 y 400 en cada fábrica. Pero la mayoría de los encargados eran hombres, como Valeriano o Paco el Flaco, recuerdan. Algunas dejaban el trabajo cuando se casaban. Dice Ana que se casó con 18 años pero le puso una condición a su marido. “No me quito de trabajar, le dije, no sólo por dinero, sino por manejarme sola”, y no duda en calificar aquel tiempo como “un tiempo maravilloso”. “Si abrieran otra vez, yo volvía, nos reíamos mucho”.

¿Y qué era lo más duro? “Lo más duro es que teníamos que hacer lo que nos mandaban”, dice Matilde. “Y que ahora pagamos las consecuencias, los dolores de cargar con peso... Anda, que no he tenido yo que cargar cajas de cien latas”, dice María. También había algunos accidentes, como resbalones en el piso o cortes en los dedos: “Te ponías otro guante, y a seguir trabajando”. “Y lo mejor, el compañerismo; en Navidad brindábamos con Anís del Mono en latas de sardinas”, se ríe Ana.

“Después llegaron los sindicatos -recuerda Francisca- y empezamos a tener derechos”. Las primeras luchas importantes, sin embargo, no fueron por las condiciones de trabajo ni por el salario, sino por intentar mantener las fábricas. No se cerraban los acuerdos de pesca con Marruecos y no llegaba pescado. La plantilla se encerraba en la fábrica para presionar. Eran encierros de una semana, y hasta de once días, recuerdan.

También había encierros en el Cabildo, en la Casa Amarilla, en esa ocasión, por la negociación del convenio. “En ese encierro -dice una de ellas- me dijo un policía: sale usted o la saco… y vaya si me sacó”. Eran reivindicaciones y huelgas duras, “pero a pesar de todo después nos llevábamos bien”, señala Matilde. Se hicieron otras protestas por los intentos de trasladar las fábricas a África, donde estaba la mano de obra más barata.

Y había diferencias por fábricas. Todas están de acuerdo en que la que tenía las peores condiciones era La Rocar. “Cobrabas menos y trabajabas más”, dicen. “En Ojeda -señala Ana- teníamos a Marcial Viñoly (un sindicalista), y había compañerismo y todo el mundo apoyaba, si se iba a la huelga, iba todo el mundo”. “Una vez dijo: cuando toque el pito no se mueve nadie, ¡y no se movía nadie!”.


Ana Betancort, Matilde de León, Francisca Nolasco y María Betancor.

No se cerraban los acuerdos de pesca con Marruecos y no llegaba pescado. La plantilla se encerraba en la fábrica para presionar

También hubo manifestaciones multitudinarias, como la del Cruz del Mar. Poco a poco, sin embargo, se fue reduciendo la pesca y se fue reduciendo el trabajo. A principios de los noventa, la construcción y el turismo eran actividades más rentables. El dinero buscó otros caminos y las trabajadoras también. Tres de ellas han seguido trabajando hasta hoy en la hostelería. Las fábricas fueron cerrando...

La conversación, al final, deriva hacia el recuerdo del paisaje urbano, hacia el cambio de fisonomía en la ciudad, hacia cómo era Puerto Naos, con el bullicio de la pesca, “lleno de vida de día y de noche”, y cómo es ahora, con muros que impiden la entrada y la visión. “Si hubiese ido a mejor, pues bien, pero es que ha cambiado a peor, dice Ana: ¡Cómo te vas a acostumbrar si lo que yo viví fue mejor que esto! Vivimos una cosa bonita, estábamos empezando una democracia y teníamos más valores que ahora”.

Comentarios

ME HA EMOCIONADO...SUS HISTORIAS DAN PARA HACER UNA PELÍCULA:) GRACIAS CHICAS POR COMPARTIR.
Esto si que era trabajo y esfuerzo; hoy la juventud no aguantaría ni la mitad . Gracias por lo realizado y recordarlo.

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