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Rastreando el virus sin descanso en Lanzarote: 1.000 llamadas al día para cortar la transmisión

El equipo de rastreo de la COVID-19 del Hospital Molina Orosa, formado por 34 personas, trabaja casi ininterrumpidamente doblando turnos y comprobando los incumplimientos de una parte de la población

Equipo de rastreo del Hospital Molina Orosa. Fotos: Adriel Perdomo.
Saúl García 4 COMENTARIOS 09/02/2021 - 08:10

La provincia de Las Palmas es la que logra seguir el rastro del mayor número de los casos de contagio por coronavirus que se producen en su territorio. Según los datos del Ministerio de Sanidad, consigue la trazabilidad del 82,8 por ciento de esos casos. Es decir, logra identificar ese porcentaje de positivos a un brote ya conocido. Es un buen dato, porque hay 23 provincias que están por debajo del 50 por ciento, que están calificadas como de riesgo alto o extremo, en una lista que lidera por abajo Tarragona, con solo el 8,4 por ciento.

“Aquí al menos sabemos lo que tenemos”, dice Baltasar Gómez, que es el responsable del equipo de rastreo en el Hospital José Molina Orosa. Se refiere con esa afirmación al hecho de que en Lanzarote se están registrando muchos casos, pero también se está siguiendo la pista de todos y cada uno de eso casos que se comunican.

Baltasar Gómez es enfermero y tiene experiencia en rastreos porque desde 2004 coordina la Unidad de Tuberculosis. “Es el mismo sistema de trabajo, pero esto es mucho más duro”, señala. El ritmo de trabajo no tiene nada que ver. El equipo está instalado en el hospital, en una oficina con entrada desde la calle. Los trabajadores están enfrascados en sus llamadas telefónicas, frente a una pantalla en la que anotan todos los detalles de los casos. El volumen de trabajo es evidente. Nadie levanta la cabeza.

El mes de enero ya ha llegado a su fin y no les ha dado tiempo de retirar la decoración navideña. Hacen turnos de ocho horas de lunes a viernes y de doce los fines de semana y festivos, y a veces doblan turnos o atienden llamadas desde su casa, fuera del horario laboral. “El otro día tuve que llamar a cuatro personas en su día de descanso”, dice Baltasar.

El equipo está formado por 25 sanitarios, entre los que hay enfermeros y fisioterapeutas, y nueve militares. En la pantalla del ordenador de Baltasar domina el color rojo, que es el que indica el porcentaje de casos por cada franja de edad. El calendario de su sistema informático se ha ido oscureciendo desde el mes de diciembre de forma imparable, del verde de finales de noviembre al rojo en enero que colorea las casillas.

No hay franja de edad que esté mejor que otra. El virus ya afecta por igual a todas las edades, aunque las consecuencias sean peores para los mayores. El calendario se empezó a poner rojo ya a partir del puente de la Constitución, después bajó su tono y volvió a subir a partir de Nochevieja con los contagios que correspondían a Nochebuena.

El rastreo funciona así: al equipo se le comunica el positivo por diferentes vías. O bien salta en el programa o avisa el laboratorio, el médico, una clínica privada o Salud Pública. Se identifica al positivo, se le llama por teléfono, se intenta asociar su caso a un brote conocido y se le piden sus contactos estrechos. No todos lo son. Solo aquellos con los que se ha estado en contacto en las 48 horas anteriores a la aparición de los primeros síntomas o del resultado de la prueba positiva y sin respetar algunas de las tres emes: lavado de manos, mascarilla o dos metros de distancia.

“El otro día tuve que llamar a cuatro compañeros en su día de descanso”

En cualquier reunión familiar o de amigos durante la Navidad dentro de un domicilio se han incumplido alguna de estas condiciones. “Si no se cumplen las medidas, no hay nada que hacer y, aunque parezca una locura estar en casa con la mascarilla y la distancia, es lo que hay que hacer”, señala Baltasar, que asegura que cuando no se pusieron más restricciones en Navidad, ellos ya sabían que iba a pasar lo que ha pasado.

La duración de la llamada depende del número de contactos estrechos, pero también del grado de colaboración o de la memoria del paciente. Si los pacientes son de un brote conocido, la duración es menor porque probablemente ya se ha hablado con alguno de sus familiares y parte del rastreo ya está hecho. Se puede llamar a tres personas, a siete, a veinte o a más, y los afectados tienen que aportar nombres y apellidos y, si pueden, el DNI y el teléfono, así que normalmente hay que llamar una vez, dar un tiempo para que se recabe la información y volver a llamar. En esta tercera ola, el equipo ha llegado a contactar en un solo día a unas mil personas, y a algunas hay que llamarlas varias veces.

Colaboración

La colaboración es imprescindible y suele ser la norma, aunque a veces hay cierta resistencia porque la gente quiere preservar su intimidad: en ocasiones ha estado en lugares donde no debería haber estado, con quien se supone que no estaba o con un número de personas superior al permitido.

Baltasar es claro: “A nosotros nos da igual que lo que se haga sea legal o ilegal, que se esté con una o con otra persona, nos da igual con quien te acuestes, somos discretos, no decimos nada y no juzgamos”. “Lo único que nos interesa -insiste- y es lo que decimos a los contactos, es cortar la transmisión”. “Pero sí, podríamos escribir un libro”, añade, refiriéndose a las historias detrás de cada uno de los contactos.

Ahora se puede contagiar “cualquier persona en cualquier momento”

Hay mucha colaboración, pero también hay intentos de mentir por algunos que no se han portado bien. Hay quien se ha saltado la cuarentena, o incluso, quien se la ha saltado sabiendo que era positivo. Una chica fue a ver a sus familiares porque era su cumpleaños y estaba sola, y eso que era positiva.

Ha habido familiares que han llamado al equipo de rastreo para advertir que otro familiar, con el que conviven, había salido a la calle a pesar de que estaba en cuarentena, y ha habido que llamarle para advertirle de una posible multa. Entre los rebeldes ha habido de todo: trabajadores que querían ir a su puesto de trabajo, otros que iban al bar o a la compra.

Baltasar insiste en que la colaboración es necesaria y que el anonimato es total. Los brotes Un brote son tres casos con relación entre sí y permanece abierto durante 28 días. Por ejemplo, uno que se detectó el 4 de enero sigue reportando casos positivos asociados el día 14, 15 o el 23. Si no se corta la cadena a tiempo, los casos se multiplican. El origen puede ser de tipo familiar, social o laboral. También pueden ser “mixtos” que es cuando afectan a dos o tres de los ámbitos anteriores.

El equipo tiene claro cuál es el origen mayoritario. “Los que mejor se han portado son los mayores de 65 años, los que han luchado por este país, que se han mantenido en las trincheras y les han metido el virus en casa y, además, son los que están muriendo”, dice Baltasar. Las reuniones navideñas, las cenas, las comidas... El ocio es el responsable directo del aumento de casos. Aunque no es el único. La transmisión ha avanzado desde las mesas navideñas de las casas de la Isla, pero ha habido otros focos, como el de algún equipo deportivo que ha traído el virus desde otra isla o de la Península.

En el puente de la Constitución ya hubo más movilidad y se notó. En Navidad llegaron a la Isla 1.400 estudiantes, pero no parece que fuera un elemento determinante. De todas esas pruebas, solo 23 dieron positivo, y de esos hubo que descartar a todos menos a siete u ocho porque ya habían pasado el virus semanas antes sin saberlo. La repercusión sobre el total de casos no parece significativa.

Baltasar cree que tampoco se puede penalizar especialmente a la hostelería, aunque haya habido brotes como el que reportó Salud Pública, que asociaba a 44 positivos por una comida en un restaurante, seis de ellos hospitalizados. También hubo otro brote en un bar de paso, del que saltaron casos de empleadas y de trabajadores de varias empresas. O comidas de empresa que se convertían en almuerzo, merienda y cena y que acababan superando la separación inicial de mesas de solo seis personas. También hubo brotes familiares extensos que se produjeron por varias reuniones consecutivas durante tres días.

Todas las edades

La transmisión ha acabado afectando a todas las edades y a todos los ámbitos. También ha habido contagios en centros escolares, aunque no sean significativos, en empresas o en instituciones, en supermercados o en centros comerciales, pero en algunos de estos casos no se puede hablar de brotes de ese lugar, como ocurrió en el Ayuntamiento de Arrecife, porque las personas se han contagiado en otro ámbito y pertenecen a brotes diferentes.

La colaboración suele ser la norma aunque, a veces, hay cierta resistencia

Los casos, de momento, no están bajando de forma clara y, de hecho, sigue habiendo comportamientos y reuniones que conllevan riesgo de transmisión. Lo que pide el equipo de rastreo es que las personas tomen conciencia y cumplan las normas. “Si se cumplen, los casos bajarán” porque ahora se puede contagiar “cualquier persona en cualquier momento”.

Gómez insiste en dar las gracias a todas las personas que han colaborado, que han sido la mayoría, e insiste también en que los asintomáticos, aunque no hayan enfermado, deberían “ayudar a descubrir la importancia del virus, no al revés”.

Baltasar se sigue sorprendiendo de una cosa: “No conozco a nadie aún que me haya dicho... ‘Sabía que lo tenía’; nadie cree que tiene el virus”. El equipo de rastreo tiene un gran cansancio acumulado, pero sigue teniendo “mucha ilusión” y la “moral alta”, “con mucha esperanza de llegar primero a la estabilización y después al final de la pandemia”.

Comentarios

Algunos les llaman los reastreadores y no están en casa ,eso lo e visto yo
Por qué no se permite y enseñe a farmacéuticos de realizar y vender el test rápido. A pesar que no es 100% pero habría más control amplio para poder localizar y controlar brotes muy temprano
Porque no se multa a las personas que no respetan el confinamiento y juegan con la vida de los demás
Porque no se multa a las personas que no respetan el confinamiento y juegan con la vida de los demás

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